Durante la conversación en Los Limoneros hablamos de todo, desde la visita de Sir Winston Churchill a Canarias hasta de algunos de los 50.000 documentos que tiene fotografiados, gran parte de los cuales no le ha dado tiempo de estudiar. Artemi Alejandro Medina (Las Palmas, 1973) es especialista en arqueología militar. Licenciado en Historia, se especializó en arqueología en ambas universidades canarias, pero ha desarrollado buena parte de su carrera profesional en el Reino Unido. Durante su estancia en este país trabajó en el York Archaeological Trust, prestigiosa organización especializada en museología y arqueología. Allí realizó estudios avanzados en arqueología militar y de conflictos, así como en la gestión del patrimonio. Ha recorrido buena parte de los escenarios bélicos europeos desde la Edad Media a la Segunda Guerra Mundial. En la actualidad es gerente de la compañía Patrimonio Consulting, especializada en la intervención en el patrimonio histórico, gestión y turismo. Entre los proyectos más destacados en los últimos años están su trabajo en el parque y museo arqueológico del Bentayga (Gran Canaria), exposiciones sobre la navegación, estudios sobre las figuras de Francis Drake y John Hawkins y diversas intervenciones alrededor del patrimonio militar. Me cuenta que la guerra civil americana, la de Secesión (1861-1865) supuso un cambio de modelo en las fortificaciones de todo el mundo y que a mediados del siglo XIX ya había hormigón. No ha sido capaz de analizar todos los documentos que están a su alcance, fotografiados, y sus visitas a los archivos de Almeyda son frecuentes. De hecho, hemos aprovechado uno de ellos para mantener esta entrevista. Desde luego, su especialidad me parece apasionante.
-Aquí, en Canarias, ¿ha recogido alguien el testigo de don Luis Diego Cuscoy, que era maestro de escuela y un grandísimo arqueólogo?
“Cuscoy es, sin ningún género de dudas, una figura clave en la arqueología y en la antropología canaria”.
-Nadie se dedicaba a eso.
“La manera en que llegó a la arqueología fue circunstancial y, como tantas cosas en la ciencia, su trabajo resultó ser fundamental con el paso de los años. Su influencia marcó a toda una generación de profesionales y yo diría que de una manera muy directa a todos aquellos que se licenciaron entre los 70 y los 80, aun estando él con vida y recibiendo los reconocimientos a su labor”.
-Han cambiado los métodos de investigación, claro.
“Las metodologías y las técnicas son hoy muy distintas a las de su época. Pero, claro que sí, todos los que trabajamos en arqueología le debemos algo e intentamos honrar su legado con nuestro trabajo”.
-¿Crees que a estas alturas todos los vestigios aborígenes de Canarias están localizados y rescatados para la ciencia y para la historia?
“Aún quedan muchos restos por descubrir, en mi opinión. Respecto a su rescate sólo debe hacerse cuando peligre su integridad o por necesidades de la investigación. Es bueno dejar quietos los que puedan ser estudiados en el futuro bajo nuevas metodologías y técnicas que hoy no existan. Aportarán información, que se nos escapa con los medios que tenemos actualmente”.
-Muchos restos se encuentran en domicilios particulares, sin catalogar, sin estudiar.
“¿Te refieres a los expoliadores? Me temo que sí. Sin embargo, esta ya no es una práctica tan extendida como en el pasado. Existe mayor conciencia en la legislación actual y se han establecido penas que castigan estas conductas; por lo menos se pensarán si vale la pena destruir un yacimiento por motivo del coleccionismo”.
(En los últimos tiempos se ha especulado sobre la dignidad que se debe a los muertos, hay dudas sobre si la exposición de momias, por ejemplo, no atenta contra la dignidad del individuo, por muchos años que hayan transcurrido desde su embalsamamiento y de su ciclo vital. Le hago esta pregunta a una persona acostumbrada a tratar con restos humanos, aunque no sea esta la especialidad concreta de Artemi Alejandro, como ha quedado claro en el resumen de su currículo que he hecho al principio).
“Este es un debate que ya viví cuando residía en el Reino Unido”.
-¿Y?
“Pues que no deja de causarme cierto asombro que llegue ahora aquí, después de veinte años, como si fuera algo novedoso”.
-¿Y qué piensas tú al respecto?
“Pues que en un mundo de fakes, los museos y los centros científicos son lugares a los que se va a por la verdad. Por tanto, siempre que se pueda deben mostrarse piezas originales, de cualquier tipo. Los museos y centros científicos poseen la formación y la sensibilidad necesarias para tratar dignamente los restos y para continuar difundiendo nuestro legado”.

-Artemi, tú te dedicas a la arqueología militar. Perdona que haya insistido tanto en el mundo aborigen. Pero no entiendo bien lo de la arqueología del conflicto.
“La manera en que me aproximo a la arqueología militar es precisamente desde lo que se denomina arqueología del conflicto”.
-¿Por ejemplo?
“Se trata de una manera de trabajar el legado desde ópticas antes no contempladas, donde los escenarios bélicos no quedan circunscritos a un campo de batalla, las estrategias y las listas de los generales que participaron en él. Esta sería una visión constreñida de la realidad, conservadora y excluyente”.
-Existe un nuevo marco de trabajo entonces.
“Exacto, porque con esta nueva manera de interpretar los hechos, el marco de trabajo se abre mucho más, se tienen presentes todos los sujetos y todos los aspectos que concurren. Tiene mucho de antropología y de psicología. Para mí, la historia de un búnker, de un acuartelamiento o de una batería no termina con su uso militar sino que se extiende a toda su existencia, a sus ocupantes, a sus usos, a sus percepciones”.
