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Lemus bucea en la piratería inglesa en Canarias

El prolijo historiador orotavense transforma en libro una investigación nacida para un frustrado concurso, centrada en los Tudor y que apabulla por su detalle y aportaciones
Lemus bucea en la piratería inglesa en Canarias

A su amor por los libros, traducido hace mucho en una mítica y exitosa librería lagunera impulsada junto a su hermano bajo el sello de su apellido, a su dilatada y premiada trayectoria como historiador, a su ansia investigadora en diversas ramas, a su condición de especialista en cultura inglesa del siglo XIX, divulgador de los viajes a Canarias y del turismo iniciático… a todo eso y mucho más, Nicolás González Lemus (6 de diciembre de 1952, como si su nacimiento fuese también un preludio constitucional en pleno franquismo autárquico de un futuro intelectual de izquierdas) suma ahora un orgullo que no puede disimular: ha publicado con la prestigiosa editorial sevillana Renacimiento. Un logro al alcance de pocos que, además, se encuadra en la célebre colección Isla de la tortuga y que se debe a una investigación a fondo sobre uno de los géneros literarios y cinematográficos que más le apasionan: la piratería.

Y lo hace con un apabullante estudio de casi 400 páginas por su quirúrgico detalle, por los innumerables nombres que aparecen y que le obligaron a ordenarlos al final en un índice onomástico, pero, sobre todo, por sus aportaciones para la historiografía canaria, española y británica de un periodo “complejo”, según indica.

Bajo el título de Piratería inglesa en las islas Canarias, lo que hace en realidad este orotavense de pequeña estatura, fiel beatlemano y voz pausada pero apasionada, es navegar junto a los comerciantes, aventureros y, finalmente, corsarios o piratas ingleses que, bajo el reinado de los Tudor (de Enrique VIII a su hija Isabel I, de 1609 a 1603, aunque con viajeros previos de otros países desde el XIV y coletazos hasta la segunda década del XVII), se pasaron, avituallaron, describieron y, en algunos casos, “la armaron” en Canarias.

Según recalca, el libro se divide en dos claras etapas: una primera marcada por las excelentes relaciones entre España e Inglaterra, cuyo culmen (con permiso de los años de Catalina de Aragón y Enrique VIII) es el matrimonio de Felipe II con María Tudor (boda celebrada el 25 de julio de 1554). En estas décadas, los vínculos eran básicamente comerciales, primero en los puertos del Norte España (sobre todo, Vizcaya).

Sin embargo, el segunda periodo gira por completo debido a la confirmación por parte de Isabel I de su condición de reina reformista opuesta al cristianismo romano y apostólico, con la destrucción de la Armada Invencible en 1588 como inflexión.

Lemus tiene claro que, si España hubiese tenido una industria cinematográfica a lo Hollywood, las películas sobre comerciantes y piratas en Canarias en esta etapa y otras (así como en la Macaronesia en general) llenarían una buena parte de cualquier filmoteca. Aunque remarca que fue en las Azores donde más ataques piráticos hubo a los galeones, calaveras y al resto de barcos españoles que venían cargados de oro, plata, especias y otros productos de América, en el libro se centra en el paso por Canarias de buena parte de los capitanes ingleses que, en muchos casos, acabaron siendo corsarios, si bien antes hubo fronteras difusas entre los que comerciaban y los que asaltaban lo que no era suyo, normalmente para enojo de las respectivas coronas. En estos intercambios, en estos viajes de ida y vuelta, cobraron especial relevancia los puertos de Cádiz, Sanlúcar de Barraneda y, sobre todo, Sevilla, principalmente desde que se crea la Casa de la Contratación, que monopoliza el comercio con las Indias (Antillas) hasta que Isabel I decide que, al igual que el aire, el mar es libre para cualquier humano y reta a la corona española y portuguesa, que se habían dividido el Atlántico con el Tratado de Tordesillas con bula papal.

La principal aportación de esta obra consiste en la inclusión y traducción por primera vez de todos los textos de esos capitanes o de otros miembros de las tripulaciones de esos barcos que surcaron las aguas canarias, muchos con destino al Caribe, Brasil y otras zonas de América, y otros hacia Cabo Verde, litoral de Centroáfrica y África del Sur, así como el Pacífico por el Cabo de Buena Esperanza hasta las especias de Oriente.

Este logro, según remarca Lemus, se lo debe a su trabajo en la British Library y a la colaboración de John Lucas, Doroty Charnock, Daniel Ardila y Miguel Pérez Cruz. Unos textos en los que no solo se describen algunos de los enfrentamientos ocurridos en Canarias con piratas ingleses, bien en el mar o en incursiones en tierra, sino detalladas alusiones a la geografía de las Islas, a sus productos agrícolas, sus gentes, organización social y algunas leyendas.

Además, el libro incluye una exhaustiva relación de los viajeros ingleses que actuaron en el Atlántico durante la dinastía Tudor, elaborada por Lemus. Un listado que aclara los años de cada aventura comercial o pirática y que va desde Thomas Pert (1516, quien actuó solo en El Caribe) hasta William Pierce (1602), que se adentró en el Mediterráneo. En total, 149 comerciantes o piratas-corsarios, de los que 46 pasaron por las Afortunadas.

Entre uno y otro, nombres tan célebres como Thomas Cavendish, Francis Drake o John Hawkins, que a su fama mundial posterior, según subraya el autor, añaden sus pasos por Canarias en diversas etapas. En realidad, Lemus elabora este estudio hace más de diez años y lo presenta al Premio Internacional Agustín Millares Carlo de Investigación en Humanidades de 2012, que dirigía Antonio Béthencourt Massieu, de la ULPGC. Según supo indirectamente del propio promotor del certamen (el libro lo presentó bajo pseudónomo), tenía todas las papeletas para ganar.

