granadilla

El juez decano de Granadilla colgará a final de año la toga para entregarse al coaching y “ser más útil a la sociedad”

Arturo Lodeiro, de 32 años, reivindica situar a la persona en el centro del sistema
Arturo Lodeiro Pedrero, juez decano de Granadilla. | DA
Arturo Lodeiro Pedrero, juez decano de Granadilla. | DA

Arturo Lodeiro desprende cercanía y explica sus argumentos con una precisión y calidez que atrapan a cualquier interlocutor. En septiembre, cumplirá 33 años y, cuando suenen las campanadas de Nochevieja, dejará de ser juez y renunciará al puesto de decano de los juzgados de Granadilla de Abona, que ocupa desde hace tres meses, después de ejercer como juez en esta localidad desde diciembre de 2021. Atrás quedarán casi cinco años dedicados en cuerpo y alma a la Justicia. Pero lo tiene claro: colgará la toga y dará un volantazo a su vida. A pesar de su juventud, se ha cansado de juzgar a las personas y se ha marcado una nueva meta, porque, confiesa, “hay formas de ser más útiles a la sociedad”. Él ha encontrado una en el coaching, campo en el que quiere centrar su futuro profesional.

Quienes le conocen aseguran que han escuchado en sala la palabra ‘gracias’ en condenados a los que ha enviado a prisión, por su trato y su forma de explicar, personalmente, el porqué de su decisión. “Les puedo llegar a confesar que he tenido dudas en la resolución, pero me parece que es lo más honesto y humano que puedo hacer”, explica a DIARIO DE AVISOS. A la pregunta de si se considera un juez revolucionario, responde con claridad: “Diría que no me considero juez”.

Mientras meditaba la decisión de dar un giro de 180 grados a su vida profesional, soñó un día que viajaba en una barca y que tanto él como sus compañeros no paraban de remar sin parar. De repente, vio que la embarcación comenzaba a inundarse por una vía de agua y, cuando se disponía a avisar de la emergencia al resto de navegantes, oyó una voz que le decía: “Ni te molestes, están tan metidos en su labor que no te van a escuchar”. Entonces, eligió lanzarse al mar y vio cómo sus compañeros seguían remando sin atisbo de tierra a la vista. Navegaban sin destino, hasta que la barca dejó de moverse. Pero sus compañeros no lo achacaron a la entrada de agua, sino a su falta de pericia.

De aquel sueño extrajo una metáfora que terminó de aclararle las ideas: la barca simbolizaba su ámbito de trabajo, en el que los profesionales no hacen otra cosa que remar, pero sin un rumbo claro, en medio de un océano, el sistema judicial, sin metas. “No puedo seguir en esto”, pensó, y decidió fijarse su propia meta: el próximo 31 de diciembre cambiará de embarcación.

“Me dedicaré al coaching, a transformar a las personas y a elevar el nivel de conciencia”, asegura, mientras acompaña su explicación recordando el papel de un agente del FBI en la película Le llaman Bodhi, quien se infiltra como surfista para desmantelar una banda que atraca bancos y termina yendo a la comisaría con ropa de baño y tabla de surf.

Pero antes de saltar del barco de la Justicia, Arturo Lodeiro quiere dejar su sello personal con una serie de propuestas revolucionarias relacionadas con la nueva actividad que ejercerá en menos de medio año. “Todo se ha deshumanizado a costa de que sobreviva el propio sistema judicial”, diagnostica, por lo que plantea situar a la persona en el centro del sistema, como piedra angular de un nuevo paradigma y una nueva Justicia. “¿Si no trabajamos con las personas, en qué estamos trabajando?”, enfatiza.

“El sistema puede ser mucho más útil si apoya la transformación de las personas y, además, se va a beneficiar de ello”, explica a este periódico. Está convencido de que sus propuestas, encaminadas a generar un nuevo nivel de consciencia institucional, aportarían “cambios duraderos sostenibles y masivos en todas las esferas de la Justicia”.

