tribuna

Los Taburiente, la gala de los comensales

En la trastienda de los Premios Taburiente, los galardonados comparten, horas antes, un almuerzo en el Mencey, donde dan pistas sobre la gala de esa noche. Desde 2015, el mundo y este país han ido pasando por etapas de calma y acojono, y eso se palpa en las dos estancias, el comedor del hotel y el escenario del teatro. Los premios son testigos de su tiempo. Siempre había un leitmotiv. Un hilo conductor. Un río de sentimientos. Creo que este año ganó el humor.

“¿Qué le parece esta nueva guerra?”, me susurra Ram Bhavnani, vecino de mesa. Él tiene la respuesta, pero la pregunta es una queja necesaria. Le preocupa la sinergia de conflictos, por las crisis que trae consigo. Al lado, Jorge Valdano, experto en liderazgo, comenta que la biografía de Elon Musk, de Walter Isaacson, muestra a alguien con apego absoluto al riesgo máximo. Y Pablo Carbonell, enfrente, con media sonrisa imperturbable, hace comentarios jocosos sobre cualquier cosa. El habitante desprejuiciado. Con él no parece que el mundo esté en llamas. La orquesta que no deja de tocar aunque el Titanic se esté hundiendo.

Irrumpe en el salón Álex García y saluda con experiencia. Ya no es el niño de Canal 7, sino el adulto curado de espanto que va a invocar abrazos contra el caos en su intervención esa noche porque “la cosa no está bien”.

La sesión de los comensales no tiene desperdicio. Se habla con afecto de padres y amigos, en contraste con la mala leche de ahí fuera. Sandra-García Sanjuán (Starlite, Marbella) recuerda la bonhomía de su padre. Teníamos una contraseña inter nos cuando quedábamos a comer con Pedro García-Sanjuán: “¡Detallazo!” Era alegre de un modo apoteósico. Y Valdano dice que 30 años atrás fue quien lo arropó en la Isla antes de que se desplegaran todos aquellos sueños en el Tenerife, quizá en el momento más dulce del último tercio de siglo.

En una esquina de la mesa, la actriz y guionista Marta González de Vega (De caperucita a loba en solo seis tíos) indagaba de qué nos reíamos. Carbonell había pulsado el botón. Y el humor se desparramó por la mesa. Marta, al fin, dijo en la gala lo que pensaba en esos momentos: “El humor cura el miedo. El humor es como el amor”. Había datos indiciarios de que en la gala ganaría el humor, el hábito que más escasea.

Cómplices y risueños, Carbonell y Jeanette cuchicheaban a los postres poniendo caras infantiles. “Yo siempre he querido volver a ser el niño de 8 o 9 años que corría por Santa Cruz en la Avenida de Bélgica”, dijo el hijo del embajador. Entonces, Jeanette, inglesa de nacimiento, contó su historia chicharrera. Aquella chiquilla de tenues melodías con voz angelical resulta que era hija y nieta de dos mujeres santacruceras de la calle Numancia. Su abuela la llamaba Catalina en señal de protesta por el nombre extranjero que le habían puesto. Por la noche cantó sus temas de referencia, Soy rebelde y ¿Por qué te vas?, “orgullosa de tener sangre canaria”, aclaró.

Carbonell la escuchaba en la sobremesa y luego dijo: “Soy el último, no se vayan”. Pero cuando subió al escenario a cerrar la gala, en efecto, el teatro se puso las pilas como si empezara todo de nuevo. Y hasta un grupo de jugadoras del Costa Adeje Tenerife Egatesa subió espontáneamente a bailar con Los Toreros Muertos la canción El fútbol femenino necesita tranquilidad bajo un teatro de jarana. Estos premios son así, una sucesión de lágrimas, chispa y solemnidad.

A Valdano (“la noche se llena de nostalgias”) se le quebró la voz tras un vídeo de Pepe Domingo Castaño, que habría querido entregarle la escultura con forma de La Palma.

¿Qué nexo unía a los premios Taburiente 2023?, se preguntó Lucas Fernández, presidente de la Fundación DIARIO DE ÁVISOS: que son “gente de éxito”, lo cual, “como la felicidad, es una cuestión de confianza, de dar sentido a la vida”. Ya tituló Viktor Frankl El hombre en busca de sentido”. Luego, Fernández añadió que la metáfora de los Taburiente es poner el “foco rutilante” sobre estas “vidas inspiradoras”. De ahí la valentía de los soñadores que tienen un “propósito”, como predican los estoicos.

Hubo fases de diálogo familiar. A Marta le entregó el premio por sorpresa su padre, abogado y dramaturgo. A Paco Moreno, su hermano el periodista José Moreno, también de un modo inesperado; luego citó a “dos ausentes felices”, sus padres, con cuyo resguardo se muda a Madrid, a Mediaset.

Cuando Manuel Darias (medio siglo de Historietas en nuestro periódico), que había sido el primero en llegar al almuerzo y en hablar en el teatro, dijo su edad, 81 años, muchos creyeron que esta gala, esta vez, iba a discurrir medio en broma. Y, al final, ganó el humor.

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