comunicación

Fallece Fran Domínguez, subdirector de Diario de Avisos

El periodista orotavense, de 52 años de edad, deja un recuerdo imborrable, profesional y personal, en todos quienes le conocieron

“Aunque nada pueda hacer / volver la hora del esplendor en la hierba, / de la gloria en las flores, / no debemos afligirnos, / porque la belleza subsiste siempre en el recuerdo”

William Wordsworth, Oda a la inmortalidad, 1807.

El periodista tinerfeño Fran Domínguez, subdirector de DIARIO DE AVISOS, falleció anoche a los 52 años de edad.

No es fácil. No es nada fácil. Pero tú, Fran, eres periodista, lo eres hasta el final. Me han hecho el encargo y me habrías dicho que no queda otra, que hay que hacerlo. Pero también eres muchas cosas más. Precisamente por eso, insisto, amigo mío, no resulta sencillo.

En estos casos se echa mano de currículum y el tuyo dice que Fran Domínguez es subdirector de DIARIO DE AVISOS, que te licenciaste en Geografía e Historia y en Ciencias de la Información por la Universidad de La Laguna (ULL). Que eres un periodista orotavense, que has desarrollado casi toda tu vida profesional en DIARIO DE AVISOS, periódico en el que comenzaste a finales de 1998 y en el que has sido jefe de Sociedad y Cultura (2007-2012), redactor jefe y subdirector (de 2012 a 2019 y de nuevo ahora).

Que has ejercido la crítica de cine en el decano de la prensa de Canarias con la columna La claqueta y con el blog Sé lo que viste. Que eres miembro de la Asociación de Informadores Cinematográficos de España (AICE), entidad organizadora de los Premios Feroz. También que has trabajado en el ámbito de la comunicación institucional, formando parte, entre 2019 y 2021, del Gabinete de Prensa del Cabildo de Tenerife. Y perdóname si me lío con los años, pero todo esto parece un mal sueño y cuesta centrarse.

De cualquier manera, esta relación de funciones, periodos y responsabilidades, como siempre ocurre cuando se pretende contar, aunque solo sea un poco, la vida de alguien, es demasiado simple, se queda corta, es muy pobre e insuficiente para describir quién eres, o al menos que quien no te conozca se haga una idea. Y, sobre todo, explicar por qué tanta gente te quiere tanto.

Permíteme entonces que hable de recuerdos compartidos, que comenzaron mucho antes de que los dos fuésemos periodistas, o intentásemos serlo, que hoy ya es bastante, y algo después de que de niños nos quedásemos con la mirada fija ante el televisor cada vez que echaban Lou Grant.

LA OROTAVA

Y claro, aquí entra La Orotava, tu amada La Orotava, el lugar en el que naciste, donde está una parte de tu familia, la otra está en el Sur, y comenzaste a hacer amistades que han durado toda la vida, tan corta a veces, a las que se unieron otras muchas según ibas -discúlpame la frase hecha- ampliando horizontes, y a la que regresas desde Candelaria o desde Santa Cruz cada vez que tienes la oportunidad. Tu simpatía y tu sentido del humor, la lealtad y la franqueza -ese no aguantar boberías- convierten tu amistad, verdadera amistad, en algo muy valioso para todos. Y luego, claro -ya no me da vergüenza decirlo-, está tu inteligencia y tu pasión por temas tan diversos, o a lo mejor no, como el cine, la historia y las historias, el periodismo, el deporte o conversar. Y la empatía. Tu gran empatía.

El caso es que te conocí en La Orotava, en el Instituto Villalba Hervás, pero no en el actual, sino donde ahora hay un mercadillo del agricultor. Ya tú ves. Calculo que teníamos 15 años. Jugabas al baloncesto en las categorías inferiores del San Isidro y tu equipo es -también, y por supuesto, en fútbol- el Real Madrid. Nadie es perfecto.

Me acuerdo, por ejemplo, de un verano en El Rincón, jugando un improvisado partido de fútbol en la playa contra una gente que no conocíamos. Siendo ahora objetivos, te hubieras llevado la tarjeta roja en el minuto uno. Cuando estábamos en COU, la primera clase de los lunes, más que a la asignatura de turno, la dedicábamos a comentar las peripecias del Madrid y del Barça. Uno en cada bando.

Ya entonces éramos compañeros de pupitre, el nombre que algunos años después le dimos al artículo semanal que escribíamos juntos en el Dtrulenque, el suplemento del DIARIO. El amor por el cine nos llevó una vez, junto a otros buenos amigos, a escribir el guion de un cortometraje que, de haberse rodado, hubiera sido muy pretencioso, además de infumable y quizás hasta un desastre. Tampoco olvido en BUP aquellas clases de lenguaje cinematográfico en el Villalba, y, especialmente, cuando nos poníamos a filmar las ideas concebidas por todos. En todo aquello que te gusta, sabes contagiar entusiasmo.

Luego, o durante, llegaron las salidas nocturnas. Por La Orotava, por el Puerto de la Cruz y el descubrimiento de La Laguna, que no solo supuso la Universidad, aunque también. No recuerdo bien si ocurrió en el Renault 5 o en el Corsa, pero sí que te habías quedado prácticamente sin gasolina y entre los siete u ocho que íbamos en tu pequeño coche reunimos algo así como 40 o 50 pesetas, que ya entonces era una miseria.

Entraste en el periódico algo más de tres años antes que yo. Y aún tengo ante mí el día en el que me propusiste hacer prácticas de verano allí, en la delegación del Puerto de la Cruz. Acto seguido me recomendaste varios libros de estilo. Esa delegación, por tantas cosas y personas, se convirtió en otra familia.

En fin, Fran, no se qué más contarte en este texto al que me resisto a ponerle nombre y que nunca hubiera querido escribir. Simplemente, me gustaría agradecerte todo el tiempo que nos has acompañado. Y decirte que lo tuyo ha sido más que amistad y que para lo mucho o poco que aún reste hasta que volvamos a encontrarnos voy a guardar muy bien estos momentos y otros muchos recuerdos que no quiero, no me vienen ahora a la cabeza o no sé contar.

Estos últimos tiempos han sido complicados, amigo. Bien lo sabes tú y bien lo saben todas y todos a quienes le importas. Y ahora mismo, como los demás, echo de menos una conversación contigo, en la que, inevitablemente, empecemos desahogándonos y acabemos riéndonos. Un abrazo grande y ve tranquilo: nunca te vamos a olvidar.