La charla en Los Limoneros con el profesor Humberto Hernández (La Guaira, 1951) me sirvió para varias cosas, entre ellas para certificar su humildad y su brillantez, para constatar que he sido injusto con él a lo largo de los tiempos y para conocer a un hombre afable, con una trayectoria académica que sonroja. Él mismo dice que padece el síndrome del impostor y que rechaza hablar de su currículo, que lo consulte en cualquier web. Dos centenares de publicaciones, director de la Escuela Universitaria de Formación del Profesorado, catedrático de Universidad en el área de Lengua Española, diez años decano de la Facultad de Ciencias de la Información y actualmente presidente de la Academia Canaria de la Lengua. Humberto, en su discurso de ingreso en la Academia, dio una lección magistral a los periodistas, a los que ha sometido a un marcaje implacable, incluso en lo fónico, incluida la afirmación de que nuestro seseo no debe ser corregido. Fue mi propuesta personal desde que entré en Televisión Española en 1971, donde me negué a “hablar godo” como hacían otros compañeros más sumisos ante la norma castellana. Me he leído ese discurso y es espléndido, orientativo, claro y hasta amable con quienes, en mayor o menor medida, destrozan –¿destrozamos?— la lengua cada día. Esta introducción sobre el autor del Libro de Estilo de la Radiotelevisión Canaria podría ser mucho más larga, pero la he acortado adrede para estirar sus respuestas, tan interesantes.
-¿Está asegurada hoy la supervivencia digna de la Academia Canaria de la Lengua?
“Yo creo que sí. Es necesaria, como lo viene acreditando, y tiene, además, un claro respaldo institucional”.
(A continuación hace el profesor Hernández un relato normativo, posiblemente necesario, pero que puedo resumir con la existencia de una obligación estatutaria de asumir “la defensa, promoción y estudio del español de Canarias, como variedad lingüística del español atlántico”. La Academia fue creada para proteger nuestro dialecto).
-Por cierto, ¿hablamos de idioma o de dialecto?
“Hablamos un idioma, la lengua española, en uno de sus dialectos, el canario. Todos los hablantes del español nos expresamos en un dialecto (mexicano, caribeño, andino, chileno, austral, castellano, andaluz o canario)”.
-Y así se conforma la lengua española.
“El español, la lengua española, no es otra cosa que una integración de estos grandes dialectos, y el canario, a pesar de tener un número limitado de hablantes (unos dos millones), si lo comparamos con otros de mayor extensión territorial y número de hablantes (la modalidad mexicana tiene, por lo menos, unos 120 millones), presenta una enorme proyección fuera del Archipiélago”.
-¿Cuáles son las singularidades fónicas, gramaticales y léxicas del español hablado en Canarias?
“Una pregunta sencilla, aparentemente, pero con una respuesta que podría ocupar todo el tiempo de esta y de una docenas más de entrevistas como esta”.
-Vamos a hacer valer tu capacidad de síntesis, profesor.
“En el plano fónico, el seseo (en nuestra modalidad no existe el fonema interdental fricativo, representado en áreas castellanas por la letra z), la aspiración casi generalizada de la ese final de sílaba y palabra y algunos rasgos más como la pronunciación aspirada del fonema velar fricativo (representado por la letra j y la g, seguida de e,i). En lo gramatical lo más destacado es la ausencia del pronombre vosotros y las desinencias verbales correspondientes, que se sustituye por el ustedes (“ustedes cantan” en vez de “vosotros cantáis”). También, por supuesto, nos caracteriza la ausencia del laísmo, loísmo y leísmo y algunos otros rasgos, como la formación de diminutivos (“cochito” en lugar de “cochecito”, por ejemplo”.
-¿Y en el terreno del léxico?
