san miguel de abona

Dolores, a sus casi 103 años: “Ahora la gente va como loca y todo le parece poco”

Al borde de los 103 años, la sanmiguelera Dolores Delgado afirma que el secreto de su longevidad es el gofio, el potaje y vivir tranquila, “aunque yo pasé lo mío”, subraya
Dolores Delgado

María Dolores nos recibe en el salón de su casa, en el casco urbano de San Miguel de Abona, con una expresión amable que adorna con una leve sonrisa. El próximo 8 de mayo cumplirá 103 años. Saluda a la vieja usanza: “Soy María Dolores Delgado Pérez, para servir a Dios y a usted”. De entrada, aclara que “el tino no lo he perdido”, y cuando le preguntamos si imaginaba superar el siglo de vida, responde: “¡Qué va! Tanto no, yo nunca pensé llegar a estas alturas”.

Bromea sobre el secreto de su longevidad: “Será el hambre que pasé”, afirma. Cuando insistimos, incluye entre su fórmula centenaria “la leche con gofio, el potaje y tomarme la vida tranquila, que ahora la gente está en el aire, muy nerviosa, va como loca, corriendo de un lado a otro y todo le parece poco”.

María Dolores proyecta un carisma especial en su mirada, en sus gestos y en la forma de responder cada pregunta. Asegura estar “muy contenta” con su familia, formada por dos hijos (un tercero falleció el año pasado), 13 nietos, “más de 15” bisnietos y una tataranieta “chiquita y muy bonita”, que nació en 2023.

Reconoce que no duerme mucho, “unas horitas”, pero antes reza cada noche -“bajito para no despertar a mi nieta”- al Hermano Pedro, a la Virgen de Candelaria “y a todos los santos”. “Les pido salud para todo el mundo y que no haya más guerras, y también para que la gente tenga trabajo”.

Pero la vida de esta vecina sanmiguelera no ha sido fácil. “Viví épocas de mucha miseria, cuando no había nada que comer ni que comprar. No había trabajo, no había nada, miseria y mucha hambre, teníamos que luchar y batallar”. Enfatiza que los tiempos de antes eran “muy duros” y se pasaban “muchas calamidades”. “Nada que ver con la vida de ahora, que hay demasiadas comodidades: hoy a los chicos se les pregunta de qué quieres el bocadillo, hay esto, lo otro… antes no había nada”.

Explica que comía “lo que había”, podían ser “cabezas de pescado salado, gofio revuelto, caldo, cebollas o potaje blanco y hasta negro. Y papas, la gente vivía gracias la papa”. En aquellos años, recuerda, no había luz ni prácticamente agua. “Había que ir a buscarla a los estanques. Yo cargué mucha agua, me ponía un trapo o una toalla en la cabeza y, venga, a caminar”.

Conoció a su marido en uno de los bailes del pueblo, y “a primera vista nos enamoramos, ya no tuve más novios que ese”, si bien reconoce que “yo, más que guapa, tenía rejo, era luchadora”. En aquellos días de verbenas a San Miguel llegaba gente de otros pueblos del Sur. “Bailábamos, cantábamos y nos divertíamos más; ahora es una locura, con esos estampidos de música”.

Dolores Delgado
Doña Dolores, con su nieta María José (d) y la edil de Servicios Sociales de San Miguel, Nuria Marrero. / J.C.M.

También valora la relación, cercana y solidaria, entre los vecinos. “Nos visitábamos y nos queríamos; si no tenías calabaza, te daban, si no tenías caldo de papas, te daban; nos llevábamos todos bien, ahora cada uno está en su casa”. Entonces, San Miguel eran “cuatro casas y los vecinos dejaban las puertas abiertas y las llaves puestas, no como ahora, que aquí ha venido todo el mundo y la gente está como loca. Antes vivíamos más felices porque estábamos más tranquilos. Cuando se iba el sol nos íbamos a dormir”.

Desde que la salud se resentía, aparecía la figura de don Eduardo, un referente en la atención sanitaria para toda una generación: “Era un médico muy bueno y barato, yo lo iba a ver y venía a mi casa nueva”. Visitó Santa Cruz un par de veces, “pero no fui a pasear, fui con mi marido que se puso muy malito. Yo he pasado lo mío”.

En cuanto a fechas señaladas, como las navidades, explica que “las pasaban bien quien tenía comida” y que los Reyes Magos traían “una naranja y un puñado de almendras”. En su prodigiosa memoria guarda un recuerdo muy especial para doña Esther, maestra de escuela y una de las vecinas que más huella ha dejado en el pueblo. “Yo era su sirvienta, aunque ahora se dice empleada de hogar, pero también era su amiga, trabajé muchos años con ella, era muy educada y muy buena”.

A la juventud actual le recomienda “que se tome la vida de otra manera, porque hoy están con un novio o novia y mañana con otro, y los matrimonios se pelean. A mí esas cosas no me gustan. Las familias tienen que estar más unidas y hoy veo a la juventud muy perdida”.

Doña Dolores reconoce que le entretienen la televisión y la radio, que escucha desde que se toma el “cortadito” mañanero con el que empieza el día: “Me gusta oír música y ver el Telediario para enterarme de las noticias, aunque son horrorosas, con tanta guerra”. Cuestionada por la política, responde: “No sé, la veo rara, no muy bien”.

Le gusta tomar caldo, puré, potaje de verduras molido yogures y “alguna natilla, porque soy un poco golosa”. Y recalca que “como poquito, pero tengo todo mi tino”.

En la frontera de los 103 años, asegura que la muerte no pasa por su cabeza. “Me llegará, pero yo todavía no pienso en ella, así que cuando llegue llegará. De momento rezo y me acuerdo mucho de mi hijo, que echo mucho de menos. Tengo esperanza en que hay un Dios y que hay otro mundo mejor. Yo creo que sí”.

Cuando apagamos la grabadora y le decimos que hemos terminado, nos fundimos en un abrazo interminable con la entrañable abuela sanmiguelera. “A mí me gustan estas cosas, las entrevistas, todo lo que sea conversar”, nos comenta, antes de despedirnos con una pregunta: “¿Te vas sin tomarte ni siquiera un cortadito?”.

TE PUEDE INTERESAR