Sin embargo, la crisis financiera y los recortes en esos años hicieron que los 22.000 euros del premio se bajasen a 3.000 y “Don Antonio decidiera suspender para siempre el certamen para que nadie se sintiera estafado”.

En 2017, se pone en contacto con la editorial Renacimiento y, si bien se ha retrasado su publicación por la gran y selecta producción de esta casa, ya salió de imprenta y tiene fecha para sus presentaciones: el lunes 6 de noviembre en la Casa Colón, de Las Palmas de Gran Canaria, a partir de las 19.30 horas y con la intervención del catedrático de Historia Moderna de la ULPGG Manuel Lobo Cabrera.

Asimismo, se presentará en el Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias, en el Puerto de la Cruz, el viernes 10 de ese mes, a la misma hora y con la participación de Fernando Viale Acosta, bibliotecario de la biblioteca Tomás de Iriarte, de la ciudad turística. La ronda se cerrará en la biblioteca pública de La Orotava el jueves 30 de ese mes, con mismo horario y, de nuevo, con la presencia de Lobo Cabrera.

Confusión con los piratas berberiscos

Lemus subraya que los canarios no temieron a los piratas ingleses hasta la crisis de Felipe II con Isabel I, acrecentada desde el momento en que la monarca inglesa, impulsora del imperio británico desde esta etapa, apoya a los reformistas de Flandes en su revuelta contra España. Pensaban siempre que los piratas eran moros (berberiscos). De ahí que muchas poblaciones se hicieran en el interior, pero pronto esto cambió y algunos comprobaron cómo los piratas ingleses, como hicieron en el Caribe y otras zonas, les engañaban con bandera española para, finalmente, tratar de hacerse con los botines y otros cargamentos.

Sin necesidad de bombonas, gafas o tubo, este licenciado en Filosofía y doctor en Historia por la ULL ha buceado en estas profundidades de una relación que, desde entonces, dejó a los ingleses como los principales visitantes de Canarias, no siempre con buenas intenciones.

A libros como Las Islas de la Ilusión, Del hotel Martiánez al hotel Taoro, Las Islas Canarias en la British and Foreign Bible Society, Lemus añade ahora uno bajo el prestigio de Renacimiento y con la satisfacción de que, con o sin premios, lo puede esgrimir con la sensación de deber y trabajo cumplido.

Lemus bucea en la piratería inglesa en Canarias
Thomas Cavendish, Francis Drake y John Hawkins. / Archivo

Descripciones del Garoé, el Teide se llamaba ‘El Pico’ y vinos inolvidables

Quien busque en este libro batallas propias de clásicos del cine, se equivoca. Por supuesto, hay alusiones a incursiones, cañonazos, muertes y botines, pero los vínculos entre los ingleses y Canarias fueron mayormente comerciales y cordiales. Hay reseñas a ataques a los buques españoles en las Azores o El Caribe, pero la principal aportación de esta obra (los textos traducidos de los capitanes y otros tripulantes) tiene gran valor por lo que describen de las Islas, sus gentes y las relaciones que mantuvieron. Se trata de 17 documentos que, entre otras cuestiones, aluden al Teide como El Pico (nunca lo mencionan por su nombre, ni siquiera hablan de “Nivaria”), ubican cada isla (no siempre certeramente), detallan los productos de los que se avituallan (cereales, agua, azúcar, vino, frutas…) y elogian, sobre todo, la calidad de los malvasías, con especial mención a los palmeros.

También hay referencias a árboles míticos, como el Garoé (El Hierro), se asegura que el Teide tiene nieve todo el año (incluido el verano), se resalta la belleza del Valle orotavense sin obviar su manto de nubes (“panza burro”, tan ausente en estos tórridos días de 2023), se hace referencia a la evolución histórica de las islas desde las primeras visitas de europeos a Lanzarote en el XIV y se describe el modo de vida en zonas como Las Palmas, La Laguna, San Sebastián de La Gomera o el puerto herreño. De todos, Lemus destaca a Cavendish, Drake o John Hawkins, quien visitó Tenerife en varias ocasiones desde 1562, donde se entrevistaba con el comerciante Pedro de Ponte y Vergara, primer alcalde de Adeje, entre otras cosas para tratar el comercio de esclavos. Drake fue uno de los preferidos de Isabel I y, como otros, logró patente de corso para asaltar lo que creyese oportuno, pero el libro deja también documentos de Nicholas Thorne (que pasó en 1526) y de John Thomas sobre los viajes de Thomas Wydhan (1552), quien sí tuvo una importante refriega en Lanzarote porque los isleños temieron un ataque, si bien luego se acordó la reparación de daños y entregaron a los prisioneros ingleses a cambio del veterano gobernador de la isla.

Asimismo, se aportan textos de John Lok (1554), Robert Tomson (1555, atacado al creerse que eran corsarios franceses), William Towerson (1555 y 1558), John Sparke sobre las visitas de Hawkins (1564), George Fenner (1566), Andrew Barker (1574), Walter Bigges sobre Drake (1585), Thomas Maynarde sobre Hawkins y Drake (1595), Richard Hawkins (1593), Robert Dudley, James Lancaster (1594), Amyas Preston y G. Sommers (1595), Robert Harcourt (1609) y Walter Raleigh (1617). Algunos permenecieron hasta ocho meses en islas como Tenerife, otros apenas las vieron desde el océano, pero lo cierto es que todos sentaron las bases de unos vínculos, no siempre pacíficos, que se mantienen hoy.

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