“El rasgo general es la presencia de los llamados canarismos, que pueden ser de origen prehispánico; los guanchismos (baifo, gánigo); los portuguesismos (magua, desinquieto); los americanismos (guagua, bemba); los andalucismos incluso (cigarrón) y hasta algunos canarismos procedentes del bereber (majalulo) y también del inglés (piche, queque). Pero es muy difícil resumir todas las características de una modalidad dialectal tan rica, como lo es el canario”.
-Una vieja ilusión. ¿Existe alguna posibilidad de rescatar el lenguaje hablado por los primeros pobladores de Canarias?
“Si te refieres a la situación lingüística anterior a la Conquista, a la lengua de los primitivos guanches, mucho me temo que sería una tarea muy difícil de realizar. Apenas poseemos documentación y lo poco que se pudo heredar de los aborígenes que se incorporaron a la nueva sociedad después de la Conquista no creo que sea suficiente para recomponer un sistema lingüístico ya desaparecido. De cualquier forma, siempre he rehuido cualquier tipo de afirmación dogmática. Y especialistas habrá que puedan dar mejores respuestas a lo que me planteas”.
-¿Están representados en la Academia todos los sectores que pueden contribuir a un reconocimiento efectivo de nuestra manera de expresarnos?
“Yo creo que sí. En la Academia Canaria tenemos tres tipos de académicos numerarios: el tercio de filólogos, el de escritores y el de las personas de reconocidas trayectorias científica y profesional. De todos modos, siempre se producirán ausencias que probablemente deberían estar representadas, aunque estas se suplen con nuestros académicos honorarios y con los colaboradores, que también los hay y muy eficientes. Siempre estaremos abiertos a cuantas aportaciones pudieran llegarnos”.
-Tú has sido diez años decano de la Facultad de Ciencias de la Información. Yo intervine muy activamente en la creación de la nuestra. ¿Han terminado estas facultades en fracaso?
“Respondiendo a tu pregunta te diré que, en líneas generales, las facultades de Ciencias de la Información sirven, en buena medida, para garantizar que los profesionales que vayan a ejercer tengan acreditada la cualificación mínima necesaria (teórica, práctica y ética) para el ejercicio profesional y que esta exigencia debe alcanzar a todos los medios, públicos, privados, escritos, audiovisuales y digitales. Y esto no siempre es así. Hay medios que escapan de cualquier tipo de control (o autocontrol) de calidad, ética y formal”.
(Antes, Humberto Hernández hace algunas consideraciones sobre el desconocimiento de la “veracidad” y comentarios para que la cultura y la lengua se asocien con el periodismo. Parece que no ocurre así y mi interlocutor define el problema con pesimismo, o así lo he interpretado: “Es un mal general”, indica).
-¿Fracaso entonces?
“El hecho de que las facultades estén abocadas o no al fracaso depende de las medidas correctoras que se vayan introduciendo en los planes de estudio, adaptando los currículos académicos a las necesidades de los futuros profesionales. No digo nada nuevo. García Márquez, en su artículo “El mejor oficio del mundo” afirmó que la mayoría de los graduados llegan con deficiencias flagrantes, tienen graves problemas de gramática y ortografía y dificultades para una comprensión reflexiva de textos. Añade el premio Nobel que algunos se precian de que pueden leer al revés un documento secreto sobre la mesa de un ministro, de grabar diálogos casuales sin prevenir al interlocutor o de usar como noticia una conversación convenida de antemano como confidencial. Dice García Márquez que lo más grave es que estos atentados éticos obedecen a una noción intrépida del oficio, asumida a conciencia y fundada con orgullo en la sacralización de la primicia a cualquier precio y por encima de todo. No los conmueve el fundamento de que la mejor noticia no es siempre la que se da primero sino muchas veces la que se da mejor. Este es un artículo que siempre recomendé a mis alumnos, desde las primeras semanas del curso”.
-Volvamos a la Academia. ¿Qué va a ser lo que la lleve al podio? ¿Quizá un gran diccionario?
