tribuna

Posdebate

Solo 24 horas después del debate de Antena 3 ya se pusieron en marcha los castores del PSOE para construir los diques que impidan que continúe la fuga de votantes hacia el PP. El posdebate se convertirá en la clave de la campaña, luego el debate sobre el posdebate, y así sucesivamente. El asunto está en debatir sobre la mentira, un tema manido que ha marcado el signo de la legislatura. Lo hará el partido, porque hay que preservar a la figura del presidente, encargado ahora de resolver los graves problemas europeos, que trascienden a la minucia nacional. Los que antes estaban callados surgen de debajo de las piedras para cerrar filas y hacer sus manifestaciones altisonantes.

No todos están en la faena. Algunos, como Tomás Gómez, se han vendido a la oprobiosa y hacen una crítica más allá de una pretendida autocrítica que no reconoce los errores de bulto en los que han incurrido durante los últimos cinco años. Mientras tanto hay millones de españoles candorosos exigiendo que les cuenten la verdad, como si no les bastara con los indicios. Este ambiente está muy contaminado por el polígrafo de Conchita y todos están dispuestos a contratar a un detective privado para que les asegure de dónde proviene el carmín que han descubierto en la camisa de su pareja.

Ahora dará comienzo la investigación sobre la veracidad de los hechos, como si la discusión sobre la mentira empezara a partir del 10 de julio, haciendo borrón y cuenta nueva de la situación anterior. Empieza el juego: “Por el mar corre la nieve, por el monte la sardina, tralará”. Me recuerda a mi primera lección de lógica matemática, manejando aquellas tablas de verdad que servían para establecer de qué lado estaba la razón. Era un sistema binario, como el de los ordenadores, que nos servía para determinar la certeza.

Hoy disponemos de mecanismos auxiliares para llegar a conclusiones seguras. Un lagunero antiguo, cuando salieron las primeras máquinas de escribir, exclamó: “Se acabaron las faltas de ortografía”. La cosa no ha cambiado mucho. Ahora hay gente que cree que se extinguieron los tontos desde que disponemos de la inteligencia artificial. Ya no estoy seguro de construir silogismos atinados de los que me pueda fiar. Ya se me olvidó lo de barbara, celaren, darii, ferio, cesare, camestres, festino, baroco. ¿Dónde estará eso? Hasta don Francisco Ruiloba, que fue el que me lo enseñó, se murió ya hace años. Pues bien, discutamos sobre la mentira, mientras los galgos y los podencos vienen a comerse a los conejos.

Estamos asistiendo a la ceremonia de la estupidez. Yo me asombro al ver a gente sensata obedeciendo a las consignas de los estrategas, entregándose al vodevil del diseño publicitario. Mi consejo, si es que alguno admisible puedo dar, es que en la retaguardia se está mejor; que es hora de guardar la ropa mientras se atraviesa la bahía llena de tiburones.

Ya vendrán tiempos mejores en los que ofrecer un currículum sin contaminar. Hay quien asegura ser el paradigma de la limpieza, pero el algodón no engaña. No hagamos de la política de nuestro país un debate sobre las virtudes de los detergentes.

TE PUEDE INTERESAR