lo que los ojos no ven en la laguna

Calle San Agustín (y III) (Antigua calle Real, Los Mercaderes y del Santo Espíritu)

La creación del Instituto Provincial tuvo disputa entre Santa Cruz, que argumentó su capitalidad, y La Laguna fundada en sus derechos tradicionales
Panorámica de la lagunera calle San Agustín. Mari Cruz del Castillo Remiro
Panorámica de la lagunera calle San Agustín. Mari Cruz del Castillo Remiro

Por Domingo Medina.| La historiadora doña Manuela Marrero definió el final de esta calle de la siguiente manera: El convento de San Agustín linda por la parte posterior con la laguna. Está en la memoria de todos dedicar el convento a estudios superiores, con enseñanza para formar futuros monjes, médicos, abogados…, esto es, crear una universidad. Esta calle termina en la laguna, que se comunica con la pila seca en la plaza de Santa María” (Plaza de La Concepción).

En 1837 la Comandancia de Ingenieros drenó el agua y en 1839 la laguna ya había sido desecada, según palabras del geólogo Sabino Berthelot. La escritora irlandesa Olivia Stone escribió en 1887 que, aunque la laguna había desaparecido completamente, reaparecía en la época lluviosa como un área pantanosa. La calle que limita con el convento de San Agustín, llamada El Remojo (hoy, Rodríguez Moure) existía en 1768, fecha que demuestra que la laguna ya había desaparecido en esa zona.

Por Real Orden de 21 de agosto de 1846 se establece el Instituto de Segunda Enseñanza de Canarias, en el edificio que fue sede del convento de San Agustín y más tarde, hasta 1845, albergó la Universidad Literaria de San Fernando, la supresión de esta dio lugar a la creación del Instituto Provincial, heredando también los fondos y la biblioteca. Hubo competencia entre La Laguna, fundada en sus derechos tradicionales, y Santa Cruz, que argumentó su capitalidad. Durante algún tiempo el Instituto tuvo también Colegio de Alumnos Internos, inaugurado el 21 de mayo de 1866, cuyo hospedaje se estableció en la Casa de Torres, hoy Hotel Aguere.

A finales del siglo XX se cambia el nombre del instituto en homenaje a quien fue su director desde 1901 hasta 1925, don Adolfo Cabrera Pinto. Querido profesor y reconocido defensor de la enseñanza en Tenerife, defendió y pidió al Rey Alfonso XIII, con motivo de la visita Real a este instituto en 1906, junto al rector de la Universidad de Sevilla, por estar este en su demarcación, el restablecimiento de la Universidad Literaria de San Fernando.

La plaza exterior del instituto lleva el nombre de Guillermo Rancés (abogado, político y periodista) que fue nombrado subsecretario de la Presidencia del Consejo de Ministros, y en 1893, subsecretario del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, ocupando la interinidad del ministerio fue un gran defensor para la refundación de la Universidad de La Laguna.

Este instituto, el único existente hasta 1916, tuvo como alumnos a diferentes personalidades: don Benito Pérez Galdós, don Tomás Morales, don Benito Pérez Armas, don Fernando de León y Castillo, don Ramón Gil Roldán, don Blas Pérez, don Juan Cabrera Felipe, doña María Rosa Alonso y un largo etcétera.

En 1910 visitó La Laguna y recorrió el claustro del instituto, don Miguel de Unamuno del cual dijo: Es un rincón de singular sosiego, un remanso de quietud que solicita al estudio. El patio es un encanto.

El edificio posee dos claustros, el principal es un magnífico ejemplo de la arquitectura del siglo XVI. La galería superior tiene columnas pétreas, con capiteles de variadas formas que soportan la cubierta que a una sola agua cae hacia el jardín, donde se encuentra una estación meteorológica. Este primer claustro, el principal, se le conocía como “patio de los naranjos”, y el segundo, el “patio de los cipreses”.

En el número 63 de esta calle, por el lado izquierdo según se sube, se fundó el Partido Socialista Obrero Español en La Laguna, y fue su primer presidente el abogado Alonso Suárez Melián desde el 5 de junio de 1931, donde se celebró la Asamblea Constituyente de dicho Partido, previa la aprobación de los Estatutos del Gobernador Civil de la provincia de Santa Cruz de Tenerife.

Por el mismo lado de la calle se encuentra la Casa Olivera del siglo XVIII. Se trata de un edificio construido sobre un amplio solar, lo que determina una extensa fachada desarrollada en tres plantas, siendo la tercera un granero, como era tradicional en las edificaciones de esa época, se abre al exterior por medio de un estrecho y largo balcón. Fue propiedad del deán de la Santa Iglesia Catedral de La Laguna don Luis Palahí Hidalgo de Quintana.

Casi terminando esta calle estuvo el primer ambulatorio de la Seguridad Social que atendía a todos los afiliados del municipio lagunero. Sería muy largo citar a todos los sanitarios que desarrollaron su labor a lo largo de los años en circunstancias difíciles en este centro asistencial. Hoy, que la ciudad cuenta con catorce dependencias sanitarias y un hospital universitario citaremos, a modo de homenaje, en representación de todo el colectivo a los siguientes: don Escolástico Aguiar, don Enrique González, doña Luchy Cabrera, don Francisco Túbal, don Roberto y doña Amparo Ucelay, don Francisco Cruz, don Francisco Martínez Calvo…

En el edificio anterior al ambulatorio, desde 1968 se instaló la venta de “perritos calientes” Casa Peter, negocio que introdujo por primera vez en La Laguna el danés Jorge Peter Larsen.

La calle finaliza en el encuentro, por el lado izquierdo, con la actual calle Ascanio y Nieves, conocida como La Rosada, nombre que le viene de su primigenia La Rosa. Y por el lado derecho con la plaza de la Junta Suprema, anteriormente plaza de Los Bolos y conocida popularmente como plaza de Las Flores.

Actualmente esta calle está considerada como una de las más bonitas de España, así la han catalogado, no solo los visitantes sino organizaciones turísticas y medios de comunicación especializados en temas de patrimonio histórico y turismo.

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