En ese sentido, propone implantar un programa de coaching específico para jueces, fiscales, letrados y funcionarios de la administración de Justicia, “para que cada profesional pueda identificar su más alta contribución, sus zonas erróneas, puntos de mejora y puntos de poder, así como identificar todas aquellas acciones y hábitos que contribuyan a que su trabajo sea trascendente y trascendental”. También plantea, en la misma línea, un programa de coaching dirigido a quienes generan jurisprudencia, criterios o principios o porque ocupan los puestos más altos del poder judicial, como los miembros del Consejo General del Poder Judicial, del Tribunal Supremo, los tribunales superiores de justicia, magistrados de audiencias provinciales y representantes de instituciones.

CENTROS DE MENORES

Asimismo, propone un programa de coaching grupal para menores en centros de reeducación y rehabilitación, con la finalidad de que, además de cumplir con el programa formativo, salgan “como seres humanos renovados, con una nueva identidad y actitud, y confiando plenamente en sus capacidades para acceder a recursos duraderos que les permitan crear una nueva vida útil y productiva”. Sostiene que, de lo contrario, “si les pones una multa u otra medida y los sueltas, volverán a lo mismo porque el entorno se los va a comer; se trata de generarles otro entorno a través del coaching para que se sientan escuchados por primera vez y facilitarles recursos a los que no han tenido ocasión de acceder antes”.

Y, por último, ofrece un cuarto programa de coaching enfocado a personas que cumplen condena en prisión. Consistiría en trabajar en grupos y con personas a escala individual “para recordarles su valía y el papel fundamental que cumplen en la sociedad y transmitirles que esta les necesita y les ofrece un nuevo paradigma, una nueva visión de sí mismos a través de un conjunto de acciones después de recobrar su libertad ambulatoria para ser verdaderamente libres y útiles en el mundo”.

Arturo Lodeiro subraya que el coaching (él se ha formado en el nivel de identidad) es una herramienta muy sencilla de utilizar. “Se trata, simplemente, de escuchar a las personas y hacerles preguntas poderosas. Y si se atreven a responderlas, su vida cambia. Yo mismo me he hecho preguntas y realmente no quiero ser juez, quiero servir y ser más útil al mayor número de personas posible”.

Junto a estas medidas, el juez decano de Granadilla de Abona defiende la promoción de la mediación (su juzgado es pionero en Tenerife) y los sistemas alternativos de resolución de conflictos. “Estoy profundamente agradecido por el trabajo y los resultados obtenidos en el juzgado número 2 de Granadilla con el Instituto de Mediación y el servicio ofrecido por el Colegio de Abogados de Santa Cruz de Tenerife, con un reconocimiento especial para la vicedecana y directora del Centro de Mediación, Mila Pacheco, y la asistente Sarahaft Paracuto [recientemente se ha incorporado al equipo Tamara López], así como del resto de mediadoras y mediadores, que han traído savia fresca a la Justicia”.

Insiste en que este servicio, que ha permitido una notable reducción de los asuntos penales en delitos leves, es una “joya”. “Es el gran regalo que le he hecho a Granadilla y el gran regalo que Granadilla me ha hecho a mí. Ha habido delitos de lesiones que han terminado con un abrazo y hasta intercambiándose los teléfonos los implicados. Eso es muy significativo, porque ahí se ve que sale lo mejor del ser humano”.

Reconoce que las actuales dependencias no reúnen las condiciones para prestar un servicio que se considera clave en un Estado de derecho. “Es un edificio para dos juzgados y fue diseñado de una forma en la que no deberíamos adaptarnos y lo hemos hecho, se ha montado una estructura disfuncional desde hace mucho tiempo y se están pagando las consecuencias”, lamenta, al tiempo que elogia el trabajo de los profesionales: “Lo más bonito de los juzgados de Granadilla son las personas. Cada día se enfrentan a un volumen de trabajo totalmente desproporcionado. El personal que hay ahí es espectacular”.

Sobre la próxima apertura del quinto juzgado, destaca que aportará un “cierto alivio”, pero no acabará con el problema de la saturación, y establece un paralelismo con su decisión de cambiar de vida profesional. “Yo no quiero aliviar efectos, eso es, precisamente, lo que me lleva a mí fuera de la Justicia: quiero trabajar en las verdaderas causas que impiden un mejor servicio”.

TE PUEDE INTERESAR