Por Carlos Acosta García.| Si aceptamos como acertada la opinión de Pedro Tarquis (Antigúedades de Garachico, pág. 37), este tabernáculo de la capilla mayor de la iglesia garachiquense de Santa Ana es, sin duda, uno de los mejor trabajados entre todos los talleres artísticos de Tenerife. “Trátase de una obra bien proporcionada, colocada alli en 1804”. Pero nadie se atreve a afirmar si ganó o perdió el templo parte de su belleza al ser sustituido, por culpa del volcán de 1706, el anterior retablo por el actual. Y como se salvó en su día la imagen del Crucificado de Andújar, ven los garachigenses, y también los visitantes, con la mejor mirada, la belleza que se muestra hoy frente a la exhibida ayer. Habrá que comentar seguidamente que a un lado y otro del retablo están instaladas las imágenes de San Joaquín y Santa Ana, salidas de la gubia del grancanario Luján Pérez. Y nota el visitante, con una simple mirada, que es superior artísticamente la de San Joaquín. La de Santa Ana tiene un rostro menos atractivo. Se cuenta que, para esculpir el rostro de la Santa, se fijó el artista en una mujer muy popular en Gran Canaria, tal vez con la intención de encontrar el tipismo que precisaba el famoso Luján. Varios artistas, incluso un crítico de la talla del Marqués de Losoya, dijeron y repitieron que se observaba a simple vista que la imagen de Santo era mucho más perfecta. Pedro Tarquis afirmaba entonces que “la iglesia de Santa Ana de Garachico está llena de brillante historia. Si cerramos los ojos nos encontraremos con detalles, no solo diferentes, sino incluso contradictorios”. Es lo que ha sucedido en esta capilla mayor, que perdió un hermosísimo retablo por culpa de la lava de un irrespetuoso volcán aunque, con sinceridad, tanto los visitantes como quien escribe estas palabras estamos convencidos de que el actual tabernáculo tiene la necesaria belleza que se precisa para compararlo con el desparecido. Aunque ya se sabe que todas las opiniones son, o deberían ser, respetables.
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