“Honesta y modestamente creo que, frente a los malos augurios del pasado de quienes no daban justificación a su existencia, o que iba a ser objeto de manipulaciones ideológicas o de otro tipo, creo que ha conseguido a lo largo de estos 23 años de trabajo continuado y de dificultades situarse en ese podio, que no sé si la acepción está registrada fuera del ámbito deportivo; si no lo está, habría que recogerla)”.
-¿El diccionario?
“Un gran diccionario contribuiría a lo que he dicho, pero ya tenemos uno, el Diccionario Básico de Canarismos, cuya utilidad, sobre todo en el ámbito escolar, está reconocida. Trabajamos en un diccionario dialectal de mayor extensión y más abarcador de las hablas canarias, aunque el proceso de elaboración es lento porque no nos limitamos a recoger el léxico que otros han registrado, que por supuesto tenemos en cuenta, sino que aspiramos a comprobar si lo que se ha dicho o escrito se corresponde con la realidad. Un buen diccionario no es una simple tarea de recopilación (así cualquiera puede ser lexicógrafo, sentado en un despacho) sino, sobre todo, de comprobación y de elaboración. Por eso la lexicografía española no ha experimentado los grandes progresos de las lexicografías europeas, salvando honrosas excepciones, porque todos los diccionarios en España se han ido elaborando por un sistema de parches sucesivos reproduciendo errores tras errores en las ediciones. Nos llevará algo más de tiempo, pero somos conscientes de esos déficits y estamos obligados a subsanarlos”.
-Humberto, ¿no te asusta el bajo nivel profesional de quienes firman en los periódicos, sobre todo en los digitales?
“Procuro no exponerme a situaciones que me puedan causar impresiones negativas. Y cuando uno ha comprobado que el nivel de algunas publicaciones no alcanza los mínimos exigidos es mejor no seguir sufriendo sobresaltos”.
-No voy contra nadie. Pero Umbral y González-Ruano no entraron en la Academia Española de la Lengua. ¿Cómo resolvemos esto? En la Canaria, ¿son todos los que están, están todos los que son?
“Los que estamos aquí, lo puedo asegurar, “somos”, pues creo que todos, sin excepción, somos personas que, desde nuestros propios ámbitos profesionales, aspiramos a contribuir con los fines de la institución: defender, promover y estudiar nuestra modalidad lingüística, así como sus manifestaciones literarias”.
-Luego…
“Que estén todos los que podrían o deberían estar es muy difícil de valorar, si bien puedo decir que tratamos de seguir con rigor y honestidad las propuestas de ingreso de nuevos académicos, proceso reglado en nuestros Estatutos. Pero tenemos limitaciones para los académicos numerarios y no cabrían todos los que deberían serlo. Es verdad que a veces se plantean situaciones difíciles de resolver, pero quizá ello signifique que en Canarias hay muchas personas con el perfil apropiado para ocupar un lugar en la Academia y que, además, tienen interés en trabajar por ella”.
-Te hablaba de Umbral y Ruano, en la Española. Los ponía como ejemplo: nunca entraron.
“Desde mi óptica de filólogo, y dadas las funciones eminentemente lingüísticas de las academias de la lengua, tan llamativas –o más— de las que citas son las ausencias de María Moliner, en el siglo pasado, y más recientemente la de Manuel Alvar Ezquerra, querido amigo y maestro, eminente filólogo y, sin duda, uno de los mayores lexicógrafos del mundo hispánico. Y sobran mayores comentarios”.
-¿Podrían ser coincidentes las funciones de la Academia Canaria con las de la Española?
“Ambas instituciones, ocupándose de la misma realidad, que es la lengua, cumplen funciones complementarias: la RAE se ocupa del español general mientras que la ACL exclusivamente de nuestra modalidad dialectal. Es verdad que alguna vez se ha suscitado la cuestión que planteas, pero creo que con lo que digo ha quedado resumida la respuesta más sencilla”.