El futvoley playa es un deporte muy practicado en las Islas y que se ha puesto de moda desde hace más de dos décadas. En las playas del sur de Tenerife, como Los Cristianos y Las Vistas, muchos clubes se han afincado y entrenan a sus jugadores y jugadoras para competir a escala nacional e internacional. Es el ejemplo de Serfay, el primer club de futvoley fundado en Canarias. Además de ser pioneros en esta modalidad, también tienen la singularidad de estar formados por una familia: la familia Silva Vera.
El futvoley es un deporte que combina el fútbol y el voleibol. Se juega con una red, dos jugadores por equipos y una pelota de fútbol. Se originó en Brasil en la década de 1960 como una forma de entrenamiento para jugadores de fútbol, pero, más tarde, se popularizó y afianzó como un deporte más. Rapidamente, se introdujo en la cultura brasileña y, hoy, el país sudamericano es el referente mundial.
En España, el futvoley comenzó a ganar popularidad a finales del siglo XX, especialmente en las zonas costeras, donde se practicaba informalmente. Con el tiempo, se establecieron clubes y asociaciones dedicadas a promover y organizar competiciones. En Canarias, debido a su clima favorable, rápidamente se convirtió en una práctica popular. En las Islas y tras una gran aceptación, se organizaron torneos locales y regionales. En la actualidad, este deporte ya está integrado en la cultura deportiva de la región.
La familia que puso la primera piedra del futvoley canario
Sergio Silva, mejor conocido como Bocha, fue el fundador de Serfay hace casi 7 años. El nombre que eligió para su proyecto proviene de las siglas de Sergio, Facundo y Yosi que, además de ser los jugadores franquicia de este club, ambos son sus hijos.
Facundo es uno de los mejores jugadores de la historia de España en esta disciplina. Mientras jugaba a fútbol en varios equipos de la Isla, logró ser campeón de Europa, de España varios años consecutivos y uno de los mejores en el mundo del futvoley: “Nuestro objetivo es ganarlo todo”, subraya.
Por su parte, Yosi Silva también es una de las mejores jugadoras de España y Europa: “Hace un año, fui segunda del mundo en un torneo en Roma y, hace poco, perdimos en cuartos en Brasil”. Su padre es ahora su preparador, con el que entrena en el T3 de Adeje casi todos los días de la semana. “Necesitas preparación, sacrificios, horas de entrenamiento en el gimnasio, dietas… No es nada fácil”, confiesa su entrenador.
Hace años, padre e hijo iban juntos por España campeonando. Con el tiempo, Bocha empezó a comprobar que “su hijo ya jugaba a otra cosa” y, por eso, decidió que siguiera su camino, mientras Facundo comenzó a hacer pareja con Juan López, el mejor jugador español de la historia.
Silva tiene claro que, contra Brasil, “no hay nada que hacer”. Los brasileños se reparten los primeros puestos de los Mundiales y, aunque alguna vez “les hemos dado una sorpresa”, Facundo lo corrobora: “¡Son unos gigantes!”.
Gracias al buen trabajo de esta familia, Tenerife se ha situado en el mapa del futvoley internacional y esto ha permitido lograr cosas impensables. “Ahora, nos está viniendo gente de Suiza, Austria y otras partes del mundo para conocernos y entrenar con nosotros”, explica Yosi.
Sara y Lena son las dos representantes internacionales de Suiza y, desde hace unos meses, se han asentado en Tenerife para entrenar con Yosi.
A pesar de todo, Bocha habla de sus dos jugadores con la dureza de un entrenador, aunque, cuando es preguntado por los logros de sus hijos, le sale la vena de padre: “Yo soy muy exigente con ellos. Esto también les hace crecer como profesionales; si no entiendes la fina línea entre padre y entrenador, no compites. Estoy muy orgulloso de ellos”. Para la jugadora, el trato padre-entrenador es esencial: “¡Solo así compites mejor!”, afirma Yosi.
Este club familiar, además de entrenadores y jugadores unidos por la sangre, también tiene una community manager del linaje. Gabriela Vera, mujer de Bocha y madre de Facundo y Yosi, es la responsable de las redes sociales de Serfay: “Es la que lo dirige todo en las sombras”, certifican sus hijos riéndose. Para quitarse importancia, Gabriela dice “que el trabajo todo lo hacen ellos”, pero su marido niega con la cabeza.
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