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Yolanda Soler Onís: “Lo más complejo ha sido conectar dos historias, pasar de una mirada a otra, de un tiempo a otro, y que el lector no perciba las transiciones”

La escritora, periodista y directora del Instituto Cervantes en Beirut vuelve a encontrarse con el policía canario Sindo Roca, tras 'Malpaís' (2002), en su nueva novela, 'Negra caridad'
Yolanda Soler Onís. / L.N.V.

Yolanda Soler Onís (Comillas, Cantabria, 1964) no oculta su entusiasmo por el trabajo editorial desarrollado por el sello Crónicas de Canarias para su nueva novela, Negra caridad. Un entusiasmo que abarca desde la portada a la contraportada, con ilustraciones de Pepe Dámaso, y se traduce en su agradecimiento hacia el editor Antonio Hernández Fraguela y el diseñador Juanma Mendoza. La directora del Instituto Cervantes en Beirut (Líbano), pero también filóloga, periodista y gestora cultural, nunca ha roto el vínculo con la literatura ni con el Archipiélago y, 21 años más tarde, vuelve a citarse con Sindo Roca, el policía canario que dio a conocer en Malpaís (2002). El pasado jueves, Soler Onís estuvo en Tenerife, para presentar Negra caridad en La Laguna, en el Instituto de Estudios Canarios.

-‘Negra caridad’ es un regreso, aunque situado en un tiempo anterior, al imaginario de la novela ‘Malpaís’, publicada hace poco más de 20 años. ¿Cómo ha sido este reencuentro con el mundo en el que vive Sindo Roca?
“Más que un reencuentro ha sido una continuación. Comencé a escribir Malpaís en 1995 y ese mismo año empiezo a trabajar en Negra caridad. En aquel momento, esta novela llevaba como título La indiana, porque no tenía en mente implicar a Sindo Roca en su trama. Finalmente, como a menudo pasa, el personaje de Sindo se impone y da forma a esta continuación. De hecho, todas las novelas de esta serie las trabajo de manera simultánea; una temporada trabajo sobre una, después sobre otra… Eso me permite también que la voz literaria no pierda el tono aunque pasen los años entre una historia y la siguiente, o la anterior. Necesito una unidad, un ritmo y un mismo tono para la voz del protagonista”.

-Si buscásemos una sola palabra para definirla, podríamos decir que estamos ante una novela negra, pero usted alude a un relato en el que también confluyen la literatura histórica, la de aventuras y el libro de viajes. ¿Tuvo claro desde un principio que recurriría a esta mezcla de géneros, de temáticas, para lo que quería contar?
“No. Lo que ocurre es que al incorporarse Sindo a la trama, pues la novela tiene a dos narradores, la indiana Rosa Cueto, y el propio Sindo, cambia la estructura de la novela, ya que se cuenta desde dos puntos de vista. De manera que en Negra caridad está la historia de los viajes, pero además la intriga de una muerte que investigan y otras que van apareciendo… Rosa Cueto, una octogenaria, va recordando pasajes de su vida y busca hallar la clave de ese asesinato, que sabe que la tiene, pero no la recuerda. La memoria es la que nos permite viajar y nos hace participar en ese itinerario. Por eso lo de novela de viajes. Y también histórica, porque el telón de fondo del relato parte de los indianos en el siglo XIX y esta novela transcurre en 1982. En el año del mundial de fútbol en España, con una crisis política sin resolver tras el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981…”.

“Rosa Cueto evoca su vida y busca la clave de un asesinato que acaba de ocurrir; sabe que la tiene, pero no la recuerda”

-Como apunta, Sindo Roca comparte en esta ocasión protagonismo con Rosa Cueto en un pueblo del norte de España. De ellos se sirve para construir un relato en torno a la venganza, pero también muy viajero, en el espacio y en el tiempo. ¿Cuál ha sido el mayor desafío para la escritora Yolanda Soler al crear este mosaico?
“Ser capaz de conectar las dos historias que se cuentan. Ha sido un trabajo de filigrana. Espero que los lectores lo aprecien. O, mejor aún, que no lo noten. Que pasen de un lado a otro, de un tiempo a otro, de una mirada a otra, de la casa de Rosa Cueto a la de Sindo sin apenas sentirlo. Confío en que, a medida que avanza la lectura, esa transición no se perciba”.

-¿Recuerda cuál fue la primera idea, el punto de partida que le llevó a ir dando forma a un texto que desembocaría en ‘Negra caridad’?
“Sí: me planteé contar la historia de una mujer que emigra a América en los años 20 del pasado siglo y regresa rica a su tierra”.

