tribuna

Los nueve umbrales de la Tierra

Desde hace años, los científicos establecieron los pilares sobre los que se asienta el sistema Tierra y la vida en este planeta. Son nueve umbrales que no deben ser sobrepasados para que la existencia humana sea posible. Y acaban de publicar en la revista Nature que siete de esos umbrales ya han sido rebasados para nuestro pesar.


Uno no puede evitar imaginarse qué hora marca, entonces, el alegórico reloj del Juicio Final, de la Universidad de Chicago. En enero, las agujas estaban simbólicamente a 90 segundos de la medianoche fatídica, más cerca que nunca del armagedón. Es fantasía y realidad al mismo tiempo.


Todo esto me trae recuerdos de infancia de cuando nació la idea del planeta como un organismo vivo que regula sus múltiples variables luchando por sobrevivir, una analogía que se adelantaba a las siguientes formulaciones sobre sostenibilidad y cambio climático. Se llamaba la hipótesis Gaia y la acuñó el químico James Lovelock.


Hay algunas novedades en esta anamnesis de nuestro ecosistema terrestre y civilizatorio, el paciente que somos entrando en la UVI, por la contaminación, las emisiones de gases de efecto invernadero, la erosión de los espacios naturales, la escasez de agua o el efecto de nutrientes como el nitrógeno y el fósforo usados en la agricultura, esos umbrales que hemos excedido.


Los científicos, generosos, no pierden la esperanza de cumplir con el grado y medio de aumento de temperatura del Acuerdo de París, pero añaden un último requisito para salvarnos todos: hacer posible en tiempo récord que este sea un mundo justo. La desigualdad, la inequidad, es el nuevo riesgo vital.


Me atrevo a decir que se han olvidado de otra cláusula urgente: que la democracia funcione. La supervivencia ya no es solo una lucha contra el cambio climático, sino también por la justicia y la libertad. Aún no existe el nombre que agrupe esos tres frentes en uno. El ecuador de 2023 es un alto en el camino. Da gusto ver la vida recobrando impulso tras la pandemia, no sin cierta amnesia por los muertos que a nadie interesan, aunque sigan produciéndose todas las semanas.


Ahora resurge la política como una pintoresca frivolidad, unas justas medievales, un ajuste de cuentas y un pim pam pum fuego. Lo cual debiera estremecernos ante la magnitud de los problemas que nos conciernen. La ligereza con que se cuece la politica, la sensacion de un auge de gobernantes y aspirantes no aptos frente a desafíos que les superan, aterra, o debería hacerlo.


En mitad de la inseguridad mundial, resultaba hasta gratificante ver el otro día entrando en un edifício de Singapur, a cara descubierta, a los grandes espías, los jefes de inteligencia, para calmar los nervios internacionales. Si alguien convocara en esta isla una cumbre de sabios de la ciencia, el clima y los derechos humanos (como aquella conferencia de La Laguna de la Unesco, de la que fui testigo, sobre las generaciones futuras a instancias de Jacques Cousteau, en 1994), para hacer inventario del catálogo de amenazas globales, creo que también nos daría confianza en este momento intranquilo.


La pandemia no nos sirvió de escarmiento. No aprendemos de los cisnes negros. Y acumulamos nuevas señales de alarma. La presa de Nova Kajovka destruida en Jersón ilustra a las claras cómo se las gasta Putin. Para muestra un botón. Los expertos de ese think tank sobre los peligros mundiales dirían que estamos jugando con fuego. Europa entra en recesión técnica, la economía alemana está gripada. España tiene buena salud económica, pese al fake de Feijóo a lo Trump afirmando que está “estancada”. La gente le creerá. El trampantojo vende. Es una verdad alternativa, una trola electoral.


Viene dando tumbos una generación política clueca. Después de unas cuantas elecciones generales, ¿Europa dará la espalda a Zelenski? Si el nuevo orden internacional será obra de Putin, Xi Jinping y Donald Trump, apaga y vámonos.


Mike Pence disputa la candidatura a su antiguo jefe, al que acusa de haber puesto en peligro a su familia. Cuando Trump instigó el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021 circuló una amenaza contra la integridad del que era su vicepresidente por no abortar la victoria de Biden. Trump es el elefante blanco del tejerazo americano, pero no irá a la cárcel en una democracia herida. Por eso deben incluirse las elecciones, víctimas de algoritmos y tejemanejes, como un bien de la humanidad que garantice el saneamiento de nuestras vidas.
Los nueve umbrales de la tierra son un test de supervivencia. El hombre ha encontrado la manera de enmendar el famoso agujero de ozono, que precedió a la subida de los mares que nos quita el sueño a las islas de medio mundo. Sabemos en tiempo real cómo está por dentro este dédalo y dónde aguarda el minotauro. Que siete de esos nueve umbrales los hayamos traspasado ya, nos deja con el alma en vilo, pero sabemos que los nuevos gobernantes no serán justos. Porque eso es justo lo que no podrán ni querrán ser. Esta ola regresiva tiene otras prioridades. Bastó mencionar en España un impuesto a los ricos y ciertos poderes fácticos dormidos despertaron como un monstruo. El 23J se dilucida eso, nada más y nada menos que eso. Se trata de dar la vuelta al calcetín. La democracia se cortó las piernas cuando dio zancadas hacia la igualdad. El Antiguo Régimen no cedió a la llegada de las urnas para tirarse piedras sobre su propio tejado. Democracia e igualdad son un oxímoron. El poder es económico y político, o sea indivisible.


Los dos bloques han vuelto a salir a flote con los personajes camuflados. A finales de los 80 eran líderes sin caretas. 35 años después, aparece Putin, disfrazado de Hitler, en el Kremlin en que moró Gorbachov, que puso fin a la Guerra Fría. Europa está en guerra, con epicentro en Ucrania. Y con las urnas en llamas, en Italia, en Grecia, en España… América, como Canadá, se quema en carne viva. Y está tocando a la puerta de la Casa Blanca nuevamente Trump. La historia siempre se repite: por esos mundos de Dios y por estos lares. Canarias no iba a ser una excepción del mapa de riesgos.


Son los umbrales de la Tierra, los pilares cayéndose a pedazos. ¿Qué nos espera? Gobiernos involucionistas, con el retrovisor puesto. Como debe ser. Esto es Europa, el Viejo Mundo.

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