santa cruz de tenerife

Goya, un corazón de oro que late por los caseríos de Anaga

Gregoria Alonso, distinguida con la Medalla de Oro de Canarias 2024 por su histórica lucha vecinal en la Reserva de la Biosfera, afirma que "al menos me darán el premio en vida"
Goya Alonso con el parque rural de Anaga, su pueblo natal, como testigo. | Fran Pallero

El macizo de Anaga se viste de fiesta. Gregoria Alonso, más conocida como Goya, y una de las referentes de la lucha vecinal de este enclave rural, como lo fue su padre, Ángel Alonso, el último alcalde pedáneo de su Afur natal, acaba de ser distinguida por el Gobierno regional con la Medalla de Oro de Canarias 2024.

De ella dicen que tiene un corazón tan grande como el compromiso y entrega hacia los suyos y lo cierto es que Goya lleva más de 50 años teniendo un protagonismo activo en colectivos vecinales, que la han llevado a ser representante en el Consejo de la Reserva de la Biosfera de Anaga.

Su vida siempre ha estado vinculada al macizo y, como dirigente histórica de Anaga, ha logrado con su empeño y constancia la unión de Afur y Roque Negro; que se asfaltara la pista de tierra que conectaba los caseríos con la capital tinerfeña; que los vecinos contaran con una ambulancia y un médico para la zona, que se equiparara el precio de la tarifa de guagua entre usuarios de Santa Cruz y La Laguna o que se recuperara una cuadrilla para el mantenimiento de carreteras, entre muchos más logros.

Goya está contenta con esta distinción a su labor solidaria, la cual llegará el próximo 30 de mayo, Día de Canarias, en forma de medalla de la mano del presidente del Gobierno regional, Fernando Clavijo. “Si me van a dar este premio será que lo merezco y, lo más importante, es que me lo darán en vida y lo recogeré en persona”, afirma la dirigente vecinal de Anaga a DIARIO DE AVISOS. Comenta que recibió la noticia de la concesión de la medalla del propio Clavijo. “Cuando me llamó, ese día yo estaba media enfadada tras hablar con unas personas y le dije que si seguían con el cachondeo conmigo, pensando que no era el presidente. Tengo que pedirle perdón, porque como siempre ando gastando bromas, pensé que me las estaban gastando a mí”, dice entre risas la premiada.

Goya, en su tesón por conseguir que los vecinos y vecinas de los caseríos del Parque Rural tengan voz a través de su empecinamiento ante los políticos para ser escuchada, señala que “este reconocimiento no lo veo personal, sino para todo el macizo de Anaga. Estos días me está llamando mucha gente para felicitarme y lo que les digo es que mejor me compren unos tenis, porque todos los favores que he hecho a lo largo de tantos años han sido siempre por el bien de los vecinos, sin pedir nada a cambio”.

La dirigente vecinal recuerda que cuando su padre fue alcalde pedáneo de Anaga, lo primero que ella hizo fue arreglar las ayudas a la beneficencia para la gente mayor del macizo. “Empecé a pelear por los pasillos del Ayuntamiento en los años 70 y mi primera batalla fue que antes se concedía un dinero para la gente sin recursos para poder ir al hospital o tener medicinas. Reclamé esa ayuda también para mi pueblo. Recuerdo que entraba al Consistorio y allí estaba el actual alcalde, José Manuel Bermúdez, que aún era un niño, cuando su padre era concejal de Anaga. Por eso siempre le digo al actual regidor que me tiene que respetar, que soy mayor que él”, destaca Goya entre bromas.

Esta mujer guerrera, y a la vez cercana, guarda en su memoria historias entrañables y algunas también tristes. Sabiduría de antaño que lleva la esencia de la tierra que la vio nacer, Afur, hace ya 75 años (57 al revés, como ella dice). “El ayudar a la gente es algo que llevo dentro, que me nace y del que mi mayor recompensa es que si lo hago y eres feliz, pues ya me siento más que pagada. Supongo que como viví la pobreza desde niña, y eran tiempos en que los vecinos nos ayudábamos a cambio de un galletón o un caramelo, pues de ahí me viene esa necesidad de hacer favores”, explica Goya.

