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Con 42 años y 3 hijos este tinerfeño dejó su puesto de directivo para emprender un negocio que duplica facturación cada año. Esto es lo que ha aprendido

Su historia podría ser una más, pero no lo es. Es una historia de reinvenciones y de éxitos personales y profesionales
Nicolás Ortega, emprendedor de Tenerife, junto a su mujer Teresa Rodríguez y a sus tres hijos
Nicolás Ortega junto a su mujer, Teresa Rodríguez, y a sus tres hijos Claudia, Lucas y Nicolás

Para Nicolás Ortega, natural de Puerto de la Cruz, por encima de todo está su familia.

De aquí a diez años, se ve con los deberes hechos a nivel económico y financiero y con la fuerza suficiente para seguir viendo crecer a sus hijos junto a Teresa, su mujer, mientras forma parte activa de sus vidas con el mismo grado de implicación, o más, que hasta ahora.

“Para eso son importantes dos cosas, una, no desviarte de tu objetivo profesional y tenerlo siempre muy presente y dos, hacer ejercicio para mantenerte en forma y sano, para que el deterioro físico no te limite en lo profesional o en lo familiar”, explica Ortega.

La historia de Ortega (Nico para sus amigos) podría ser una más, pero no lo es. Es una historia de reinicios, reinvenciones y de éxitos personales y profesionales.

“El éxito no va en la genética ¿eh?, sólo con mi esfuerzo y el trabaja duro”, asegura. Quiere dejarlo claro de entrada porque en su caso, para los que lo conocen, podría parecer un cliché. Su padre ha sido empresario y su hermano sigue siéndolo y, además, comparte genes y apellido con uno de los emprendedores más de moda de nuestro país, Pedro Buerbaum Ortega, protagonista del podcast WORLDCA$T. “Mi padre es su abuelo, José Antonio Ortega”, confirma entre risas antes de echar la mirada atrás y situarse al principio de esta historia.

De trabajar en la distribución a trabajar en la construcción

En 2005, la multinacional para la que trabajaba quiso trasladarlo a otra zona geográfica. Alejarlo de su tierra, su familia y sus amigos. Lo tuvo claro: sentía que tenía más razones para quedarse que para marcharse, así que se despidió de sus compañeros, dejó su empleo y vuelta a empezar.

“Si miro hacia atrás ahora es fácil decir que acerté al quedarme, pero entonces, aunque me sobraban las fuerzas y tenía menos responsabilidades, era un riesgo”, recuerda Ortega.

Su hermano le ofreció trabajo en su propia empresa, en el sector de la construcción. Y aunque esto podría parecerse a eso de ‘caer de pie’, para él no lo fue. Salario mínimo, conducir un furgón y cargar sacos de cemento. Físicamente duro y económicamente no tan reconfortante como su anterior ocupación.

Quince años después, con dedicación, esfuerzo y desde abajo, Nico había escalado por mérito propio hasta los puestos directivos en aquella empresa, empresa que, además, gozaba ya de un reconocido prestigio al que él mismo había contribuido en parte con su trabajo.

Por el camino ingresó a la universidad. Quería sacar el Grado en Arquitectura Técnica. Abandonó sin llegar a concluirlo, cuando se dio cuenta de que no iba a necesitarlo.

No abandonó el deporte: “Es algo que me ayuda a centrarme y sentirme bien. Trato de inculcárselo a mis hijos porque creo que es importante en la vida de cualquier persona”. Su pasión y energía le han llevado a prepararse y a completar en posiciones destacadas pruebas tan exigentes físicamente como la Blue Trail o la Spartan Race.

Pero con 42 años y reconocimiento social, una vida cómoda y una familia numerosa de la que sentirse orgulloso, Nico tuvo que resetear de nuevo.

De trabajar como directivo a emprender un negocio

El mundo paró completamente en 2020. La pandemia de COVID-19 acabó con toda actividad empresarial y muchos negocios echaron el cierre.

“La pandemia fue durísima para la empresa”, asegura Ortega, “pero resistimos y, poco a poco, fuimos recuperando la actividad entre finales de 2020 y el 2021”.

Y cuando todo “parecía rodar de nuevo, Claudia, la mayor de mis tres hijos, se puso malita”. La voz se le ensombrece a Nico al recordarlo: “Es la mayor de los tres, Claudia, Lucas y Nicolás, que en esa época tenían 7, 5 y 3 años cada uno”.

