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Otra vez Venezuela

Venezuela se enfrenta a otras elecciones, supongo que amañadas, para perpetuar en el poder a Nicolás Maduro. Recuerdo los tiempos de la Venezuela democrática, de cuando mi amigo Antonio Plasencia invitaba y atendía en Tenerife a las más altas autoridades del país. Ya no vienen, unas porque no pueden y otras porque no deben. Por cierto que Antonio y Carmen, su esposa, celebran hoy el Día de la Madre, con toda su familia, y yo quiero enviarle a Carmen, una mujer ejemplar, un saludo muy especial. Venezuela es una segunda patria para tantos canarios. Incluso algunos no quisieron salir jamás de aquel país que huele a gasolina, pero que para mí fue mágico en mis casi sesenta estancias. Yo aprendí a querer a Venezuela, a la Venezuela democrática, caminando por Sabana Grande cuando no te atracaban; comprando artículos venezolanos en el Centro Comercial Ciudad del Tamanaco; visitando a mis amigos que residían en los barrios altos y verdes de Caracas; o disfrutando de la compañía del gran Morel Rodríguez, que creo que todavía es el gobernador de Nueva Esparta. Las playas de Isla Margarita y de Cubagua fueron mi refugio durante mucho tiempo y aquel sol que te doraba la piel era también mi religión. Parecía un hombre nuevo cuando regresaba de ese país fantástico, sin olvidar mis noches junto al Lago Maracaibo y en las frondas de Canaima, a la vera de la laguna misteriosa en la que se refleja y engrandece la luna. Cuando las cosas se pusieron peor, Guillermito González, mi gran amigo fallecido, me prestaba su escolta y su Lincoln dorado para desplazarme por Caracas, una ciudad en la que siempre puede surgir la sorpresa. Hasta la música es bella. Billo Frómeta compuso ¡Epa, Isidoro!, una loa al último cochero de Caracas, antes de que fuera invadida por los carros americanos. Qué tiempos.

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