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Guaguas al norte: lo peor ya no es tardar el doble en llegar, sino no poder hacerlo

En horas punta no recogen a casi nadie en La Laguna porque salen llenas desde Santa Cruz, y el colapso no permite hacer los transbordos necesarios para llegar a Buenavista
Cola en el intercambiador de La Laguna para subir en la línea 108 / F.K.A.

Por Fátima Kenair Álvarez. El 1 de enero la población de Tenerife empezó a coger la guagua gratis. El Cabildo de la Isla está destinando una buena cantidad de millones para sufragar el servicio de transporte, a cargo de las empresas públicas Titsa y Metrotenerife, con el deseo de reducir las históricas colas que se producen en las carreteras tinerfeñas y avanzar en las cuestiones medioambientales. Era tentador intentar que la gente dejara de coger el coche con tan exquisito caramelo, pero ¿para qué si no se puede cubrir la demanda existente? Lo que sucede en el Intercambiador de La Laguna cada día es una prueba rotunda.


Las guaguas que deben llegar en horas punta, como a las 14.00 horas, no pueden subir a toda la gente que hace la cola porque los vehículos van prácticamente llenos desde Santa Cruz. La congestión del tráfico tampoco permite que estén a la hora estipulada, así que se producen enormes acumulaciones de personas que pierden hasta dos guaguas esperando caber en alguna. Aún no se palpa esa mejoría de la que hablaba hace unas semanas Rosa Dávila, presidenta del Cabildo. “La última vez solo subimos cuatro”, me contó otra usuaria habitual mientras hacíamos la fila.


Pero lo peor no es tardar el doble o el triple en llegar a donde se necesita, sino no poder llegar. Una noche quise coger la línea 103 de las 21.40 horas para ir de La Laguna a la estación del Puerto de la Cruz y alcanzar la 363 de las 22.40 horas, que es la única línea que va hasta Buenavista y la última que salía por ser fin de semana. Me presenté con tiempo para asegurarme un buen puesto en la larga cola, pero cuando el vehículo se aproximó al punto de recogida decidió no parar. Además, toda la situación de caos coincidió con las primeras lluvias en el municipio, así que había personas desesperadas porque se quedaron atrás y encharcadas porque salieron de la zona techada con la intención lógica de subirse.


Todos los asientos estaban ocupados, pero no había nadie de pie. Aunque el portal de transparencia de Titsa no lo deja demasiado claro, en algunas guaguas hay pegatinas que informan de que pueden ir 47 personas sentadas y 18 de pie, o 15 si van dos con movilidad reducida. Mientras la 102, la 108 o la 122, entre muchas otras, sobrepasan el límite con asiduidad, ese día la 103 no abrió sus puertas. ¿Es el conductor o la conductora quien elige a cuanta gente lleva? ¿Qué sucedió esa noche? Hemos pasado de preocuparnos por no tener en donde sentarnos en trayectos dilatados por los atascos a protestar por no poder subir.
Quienes iban hacia el territorio que se ubica más allá de Icod de los Vinos, que no sé hasta qué punto es relevante para la empresa, se vieron con una mano delante y otra detrás. A mí me hicieron el favor de llevarme al enlace de La Orotava a toda prisa para hacer ahí el transbordo, pero a saber cómo resolvieron el gran contratiempo las personas que no tenían a quién llamar o competencias digitales para buscar otra alternativa -en este caso no había-. En Canarias el 15,6 % de la población tiene habilidades digitales básicas, el 33,8 % bajas y el 1,5 % ninguna, según datos del INE.


La experiencia de volver a la Isla Baja desde la capital en el último tramo del día es desoladora. No existen líneas directas. El mejor combo para llegar es el de 108 y 363, pero las frecuencias horarias no se ajustan a la realidad. Si todo va bien, entre una y otra hay que esperar unos veinte minutos; si la primera se retrasa, la segunda no tiene la obligación de aguardar, aunque una buena parte del “pasaje” lo necesite. Mi compañera de fila me contó también que en una ocasión un conductor le espetó: “Si espera bien, y si no coja la siguiente”. Ese día tuvo que permanecer una hora más en la estación de Icod.


El derecho a un transporte público de calidad está estrechamente vinculado con el derecho a la libertad de movimiento, a la educación, a la sanidad, al trabajo… a todo lo que cualquiera necesita hacer fuera de su casa para poder tener una vida sana. Es lamentable que no haya suficientes guaguas para recoger a todas las personas que lo precisan, y muy peligroso cuando sucede por la tarde-noche. Muchas no tienen otra forma para llegar a sus hogares y depositan su confianza en Titsa. El Cabildo tiene que mejorar la comunicación interna de inmediato y activar el protocolo de refuerzo cuando se requiera. Pasar de largo no es aceptable. Si ahora hay más pasajeros, los recursos deben estar a la altura. A ver si en el balance de los doscientos días podemos decirlo.

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