España es un país de pícaros y en épocas de pandemia, incluso, aparecen todos los Rinconetes y Cortadillos que se esconden en los agujeros de la historia, siempre al loro para hacer de las suyas. ¿Por qué? Pues porque en las pandemias surgen las perras públicas con apresuramiento y menor control. Los carnets de pícaros se renuevan automáticamente, en la máquina del tiempo, y aquí está Koldo García, pero mañana será otro y en el pasado fueron muchos. Todos están calladitos. Recurriendo al cine, tan reivindicativo últimamente, tanto en los Goya como en la Berlinale, podríamos decir que estamos asistiendo a la proyección de El silencio de los kolderos. La víctima ha sido Ábalos (¿víctima o verdugo?), que no es bobo y se ha quedado agazapado en el Congreso, primero porque son seis mil eurracos -la moneda de las urracas- al mes, o más, y después porque así podrá tener cerca a Koldo y a sus damas de honor, in vigilando. España, una, grande y libre es un lema que se atribuye al franquismo, pero que realmente fue copiado de un discurso de don Manuel Azaña, presidente de la II República, que de franquista tenía poco. Ahora Ábalos está en modo avión y pronto empezará a decir que vale más por lo que calla que por lo que cuenta, que es una frase común en la boca de Jaime Peñafiel, el azote de la reinona. Hermoso país en el que la nieta de un taxista bailarín, una humilde cenicienta del periodismo, puede llegar a ser reina. Y un portero de puticlub, Koldo García, puede convertirse en ejecutor de todo un clan, El silencio de los kolderos. Y sin quitarse la mascarilla, como Curro Jiménez. Yo creo que España necesita otra Revolución como la francesa.