-Pues en Canarias hay para dar y tomar.
“¡Claro! Pensemos en esos nidos de ametralladoras de las playas. Son, militarmente hablando, el elemento más insignificante de los sistemas de defensa de un territorio. Sin embargo, una vez pierden su función defensiva primigenia pasan a formar parte de otras realidades. Son, algunas de ellas, viviendas de un pescador o depósitos de sus artes de pesca; albergaron comunas hippies en los años 60 y 80, sin olvidar que son infraestructuras de playa cuando en Canarias no había nada: se guardaban en su interior las hamacas de los primeros turistas y se montaban chiringuitos en donde se atendían a los primeros visitantes”.
-¿Cuáles han sido los logros de tu equipo, hasta el momento?
“Yo creo que lo primero es que hemos conseguido que nuestro patrimonio militar, su valor, se vaya reconociendo y nos podamos sentir orgullosos de él. Cuando empezamos a trabajar en las islas este valor no era reconocido para estructuras militares más allá del siglo XVIII. Hoy podemos decir que las cosas cambian, aunque sea lentamente”.
-Háblame, por favor, de actuaciones concretas.
“Voy a resumir. En Gran Canaria destacaría las intervenciones en el búnker y edificio del Pico de Bandama, al cual salvamos de una intervención arquitectónica salvaje que pretendía desvirtuarlo. Luego están las baterías de San Juan y Mesas de San Juan, complejo militar que va desde la guerra de Cuba a la Segunda Guerra Mundial”.
-¿Y en Tenerife?
“Yo destacaría, en Santa Cruz, los trabajos que hace unos años llevamos a cabo en la batería de San Francisco, encargados por el Ayuntamiento. Puso al descubierto un material muy importante y logramos averiguar la vinculación de esta batería con la del Bufadero. Sería muy interesante volver a retomar las excavaciones e investigaciones donde se dejaron. Aun queda mucho por hacer ahí y se trata de una oportunidad de recuperar ese lugar para el disfrute de la ciudadanía y el reconocimiento de su historia”.
-¿No valdría la pena la catalogación y la restauración de las baterías de costa que datan de la Segunda Guerra Mundial?
“Por supuesto que sí”.
-Sería muy interesante, ¿no crees?
“Sí, porque no se puede proteger ningún patrimonio si no se conoce primero. La catalogación y el inventario del mismo son fundamentales para realizar una correcta evaluación de su alcance y valor”.
-En Gran Canaria se ha hecho algo…
“Sí, el último trabajo que hemos llevado a cabo fue precisamente el inventario del patrimonio militar costero de la Segunda Guerra Mundial en la isla de Gran Canaria, encargado por la Dirección General de Patrimonio del Gobierno de Canarias. Nuestra investigación ha arrojado datos muy interesantes sobre la planificación y los yacimientos preservados. Se han descubierto elementos que se creían desaparecidos e incluso inexistentes. Fue una labor dura y muy gratificante. Y también compleja, por lo laborioso de una tarea que no es más que el comienzo”.
-¿Existe riesgo de que desaparezcan y de que no puedan conservarse?
“Es que ahí voy. Antes de cualquier intervención futura se hace necesario inventariar lo que existe y ahí todavía nos queda mucho trabajo por hacer”.
-Insisto, porque pueden desaparecer.
“Se deben ampliar estos catálogos al completo, en cada isla, extenderlos a todas. Considero esta tarea prioritaria, por el riesgo, ahora muy alto, de desaparición en que se encuentran estos vestigios del pasado militar de Canarias”.
(Seguimos hablando de una tarea de rescate apasionante. Artemi Alejandro nació en La Isleta, muy cerquita de la casa del gran Manolo Vieira. Su afición a la arqueología, a falta de especialidad en Canarias, vino desde su licenciatura en Historia, que le dio un conocimiento amplio de los sucesos militares ocurridos en el mundo grande y en nuestro pequeño mundo. En un momento dado de la conversación, me dice: “A lo mejor esta entrevista la podíamos haber hecho al revés, yo entrevistándote a ti”. E insiste en que las políticas de investigación del patrimonio deben ser más participativas, como ocurre en otros países de nuestro entorno).
-Cuéntame algo sobre una curiosidad que tengo. ¿Qué nos queda de las fortificaciones levantadas para luchar contra los piratas? Casi todo, ¿no?
“Efectivamente, nos queda buena parte de los castillos y torres de defensa de aquella época, aunque son muchos los que han sucumbido al desarrollismo de nuestro territorio”.
-Y otros están, pero enterrados.
“Sí, enterrados bajo recrecidos o sepultados por infraestructuras. Este es el caso de la Batería de Regla, en Santa Cruz, de la época de la Gesta, y que creemos que pervive incorporada a la batería de San Francisco”.
-¿Podemos decir que contamos con un patrimonio arqueológico rico, históricamente hablando?
“Sin lugar a dudas”.
-¿Y cuál es el problema para su rescate?
“En lo primero que tenemos que pensar es en superar la relación entre patrimonio con antigüedad o en prehistoria con arqueología. Son premisas que tanto a nivel académico como institucional aun rigen en nuestro país”.
-El legado presente también cuenta.
“Por supuesto, nuestro legado más reciente merece también reconocimiento. Hablamos de la historia de nuestros abuelos. Se trata de un pasado con el que tenemos una relación más emocional que con otro generado hace 500 o 1.000 años. Debemos tomar nota de lo que ocurre en otros países de nuestro entorno y evolucionar hacia políticas de defensa del patrimonio mucho más participativas”.
-Pues que así sea.