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Rosa Escrig: “Educar en el arte nos convierte en mejores personas”

La actriz y directora ha recibido la Estrella Homenaje del Festivalito de La Palma por su labor en la Escuela de Cine Infantil y Juvenil Cámara y Acción, de Gran Canaria
Rosa Escrig / Virginia Park

Por Benjamín Reyes / Rosa Escrig ha recibido la Estrella Homenaje del 18º Festivalito de La Palma por su labor al frente de la Escuela de Cine Infantil y Juvenil Cámara y Acción, que comenzó su andadura en 2012 en Las Palmas de Gran Canaria, junto a Nacho Martín, dando cobijo a intérpretes, cineastas, guionistas, productores o sonidistas en ciernes, con edades comprendidas entre los 4 y los 17 años. En su emotivo discurso de agradecimiento al recoger el premio hizo una encendida defensa del cine como herramienta educativa y de cohesión social.

-¿Cómo valora el premio concedido por el Festivalito?

“Es un chute de energía. Llevo 12 años con la escuela y después de la pandemia entré en una etapa en la que me costaba sacarla adelante. Me he vuelto a enamorar del proyecto”.

-¿Por qué en su discurso de agradecimiento dijo que la escuela se ha convertido en un refugio para frikis?

“Me refiero a todos los niños que no se adaptan a las actividades extraescolares convencionales como los deportes, niños que quieren otro tipo de alternativas, pero nos las encuentran. Hay muchos niños a los que tildan de tímidos, pero realmente no tienen amigos porque no han encontrado gente afín. Cuando llega a la escuela y conoce a gente con las mismas ganas que ellos de contar historias, pues de repente encuentran a sus amigos. Se crea una comunidad. Aquí todo el mundo encuentra su lugar”.

-¿Es verdad que algún psicólogo ha recomendado esta escuela?

“En realidad son muchos psicólogos. Creo que es porque el cine es idóneo a nivel pedagógico, porque vale para todo: al que le gusta escribir, para el que le guste el tema de la tecnología, al que le encanta actuar, al que le gusta buscar localizaciones…”.

-¿Qué valor educativo le concede al cine?

“Educar en el arte nos convierte en mejores personas. El problema es cuando utilizamos el arte como un motivo de pedagogía. Cuando llevamos a un grupo a ver una obra de teatro tienen que investigar sobre la obra y hacer una redacción. Como si el propio acto de ir a ver una obra de arte no tuviera valor por sí mismo”.

-¿Cómo accede el alumno a esta escuela?

“Normalmente es el niño el que quiere ir y convence a sus padres. Cada curso solemos tener una media de 120-150 alumnos. Los dividimos por grupos de edades. Les impartimos la misma materia a todas las edades. También hacemos campus de verano. Al final de cada curso celebramos una gala, que preparan los mismos alumnos. El próximo 17 de junio celebramos la gala final en el Instituto Felo Monzón”.

-¿De los más de 2.000 alumnos que han pasado por la escuela alguno se dedica profesionalmente al mundo del cine?

“De la primera promoción, los que están saliendo ahora al mundo laboral tienen 22 años. Por ejemplo, te puedo mencionar a Miguel Martín, que vive en Berlín, donde trabaja como fotógrafo en la discográfica Universal. También a Cris Vivó, que trabaja en la productora Yugoplastika o Willy Díaz, que es director y ha dirigido series para Televisión Canaria. Muchos están estudiando ahora en Inglaterra o en Estados Unidos”.

-También imparten clases de teatro. ¿Cómo reciben los niños este tipo de manifestación artística?

“Les encanta. Les enseña a hablar en público. No para que se dediquen al mundo de la actuación, sino para que aprendan a desenvolverse porque son introvertidos. Esto les ayuda a expresarse. En los dos últimos años en los premios Buero hemos conseguido ganar galardones a nivel nacional”.

“En nuestra escuela todo el mundo encuentra su lugar”

-En su faceta como dramaturga destaca el montaje ‘Yo maté a Kurt Cobain’. ¿Por qué recupera la figura del líder de Nirvana?

“Porque es una obra sobre la prevención del suicidio. Kurt Cobain es la imagen perfecta para hablar de la figura de un niño solitario. Se habla de la generación llave, que es aquella a la que le daban una llave porque cuando volvían del colegio no había nadie en casa pues sus padres estaban trabajando. Es un viaje desde la década de los 90 hasta ahora, donde todo el mundo se siente identificado. La gente llora y ríe”.

-En la obra ‘Ella y los cerdos’ el público ocupa el lugar escénico. Entiendo que en este tipo de montaje la actuación es distinta.

“Es tipo coliseo romano. Después del confinamiento empecé a sufrir ataques de pánico. Y esta era la única manera que tenía de superar ese pánico escénico. Creo que lo he conseguido superar. Sin embargo, pienso que es hora de bajarme del escenario. Me gusta más escribir, dirigir o producir. Ahora voy a crear desde otro punto de vista”.

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