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Y, sin embargo, llovía

El insigne gacetillero Domingo de Laguna, que no sabía hacer la “o” con un canuto pero que fue capaz de sostener una revista social muy leída durante años, Canarias Gráfica, comenzó una vez un artículo con la siguiente frase: “Era de noche y, sin embargo, llovía”. Como si la noche fuera excluyente con la lluvia -o la lluvia con la noche, mejor- y como si las lágrimas de los santos -ay- no pudieran caer en la oscuridad, como cae la hoja del árbol cuando toca. Bueno, pues en estos días me he acordado de Domingo, no porque haya llovido, que más bien no, sino porque uno le ha perdido el rastro a los periodistas apostados en las esquinas que llevaban y traían chismes, y los publicaban, sin solución de continuidad. Paco Pimentel, un genio de las palabras, decía que don Pepe Arozena, ilustre abogado de Santa Cruz, era un hombre de esquinas, porque gustaba colocarse en ellas para saber lo que se decía en la ciudad y para estar bien informado. Más bien era que a don José no le gustaba el despacho, sino la calle. Las esquinas son una fuente de información, como los vientos que las cruzan, o quizá porque son las ventiscas las que hacen circular la nuevas y las ponen ante los lectores de los periódicos. Paco Pimentel ejerció también como guardia municipal de oficinas y periodista. Una vez fue tal el absentismo laboral de los guindillas que lo sacaron a la calle con una chaqueta vieja de policía y fue tal el lío de tráfico que armó en los aledaños del mercado que Santa Cruz tardó días en recuperarse. Personajes, esos son los que nos faltan para arreglarnos la vida y para devolvernos a los tiempos felices de la ciudad que retrató con su pluma Paco Pimentel, lo más parecido al gendarme de St. Tropez.

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