Vivencias

“Recuerdo que en el año 1964, aún jovencita, ya me puse a trabajar, pues en casa éramos 11 de familia, contando con mi padre y mi madre, y aunque la escuela estaba al lado, se iba poco porque había que traer dinero a casa”, relata. En 1970 comenzó a cuidar a una niña en el barrio de La Salud y, aprovechando que su padre era alcalde pedáneo, se acercaba al Ayuntamiento y, de paso, aprovechaba para decirle a los políticos las necesidades que tenía Anaga. “En esa época no existía ni carretera en Afur y los vecinos de los caseríos estábamos completamente olvidados”, añade.

“Se empezó a abrir la primera carretera por la casa forestal, el primer acceso al caserío. Algo que se logró porque los residentes vendíamos leña y frutos del monte para poder pagar al tractorista. Después mi padre nos ponía a pedir cinco o diez pesetas, casa por casa, para continuar haciendo la pista, que si hoy aún existe es debido al gran esfuerzo que nos costó hacerla a los vecinos. Por ello no voy a permitir que la cierren”.

Tantas experiencias y vivencias guarda que, como afirma Goya, “si me pongo a rebobinar, hasta del libro de Petete me faltan folios”, ya que incluso llegó hasta movilizar a la Policía Nacional para que se acercaran al caserío a recoger la firma a una señora mayor para poder hacerle el DNI.

“Por eso muchas veces, cuando los políticos me dicen algo que no me convence, les digo que ojo. Yo conozco el pájaro por la cagada”, alega la vecina. No obstante, sí da las gracias a todos los responsables políticos, del Ayuntamiento y del Cabildo, con los que ha tenido que lidiar durante estos años. “A todos menos al presidente saliente del Cabildo, el socialista Pedro Martín, que no me dio nunca una reunión en cuatro años y eso me dolió bastante, porque ha sido la primera vez en la historia que un presidente no me ha querido atender”, asegura Goya, que añade que “lo que necesitamos son políticos que escuchen y ayuden más a los vecinos”.

“No soy mala persona, pero tampoco me gusta que me tomen el pelo. Analfabeta sí, pero idiota no. Y lo que tengo que decir, lo digo guste o no guste”, arremete la vecina, que matiza que “nunca he pedido reuniones para cosas personales, sino para defender y reclamar justicia para mi pueblo. No me siento la alcaldesa de los caseríos, pero sí es cierto que soy la que más está en la lucha. Creo que si hubiera más personas así, que no se vendieran por su propio interés, sino que defendieran más a los vecinos, pues a Anaga le cantaría otro gallo”.

Plan Rector

Goya es solidaridad, defensa y amor por una tierra rodeada de montañas y vegetación en la que nació, creció y donde aún sigue viviendo. “Los caseríos hemos vivimos aislados durante muchos años. A partir del año 70, cuando se empezó a hacer la pista, fue un avance que nos permitió ya tener un cochito y movernos, una conectividad que impulsó que los pueblos fueran cambiando”, destaca.

Pero, en su opinión, “lo que ha sucedido en los últimos años es que la gente joven ha abandonado la zona tras las retenciones impuestas en el Plan Rector, donde no se permite fabricar a los herederos si no tienes 10.000 metros cuadrados, como le ocurrió a mi hijo o a los de otros vecinos. Esta metedura de pata provocó el éxodo de los caseríos y ha sido un gran error”.

La vecina de Afur junto al alcalde, en la calle que lleva su nombre y con la que se le distinguió en 2022. | DA

“Hay que buscar soluciones para el Parque Rural escuchando a los vecinos”

Goya lleva medio siglo acudiendo al Ayuntamiento capitalino o al Cabildo para exigir dignidad para Anaga, desde Taborno hasta la parte alta de Los Campitos. Savia de laurisilva y brezos que corre por sus venas como por los árboles que pueblan su querido Parque Rural, Reserva de la Biosfera. Sobre este paraje, de actualidad tras las quejas de vecinos por la masificación de visitantes, afirma que “el problema se solucionaría si la Guardia Civil acudiera los fines de semana a la Cruz del Carmen a controlar que no se aparque mal. Además, el Cabildo debería poner gajos de árboles en la carretera para que los coches no se paren ahí. Hay que buscar soluciones escuchando a los vecinos”.

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