-Entre una novela y otra ha pasado mucho tiempo. ¿Tiene en mente una nueva aventura de Sindo Roca más a corto plazo o esa posibilidad escapa a cualquier cálculo?
“Me tomo mi tiempo para escribir. Y además, tengo la costumbre de dejar reposar los textos, quizás demasiado. En este momento estoy trabajando en Los muertos escondidos, que es otra precuela de Malpaís, pero secuela de Negra caridad, y en Mariposas negras. Esas son las dos obras que, dependiendo de la tranquilidad que me dejen los fines de semana, podré terminar en un año o en un año y medio. No lo sé. Eso es lo que a mí me gustaría, porque están muy avanzadas. Ahora me hallo en un proceso en el que voy desarrollando los capítulos, pero las tramas están definidas”.

“El punto de partida es la historia de una mujer que emigra a América en los años 20 del pasado siglo y regresa rica”

-Precisamente, quería preguntarle cómo se desarrolla en su caso el oficio de escritora. ¿Antes de comenzar cuenta con un mapa y una brújula, con un plan, en definitiva, o más bien todo va cobrando forma a medida que escribe?
“Hay escritores que se sientan ante un folio en blanco, pero yo no. Soy de las que tiene que tener perfectamente planteados los mapas, los cronogramas, la relación que mantienen los personajes, creándoles un pasado y también un futuro… Soy de planificar mucho y no ponerme a escribir hasta que lo tengo todo muy bien planteado”.

-Poeta y novelista, gestora cultural y periodista, directora del Instituto Cervantes en Beirut… ¿De qué manera conviven estos desempeños, estas vocaciones?
“Creo que esta convivencia es el resultado de los lugares por donde nos va llevando la vida. Empecé a estudiar Derecho, pero al mes y medio me di cuenta de que no me interesaba nada. En esa época comencé a colaborar con el periódico La Provincia y decidí matricularme en Filología Hispánica, que, de todas formas, para quedarme en Canarias era una de las pocas opciones que había en aquel momento. Terminé la carrera en la Universidad de La Laguna. Guardo unos recuerdos maravillosos de aquella época. A raíz de eso, ya con la carrera de Filología Hispánica, quise seguir por el camino del periodismo. Hasta que en un determinado momento, vivía yo en Lanzarote, me propuso un amigo que le diera clases particulares a un médico alemán. Al principio yo era reticente, pero luego me animé. Ese fue el germen que iba a cambiar mi vida. De ahí pasé a ser profesora de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) durante los veranos; a continuación, a organizar los cursos de español para extranjeros de la UIMP en Canarias, entre 1999 y 2005, y luego entré en el Instituto Cervantes. Sin embargo, en todo este tiempo nunca he dejado el gusanillo del periodismo, porque, además de en la prensa, trabajé en la radio, hice guiones para la televisión. Siempre que puedo me apunto a un programa de radio, a producir los vídeos del Cervantes… Creo que se trata, simplemente, de ser capaz de compatibilizar diversas cuestiones que, en el fondo, tienen mucho que ver con la palabra y entre sí”.

“La poesía y la novela, la gestión cultural y el periodismo son el fruto de los lugares por los que me lleva la vida”

-Y si tuviera que elegir solo una, ¿en cuál se halla más cómoda o, quizás, más plena?
“Me encantaría dedicarme solo a escribir, pero disfruto muchísimo de mi trabajo. Es una gran suerte el poder desarrollar mi labor en el Instituto Cervantes; de gestión, de promoción de nuestra lengua y nuestra cultura, de todo lo que se hace en el ámbito hispano… También conocer otros países y otras maneras de pensar y de ser. Es un auténtico regalo. La actividad literaria me viene de algo que me decía mi padre, que no se disgustó en absoluto, mi madre sí, cuando dejé los estudios de Derecho, a la hora de elegir un oficio: hay que tratar de que aquellas cosas que más te gusta hacer se encuentren lo más cerca posible de tu profesión, porque le vas a dedicar muchas horas de tu vida”.

-Su vínculo con el Instituto Cervantes le ha llevado a Reino Unido, Polonia, Marruecos y ahora Líbano. ¿Ha asumido de forma distinta la misión del instituto conforme al país en el que desempeña la labor o más bien todo consiste en aplicar unas mismas ideas?
“En absoluto. Cada centro, cada país y hasta cada ciudad demanda un tipo de trabajo específico. Tenemos unas claves y una misión, pero la libertad de desarrollarlas según el contexto. Se trata, en suma, de un diálogo”.

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