tribuna

Lamine Yamaly el dorsal 35

La cumbre de Tenerife sobre los niños africanos desató el terremoto en los pactos de la derecha y la ultraderecha. Abascal se miró en el espejo y vio que se estaba pareciendo a Feijóo o viceversa.

Lo de pedir el PP el bloqueo naval frente a Canarias, como ya había hecho antes Vox, fue la gota que colmó el vaso y buscó un pretexto táctico en lo del reparto de menores para romper las alianzas en las autonomías. Ahora empieza la segunda parte de la resaca electoral del 23J, ya veremos en qué acaba.

Resulta que los niños de ese continente malhadado nos están dando grandes alegrías en esta Eurocopa. Visten la camiseta de España y son nuestros héroes. ¿Quién lo entiende?

El fútbol, a veces, dicta lecciones magistrales, como esta contra la xenofobia. Conviene aprovechar la Eurocopa, que hoy enfrenta en la final a España e Inglaterra, para desmontar las hipocresías que vienen al caso. Si lo hace Nacho Cano, está bien hecho, tiene patente de corso.

Los consejeros del PP no accedieron a visitar en Tenerife un centro de acogida de menores con motivo de la fallida conferencia de la Infancia; habrían conocido de cerca al colectivo humano sobre el que vinieron a discutir en la isla. Dar la espalda no fue un gesto ejemplar. Niños como ellos se hacen mayores y pueden dar gratas sorpresas.

Tanto Lamine Yamal como Nico Williams, las estrellas mediáticas de la selección española, son hijos de padres africanos. La abuela de Yamal reunificó a la familia y trajo a los padres (marroquí y ecuatoguineana) del futuro niño prodigio del Barcelona. Nico e Iñaki Williams, que juegan en el Athletic de Bilbao, son fruto de una odisea. Sus padres, dos jóvenes ghaneses cruzaron descalzos el desierto del Sáhara, saltaron la valla de Melilla y fingieron proceder de Liberia, un país en guerra, para no ser deportados. La mujer, sin saberlo, ya estaba embarazada de Iñaki, que se llama como el sacerdote que los acogió, finalmente, en Bilbao. Los niños tutelados en Canarias, objeto de esta polémica nacional, no son distintos.

Acertó Feijóo dando su conformidad a la reubicación de 347 menores, pero es insuficiente y urge la reforma del ya famoso artículo 35 de la ley de extranjería para el reparto obligatorio de miles de niños supervivientes bloqueados en Canarias, Ceuta y Melilla. ¿Canarias, con dos millones de habitantes, puede acoger a 5.600 niños, y el resto de España, con 46 millones, no?

¿Todavía no se ha enterado Feijóo de por dónde va Europa? ¿Del cordón sanitario en Francia contra Le Pen? ¿De los pactos en la UE tras frenar a la ultraderecha? ¿Qué más necesitaba para decir adiós a Vox? Ahora, por más puros que fume, no deja de ser cierto que la pareja de baile lo ha abandonado en mitad de la pista y que siguen del brazo en los ayuntamientos, a la espera del segundo plantón.

En la Península ven a Canarias como la guardería de África, una estupenda posada, alejada, para menores desamparados, y este verano, tras la “pantomima” de la cumbre en Tenerife, como dice el presidente herreño, Alpidio Armas, nos vamos a quedar solos, con o sin carpas en los muelles en los meses de mar en calma. La conciencia humanitaria con los niños víctimas de conflictos está en crisis, como vemos en Gaza y Ucrania con sus cementerios de cruces blancas.

Aunque la ministra de Juventud e Infancia, Sira Abed Rego (valenciana, de padre palestino y madre española), diga que no esperará por el PP, la reforma del artículo 35 de la ley de extranjería decaería sin sus votos. Por eso jugamos este partido con el dorsal 35. El ministro Torres marca al hombre para que no se evada. Pero Feijóo se borra del campo. Era más fácil convenir el reparto de los presos de ETA en las políticas de dispersión.

Los canarios tenemos origen bereber y estamos al costado de África. ¿Eso nos estigmatiza? ¿Somos la España espuria? Recibimos a menores saharauis cada año en un programa de vacaciones en paz y los llevamos de paseo al Parlamento. ¿Hacemos mal alternando con los niños de Tinduf?

Feijóo vive la soledad de Rajoy, pero sin Gobierno. ¿Aguantará? Ahora que la amnistía pasa a un segundo plano (con el archivo del caso Tsunami y el regreso de Marta Rovira) y todo se reduce a un anticlímax de guerra con los últimos disparos contra la familia de Sánchez, anhelará pronto tener tratos con Junts (también refractario a los menores), por afinidad ideológica, y donde dije digo, digo Diego, pues el PP se ha quedado solo y sin Vox hasta para un mísero simulacro de censura.

Nos espera el mayor flujo de cayucos en 30 años de inmigración. Y, para algunos, Canarias es como Albania para los italianos o Ruanda para los conservadores ingleses: un mero territorio de acogida. ¿Un escenario cuasi colonial? ¿Tolerará Canarias esa postergación? Clavijo (CC, un partido nacionalista) empieza a ver algunas sombras, viejas conocidas, en lontananza, y ya calificó en Madrid de “mezquina y miserable” la actitud de Abascal y propugna un real decreto que zanje el dilema. Al PP lo espera; si veta la ley, su continuidad en el Gobierno canario dependerá de la magnanimidad del presidente.

Pero aun si Feijóo se la juega y da luz verde a la ley, que entra mañana en el Congreso, y que salga el sol por Antequera o por la Puerta del Sol, no podemos olvidar el panorama que tenemos por delante. Sánchez acaba de pedir en la cumbre del 75º aniversario de la OTAN, en Washington, un mayor compromiso ante la presencia rusa en el Sahel. Viktor Orbán, que preside el Consejo de la UE contraviniendo la doctrina de Bruselas con una grotesca visita a Putin, convenció a Abascal para que Vox dejara a Meloni y se fuera con él y Le Pen al grupo más radical de ultraderecha y prorruso del Parlamento Europeo.

Un movimiento inquietante por el precedente del Sahel, donde Rusia fomenta golpes de Estado y provoca, precisamente, el éxodo migratorio que viene a Canarias, causando así la crisis de los menores. Sí, es la pescadilla que se muerde la cola. ¿Remar en la misma barca? Feijóo lo tuvo fácil para romper amarras. Y no lo hizo.

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