Iba a necesitar más tiempo para estar con su hija y cambiar de residencia para disponer de más servicios y médicos a mano.

Su cargo y responsabilidades se lo impedían, así que con el apoyo de Teresa tomó la única decisión que podía tomar: cambiar lo que había que cambiar.

Dejaron una vida para labrarse otra.

Vendieron la casa de sus sueños fuera de la ciudad por otra en el centro, mejor comunicada y con más servicios alrededor. Y para disponer de más tiempo y ajustar mejor la agenda a sus nuevas necesidades decidió emprender su propio negocio.

Dentro del sector de la construcción, “emprendí una actividad complementaria a la de la empresa de la que acababa de irme para no hacerle competencia a mi hermano, así que me decidí por la reforma de viviendas”, explica.

Ortega recuerda que se vio “con 42 años, mujer, tres hijos, el estado de salud delicado de la mayor, una hipoteca salada y empezando un negocio justísimo de dinero. Una incertidumbre total”.

Hoy por hoy, Claudia está recuperada y, tras tres años escasos de actividad, TAMDEM (así se llama su empresa) duplica facturación cada año.

Nico se ve “cogiendo rumbo de nuevo” y asegura que a pesar de los nubarrones de aquel final de 2021 y principios del 22 nunca perdió la ilusión.

“El éxito no es solo mío”, continúa, “también lo es de Jesús (Jesús Roberto González Cruz), mi socio. Me asocié con el Ferrari de los aparejadores”. Se deshace en elogios al hablar de su compañero, y también amigo, en esta nueva aventura profesional.

“Por difícil que te venga todo y por muchas veces que tengas que volver a empezar no puedes hundirte ni venirte abajo. Tienes que tirar para adelante, hay que echarle ganas y valor que con esfuerzo y trabajo todo sale”, exclama convencido Ortega.

Concluye enumerando las cosas más importantes que ha aprendido hasta ahora de la vida y de los negocios porque cree “que le puede ser útil a alguien que pueda verse en situaciones parecidas a las mías”.

Las 6 lecciones más importantes que ha aprendido

Ser humilde. “Es importante ir con humildad. Que no se te caigan nunca los anillos por hacer cosas a las que ya no estás acostumbrado o ya que no te apetecen. Puede volver a tocarte, como en mi caso, bajar a la obra y cargar sacos de cemento en la furgoneta”.

Ir partido a partido. “Como diría ‘El Cholo’ Simeone. Aunque a veces te parezca que todo se te cae encima, ir poco a poco y problema a problema, pasito a pasito”.

Caminar siempre con los mejores. Nico asume con naturalidad que no es el mejor en nada, pero aprendió pronto a saber escoger con quien contar para cada cosa. “Escuché una vez a Marta Ortega, hija de Amancio Ortega, reconocer que su padre no era el mejor en nada, pero sí sabía escoger al mejor en cada puesto. Así que, si necesito un fontanero, busco al Ferrari de los fontaneros. Un electricista, busco al Ferrari de los electricistas y así”.

Tratar a todo el mundo con respeto. “Todo lo que he conseguido en lo profesional y los negocios se lo debo a las personas con las que trabajado. Si las tratas con respeto te respetarán a ti. Esa es la mejor relación que puedes tener con nadie, la basada en el respeto personal y profesional”.

Ser agradecido. “Hay que dar siempre las gracias”. Se muestra enormemente agradecido con todas las personas que durante esta nueva aventura les han apoyado.

“Empezando de nuevo en un sector tan duro como la construcción si la gente no confía en ti, por ejemplo, nadie nos habría trabajado a crédito. Con cero euros en 2021 imagina como hubiera sido aquello. Si te han visto trabajar y esforzarte, los respetas y has sido agradecido las personas harán lo mismo contigo”, relata Ortega mientras resopla al final de casa frase.

Hacer deporte. Para Nico la actividad física es de vital importancia para mantener una buena higiene mental, pero, sobre todo, en su caso “para llegar bien a abuelo”, ríe. “Un cuerpo fuerte vive más años y con más calidad de vida y ese es mi objetivo número uno, para poder pasarlos con mi familia”.

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