Que me dice Juan-Manuel García Ramos que estoy flojo en mis artículos. Tiene razón. Y no porque el otro día me haya ido por las patas pa bajo por culpa de los divertículos, sino porque el contenido no le mola. Estoy de acuerdo, repito, con el viejo profesor; últimamente no escribo sino tonterías, pero tengo también mis razones. El calor, que me ha sofocado el ánimo, la campaña electoral, la falta de motivación periodística, los años, todo eso, incluso también los divertículos, influyen en mi escaso aporte interesante a lo que escribo cada día. No saben los desocupados y amables lectores lo que significa darle a la tecla, día sí y día también, y trasladar a los fieles seguidores algo que merezca su interés. Estoy flojo, sí señor, no sólo de estómago sino de contenido intelectual, así que aguanten un poco hasta que la cosa se haga más sólida por todos lados. Y qué barbaridad lo de los palmeros. Les revienta un volcán y se les prende el monte, no hay piedad para ellos por parte de la providencia, que es algo que ni es divino ni es nada, sino pura mala suerte. Se trata, en el caso de La Palma, de una providencia de pésimas noticias. Cuando escribo, la situación no está del todo controlada, así que el que sepa rezar, que rece, para que la cosa no vaya a mayores o se prenda el bosque por otra parte. Tenemos, el profesor y yo, una teoría irreproducible sobre la mala suerte, pero repito que no se puede publicar, porque es demasiado dolorosa. Y luego decían que el gafe era Ángel Víctor Torres cuando resulta que Clavijo se ha inaugurado con un incendio devastador. En fin, que estoy flojo, lo reconozco y también reconozco que no entretengo como antes. Ay.