tribuna

Sam Altman

A Sam Altman lo echaron de Open AI porque los directivos de la empresa tenían la sospecha de que el proyecto que pretendía poner en marcha era una amenaza para la Humanidad, pero ocurrió algo insólito: al poco tiempo los empleados exigieron su vuelta, regresó y puso en la puerta de la calle a los que lo habían expulsado. Son cosas que pasan y no es bueno hacer comparaciones. El problema estriba en pensar que este hecho elimina la amenaza, o, por el contrario, hace que aumente al ser secundado por la mayoría de los trabajadores. Dicho de otra manera: ¿estaban equivocados los de la junta que lo descabalgaron, o el que haya sido reclamado por la mayoría es suficiente para que dejen de tener razón? Como dicen los tertulianos cursis: “Ahí lo dejo”.


Yo no estoy seguro de nada. No sé si la Inteligencia Artificial nos va a destruir. El término me asusta porque hace sospechar que se trata de una prótesis puesta a disposición de los tontos para que aparenten dejar de serlo. En lugar de inventar estos artilugios se debería invertir en educación y en salud mental. Mejor nos iría. Mientras lo artificial sirva para resolver un complicado sistema de ecuaciones lineales no pasa nada; lo malo es cuando el juicio de la ineptitud se disfrace de rigor científico y se impongan las inteligencias ayudadas por las muletas de la electrónica. Ya nos va mal con la inteligencia natural para que encima sea estimulada por programas de fácil manipulación.


El caso de Sam Altman ha surgido por pretender convertir una investigación en un negocio. Es decir: sacar beneficio propio de algo que se suponía iba a ser del interés de todos. El mundo está repartido así y es la contabilidad del dinero la que manda, el rédito inmediato, incluso cuando se pretende recoger la cosecha antes de que la fruta esté en sazón.


Hay quien piensa que rechazar a la IA es una defensa elitista que se opone a la oportunidad de lo igualitario; una manera de enrasar a la sociedad eliminando el mérito, pero esto no es así, porque siempre estaremos en las manos de quienes nos programan. Hemos pasado a ser los bit de una gran máquina que acabará siendo controlada por otras de su misma especie. No sé si estos automatismos son el ubermensch de Nietzsche, o si éste se verá obligado a sublimarse, a huir del planeta por culpa de aquellos. El día que empiecen a gobernarnos será un mal asunto. Ya lo han intentado en algunas ocasiones y ha sido desastroso. Nietzsche escribió Aurora y alguien eligió el término para hablar del despertar en una nueva era. En aquel tiempo no disponíamos de Inteligencia Artificial, pero casi. Había la intencionalidad de ponernos a todos el mismo uniforme, de hacernos iguales. Esto lo denunció Orwell unos años después, cuando escribió su 1984. Llegó esa fecha y no pasó nada, como llegó 2001 y el viaje espacial del hombre no le llevó a Júpiter, como llegará 2050 y seguiremos estando aquí, a pesar de los agoreros. Últimamente abundan los ubermensch, los superhombres. Tienen la fama de ser indestructibles y de renacer de sus propias cenizas, como este Sam Altman. Cuidado con ellos.

TE PUEDE INTERESAR