Jairo Martín (Icod de los Vinos, 1982) ha regresado al estudio madrileño El Escondite para grabar una decena de canciones en las que -sobre todo, aunque no en todas- plantea un viaje nocturno y dominical por la capital de España. Este tránsito urbano del pianista, guitarrista, compositor y cantante, el que nos muestra en Bailar los domingos, que así se llama el nuevo disco del autor de trabajos como ¡Sí!, La Resistencia Bohemia y Hombres mejores, está lleno de evocaciones. De reencuentros imaginados, de la tristeza innata de los payasos, de la alegría compartida con los amigos, de músicos y artistas errantes. De noche y de melodías pop y rock, en definitiva, que invitan a bailar -o a imaginar que se está bailando- sin que haya que buscar una justificación para ello. Tras presentar el álbum en concierto en Madrid e Icod de los Vinos, el artista, acompañado de su banda Los Chicos del Coro (Néstor Rodríguez, Víctor Francisco, Juan Luis Pérez y Alejandro Samarín), ya prepara nuevas actuaciones en las Islas. Para conocer esas próximas fechas, bastará con estar pendiente de su sitio web, jairomartin.com. Entretanto, mantuvo esta entrevista con DIARIO DE AVISOS.
-‘Bailar los domingos’ ha sido descrito como un homenaje al artista noctámbulo, de barra de bar y sala de conciertos.
“Aparte de todo eso, y de ser el nombre que recibe la primera canción del disco, está una idea que se fundamenta en recordar momentos del pasado, a lo mejor con un antiguo amor -‘¿te acuerdas de mí?, soy el chico aquel, ¿por qué no salimos otra vez a bailar como hacíamos?…’-. También la de recuperar ese día, los domingos, que suele estar tan denostado, que siempre posee un algo de tristeza que sobrevuela, y darle un poco de luz. Y es un disco que tiene que ver con reflejar la vida del artista en su día de asueto, el músico errante que está tocando toda la semana y el domingo puede permitirse salir un poco, aunque luego sea lunes, porque no debe ir a trabajar a la oficina. Todas esas ideas van hilvanadas en Bailar los domingos. Y, junto a ellas, el mensaje de Cantando bajo la lluvia. Da igual que sea domingo para salir a bailar; da igual que llueva para salir a cantar. De hecho, la portada del vinilo, diseñada por mi amigo Quique Armas, un diseñador espectacular con el que llevo años trabajando, juega con ese mensaje de Cantando bajo la lluvia, llevado a la madrileña”.
-En la plasmación de este álbum ha vuelto a trabajar con Kike Eizaguirre e Iván Domínguez. ¿Qué le aportan estas colaboraciones a su proyecto y, en este caso concreto, qué tipo de sonido buscaba?
“Kike Eizaguirre es un productor de larga trayectoria en la música en España. Tiene una sabiduría inmensa y además es muy sencillo trabajar con él. Iván Domínguez, que también es de Icod, como yo, es su mano derecha en el estudio El Escondite y lleva más de 20 años instalado en Madrid. Colaboramos desde mi tercer disco, Hombres mejores (El Escondite Producciones, 2016). Nos entendemos a la perfección. A Kike le gustan mis canciones, se vuelca en ellas. Aquí, en Tenerife, le mandaba mensajes a las tantas de la noche, preguntándole su opinión sobre determinada parte de una canción y él al momento me respondía. Los dos se han implicado muchísimo en este disco y eso para mí supone un gran regalo. Es una gente en la que confío mucho. En Bailar los domingos buscábamos plasmar el eclecticismo musical que me gusta. Hay canciones que son sobre todo circenses, como la primera, con muchos arreglos de cuerdas, de vientos…; hay otras que son más rockeras… Kike siempre trata de organizar mi caos. Se trata de eso: sin dejar de reflejar mi esencia, hacerlo recurriendo a diferentes paletas, que es justo lo que me interesa mostrar en mis discos y en mis conciertos”.
-¿Cuál diría que ha sido la evolución o, si se prefiere, el camino transitado desde ‘La fiesta crepuscular’ hasta hoy?
“Creo que he mejorado en cuanto a textos; a interpretación vocal, sobre todo en los directos; en cuanto a estar mucho más seguro de lo que estoy haciendo, de que justo este es el papel que me ha tocado desempeñar en la vida, por así decirlo, como en aquella obra de Calderón en la que repartían los papeles [el auto sacramental El gran teatro del mundo]. A mí me tocó este de juglar, de trovador, y me gusta mucho. Todo eso lo vas ganando con los años. Aquel disco, La fiesta crepuscular, aunque hay muchas canciones que seguimos tocando en directo, no deja de ser una especie de maqueta, grabada, con más corazón que cabeza, con un amigo mío, de la que estoy muy contento. Pero a partir de ahí, en mi opinión, he hecho un trabajo más profesional, en el que he ganado en sonido, en arreglos, en saber escribir mejor y en conocer a dónde quiero llegar. Aunque, como ya digo, hay gente que sigue tu trayectoria y te felicita por cada una de las épocas que atraviesas. En suma, creo que he ganado en seguridad y en tener claro mi camino en la vida”.
“Queremos que el público de cada concierto nos acompañe en la montaña rusa de emociones que le planteamos”
-Una constante en su trayectoria es la atención que presta a las letras de las canciones. ¿Cómo se suele producir la confluencia con la música? ¿Discurren por caminos paralelos justo hasta el final o más bien se entrelazan constantemente durante la composición?
