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Y de pronto, septiembre

De pronto llegó septiembre y con él regresarán las cartas negras de la Agencia Tributaria y las llamadas de los fondos buitres; bloquéenlas, es lo mejor y se descansa mucho. Ha refrescado, la gente parece menos agresiva y no se choca por la calle y el incendio casi está apagado, por las fotos que veo en los periódicos. Septiembre ha llevado al godo una dana, que es como la tormenta de antes, pero a lo bestia, y ha llovido mucho, pero no se han llenado los embalses, lo cual demuestra una vez más que el sistema de recogida no es bueno. Deberían imitar el modo tradicional canario de captar el agua de los aljibes. Hay aljibes que parecen presas. Tengo un amigo que cuando dirigía su empresa metía todas las cartas en un saco, no las abría nunca. Cuando se animó a hacerlo, las tarjetas de crédito estaban caducadas y todos los plazos de pago prescritos. No le fue muy mal, porque él anda ahora tan campante. El uno de septiembre se ponen en marcha todos los que reclaman, como si les hubieran dotado de un resorte. Me lo contó un abogado el otro día; como si hubiesen resucitado. Septiembre es el mes de las vacaciones de los listos, los que se cogen dos meses al año: agosto, como mes en el que nadie da golpe; y septiembre, en el que casi todo el mundo empieza a trabajar. El verano termina cuando Ibiza y Miconos se convierten en un desierto, es decir a finales de septiembre. Y en abril resucita la dolce vita, preparándolo todo para el verano. Ahora toca la Navidad, que está ahí mismo, y los grandes almacenes y centros comerciales diseñan su iluminación. A la gente le encanta coger un carro y pasear su televisor nuevo, como si fuera un tesoro. Magos.

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