Por Ahinoam Arbelo Brito* | La población infanto-juvenil siempre ha sido diana en cuanto a las adicciones se refiere. El cerebro adolescente está en proceso de maduración y es especialmente vulnerable; la experimentación con alguna sustancia tóxica u otras adicciones comportamentales, marcará un antes y un después en la vida del/la joven.
No olvidemos que esta etapa la marca la insaciable búsqueda de sensaciones y la experimentación constante. Representa un periodo especialmente sensible en el establecimiento de la ‘identidad propia’, y es por ello es que debemos hacer especial hincapié en los factores o circunstancias que pueden favorecer o prevenir conductas de riesgo. Además, los/as jóvenes sienten una significativa presión de grupo y es destacable la vulnerabilidad ante el posible rechazo o aceptación social.
El contexto juega un papel fundamental cuando hablamos de este fenómeno; la familia, el centro escolar e incluso el grupo de iguales serán determinantes a la hora de que se pueda establecer una conducta adictiva. No obstante, debemos prestar especial atención a otros factores sociales, como la disponibilidad de la sustancia o la naturaleza socio-cultural-económico del entorno de interacción. De una forma u otra, todas las personas que conforman esta sociedad, actúan como agentes de cambio en el desarrollo y evolución de un/a joven.
Según la encuesta ESTUDES (2023) entre nuestros jóvenes ha aumentado el consumo de alcohol, éxtasis, anfetaminas e inhalantes volátiles, mientras que se establece una caída en el consumo de tabaco y cannabis, respecto a años anteriores. El Observatorio Europeo De Drogas nos avisa que la disponibilidad y la producción de drogas sigue siendo elevada, y que además los/as jóvenes tienen acceso a una gama más amplia de sustancias.
No debemos olvidar además que se ha producido un incremento alarmante de menores que realizan un mal uso de los videojuegos, de dispositivos en general, y en su defecto, de internet. Los juegos de apuestas (online y presencial), y el trading siguen siendo conductas desconocidas para la sociedad. Desde el año 2020, se ha triplicado el número de jóvenes que presentan abuso de estas conductas. La aparición de plataformas virtuales y Apps permiten que muchos menores accedan a realizar inversiones, sin ningún tipo de experiencia administrativa y financiera, lo cual puede traducirse en un riesgo que viene acompañado de consecuencias.
Minimizar esta realidad sería un error, pero nos equivocaríamos al pensar que no tiene solución: cada día supone un nuevo reto para paliar las consecuencias de este fenómeno.
En San Miguel Adicciones, ONG pionera en el abordaje de las conductas adictivas en Canarias, atendemos a cerca de 300 jóvenes anuales en nuestra entidad y el objetivo que persigue el equipo terapéutico es transformar su realidad y mejorar la calidad de vida. Cualquier tratamiento enfocado a la prevención y a la asistencia, debe consolidarse como especializado cuando hablamos de jóvenes.
La suma de los esfuerzos de los agentes de cambio como la familia, las instituciones, y los profesionales, será clave para contar con un futuro prometedor. Nuestros/as jóvenes son la generación mejor dotada gracias a la globalización; participan activamente en nuestra sociedad y actúan conformando el futuro social más esperado. Potenciar y desarrollar sus talentos son objetivos claves en nuestra labor profesional y personal.
La infancia supone ser una etapa de desarrollo en la que se forman y consolidan las bases de una personalidad única. Aprender y descubrir el mundo son tareas obligatorias para los/as niños/as; proteger, cuidar de sus sueños y promover su espíritu autocrítico y emprendedor, debería de ser tarea de la sociedad en su conjunto.
‘El respeto de los derechos humanos comienza por la manera en que la sociedad trata a sus niños/as’.
*Trabajadora social y especialista en intervención con adolescentes en Asociación San Miguel Adicciones