“Se da de mil maneras. Se lo he escuchado a muchos compañeros y suelo coincidir con ellos. Hay veces que te llega una frase, que crees que es buena, y solo con eso vas tirando del hilo hasta llegar a una canción entera. En otras ocasiones, con una imagen creas un título y a partir de ahí comienzas a trabajar. En otros muchos momentos te viene a la cabeza una historia completa y te animas con ella a componer una canción. O llega antes la música… Yo prefiero tener la letra primero y añadir la música luego. Otros compañeros lo hacen justo al revés. Incluso en este álbum hay unas cuantas canciones en las que he trabajado así, pero me cuesta más, porque soy un poco maniático y me preocupo mucho de que las sílabas vayan encajando en la canción. Es casi como hacer crucigramas. Pero, bueno, al final termina saliendo. Al margen de todo esto, lo ideal es sentarte ante el piano y que la música y la letra vayan surgiendo al mismo tiempo. Pero no suele pasar. Me ocurrió en este disco, por ejemplo, con Todos los payasos somos tristes. La letra se me ocurrió de sopetón y también la música ante el piano. No es lo habitual”.
-¿Qué cuestiones de la realidad son las que más llaman hoy su atención y lo llevan a trasladarlas a la música?
“Me gustan los autores que se basan en las relaciones personales, en los sentimientos. Me preocupa y me atrae mucho ese mundo. Cuestiones como la melancolía y el desamor, pero también, en el lado positivo, la amistad, el amor… Soy consciente de que la melancolía es un terreno muy fértil para componer, pero no puedes estar todo el rato recreándote en ella. Me gustan las imágenes de alegría, de pasarlo bien con los amigos. En Bailar los domingos hay un tema que se llama Dándole al vaso, que es una exaltación de la amistad, del vino, del vino de la Isla… Nuestro querido Fran Baraja participó. No soy un escritor social, aunque he tocado ese palo alguna vez; tampoco soy un escritor eminentemente romántico, aunque me atraiga ese mundo. Podría decirse que lo que me interesa es lo urbano, los personajes de la nocturnidad. Esos que tienen unas vidas que no ocupan las primeras páginas de los periódicos. Unas vidas que pueden parecer anodinas, pero que poseen unas lecturas personales muy interesantes”.
“No soy un autor social, pero toco ese palo, ni romántico, que también me atrae; me interesa lo urbano y la nocturnidad”
-Podría decirse que Madrid, Madrid de noche, es un protagonista más en sus temas. ¿De qué manera Canarias, Tenerife e Icod se hallan en su imaginario?
“Madrid está muy presente. Este disco es muy madrileño. Hace poco que he vuelto a vivir en las Islas, tras 12 años en Madrid. Yo era pianista de la noche, trabajaba en diferentes lugares. Aparte de mis propias canciones, acompañé a mucha gente. Ese ha sido mi oficio, tocar el piano para entretener a quienes acuden a los locales. El universo que te encuentras ahí, el de esas personas anónimas de las que he hablado, es apasionante. En la noche hallas unos desarraigos y unas filosofías personales tremendos. En cuanto a Canarias, a Tenerife, a Icod, en mi obra tengo imágenes de isleños transitando por la gran ciudad y de la manera en la que se entremezclan con los otros, algo similar a Caco Senante con Una gaviota en Madrid. Aunque este disco es básicamente madrileño, muy de ciudad, como digo, existen también destellos de insularidad, por supuesto. Y ahora estoy encantado de haber regresado a Canarias. Presentamos Bailar los domingos en un concierto en Icod de los Vinos y fue una locura. Ahora vamos a cerrar fechas en Santa Cruz y en La Laguna. Siempre he tenido muy presente esa insularidad. Media banda del disco es canaria y la otra media es madrileña”.
-Precisamente, en este proyecto se acompaña de Los Chicos del Coro. ¿Cómo está siendo la experiencia?
“Es una maravilla. Antes que nada, son amigos míos, algunos, desde hace muchos años. Son músicos muy apasionados con lo que estamos haciendo. Les gustan las canciones y estamos echando un montón de horas en el local de ensayo. También hicimos un concierto en Madrid, que resultó espectacular. A partir de este mes de septiembre vamos a estar dando guerra por ahí. No puedo tener mejor compañía: Néstor Rodríguez, Víctor Francisco, Juan Luis Pérez y Alejandro Samarín. Todos cantan, por eso lo de Los Chicos del Coro, y la suma de las voces consigue que las canciones lleguen a otro lugar, lo que nos resulta muy divertido. Encima, son multiinstrumentistas, por lo que, además de un quinteto, podemos presentar algunos temas solo tres o en dúo… Espero que esta banda dure mucho tiempo. La amistad, el compañerismo que tenemos fuera y sobre el escenario es algo que para mí resulta esencial”.
“No puedo tener mejor compañía en este proyecto: Néstor Rodríguez, Víctor Francisco, Juan Luis Pérez y Alejandro Samarín”
-¿Qué significa para usted presentar su música en directo?
“Es lo mejor que hay. De todas las etapas de este trabajo, y a mí me gusta mucho estar en el estudio, es lo que más me llena. Tocar y cantar delante de la gente, e incluso en casa, es una experiencia transformadora. El Jairo que se sube al escenario es diferente al Jairo que se baja de él. Compartir tu pasión por la música con la gente, que entienda y sienta tus canciones, que te diga que determinado tema le llegó de una manera especial, otro le emocionó y con otro se rio es fantástico. En cada espectáculo nos gusta recorrer diferentes fases y que nos acompañen en esa montaña rusa de emociones que planteamos”.