La geopolítica del mundo está en estos momentos cocinando cambios que pueden ser de enorme relevancia para los próximos años. Los países están tratando aún de calibrar las dimensiones del cambio que supondrá la vuelta al poder de Donald Trump en Estados Unidos. Rusia, China y la propia Unión Europea hacen sus movimientos al objeto de generar una red de alianzas estratégicas que no las deje en fuera de juego en el mapa global ante el evidente avance de los norteamericanos, muy especialmente en asuntos tecnológicos como la inteligencia artificial.
Habrán oído pues, recientemente, que rusos y chinos están haciendo un esfuerzo conjunto para potenciar aún más la asociación de los llamados BRICS+. Lo pudimos ver hace pocas semanas en la ciudad rusa de Kazán, donde Vladimir Putin actuó de anfitrión en la cumbre BRICS+, reunión que puso de manifiesto la importancia creciente de este bloque, muy a tener en cuenta en la configuración de un nuevo orden mundial. O, al menos, esto es lo que la iniciativa parece indicar.
Fundado originalmente por Brasil, Rusia, India y China en 2009, y con la incorporación de Sudáfrica en 2010 (de ahí el acrónimo BRICS) el bloque ha evolucionado significativamente. En la cumbre de este año se han sumado como miembros de pleno derecho Irán, Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos, Egipto y Etiopía, ampliando la influencia del grupo. Al tiempo, a Kazán se desplazaron también tres países africanos que se anunciaron como nuevos socios: Argelia, Nigeria y Uganda.
No es un movimiento cuyo volumen deba menospreciarse: en conjunto, los diez países BRICS+ representan el 35,6% del PIB mundial y el 45% de la población mundial. En contraste, solo hace falta recordar que el G-7, el grupo de las siete economías más avanzadas del mundo (EEUU, Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón y el Reino Unido) representa un poco más del 30% de la riqueza global y menos del 10% de la población.
La génesis de los BRICS se argumentó en base a la necesidad de crear un bloque que pudiera coadyuvar a la creación de un orden mundial más equilibrado y justo, que apelaba a la cooperación sur-sur. Los países fundadores compartían la visión de un mundo multipolar, donde las economías emergentes tuvieran un papel más relevante. Ahora, en este sentido, persiguen acuerdos para intentar acabar con la hegemonía del dólar en las transacciones internacionales o la creación de un Nuevo Banco de Desarrollo que les permita acceder a financiación asequible para sus propios proyectos. En definitiva, referenciar un nuevo modelo de cooperación económica y financiera que beneficie a sus integrantes.
África, con su riqueza en recursos naturales y una población en rápido crecimiento, se ha convertido en un actor geopolítico clave. La invitación a nuevos socios africanos en los BRICS nos dice muchas cosas. Subraya la importancia estratégica del continente en este nuevo orden mundial. Rusia y China, miembros clave del bloque, han establecido importantes lazos comerciales y de inversión en África.
En el caso ruso, por ejemplo, ha establecido fuertes alianzas con las nuevas juntas militares de países como Mali o Burkina Faso, consolidando una estrategia que empezó a probar ya hace algunos años en la República Centroafricana. Y no solo están en el Sahel: mantienen acuerdos de cooperación con 43 países africanos. La presencia de mercenarios del antiguo Grupo Wagner, ahora llamados Africa Corps, y el uso de estrategias de desinformación son algunos de los elementos que más inquietan, especialmente a norteamericanos y europeos.
Respecto a los Estados Unidos, si bien ahora vive condicionada a los cambios en política exterior que podría implementar Trump, lleva unos años inyectando importantes inversiones para el desarrollo del corredor ferroviario de Lobito, que permitirá dar salida al mar por Angola a minerales estratégicos provenientes de la República Democrática del Congo.
Y nuestra Unión Europea, quizás aún demasiado pendiente de sus diferencias internas, avanza lentamente en su camino para ser considerado un verdadero jugador. Si bien en los últimos años se ha convertido en el principal socio comercial de África, el que mayor inversión extranjera directa facilita y el principal proveedor de ayuda al desarrollo, sigue demasiado vinculada a su pasado colonial. Su apuesta por ser un socio fundamental y privilegiado de África ya tiene nombre y apellidos: el Global Gateway, un programa que algunos vieron al nacer como la competencia directa a la Belt and Road de China (traducida como la nueva Ruta de la Seda). Por lo pronto, 150.000 millones de euros de los 300.000 con que nació esta iniciativa europea están destinados a África.
Y el continente africano, a través de la Unión Africana, tiene sus propios planes, como no podía ser de otra manera. Planes incluidos en su Agenda 2063 tendentes a reforzarla como un mercado único (la gran Zona Africana de Libre Comercio), como un espacio de visado único y también como un espacio y mercado digital unitario. En septiembre del año pasado ancló su presencia en el G-20, en la que podrá ejercer presión como un continente unido.
Porque está muy claro que la diversidad de socios y el convertirse en la persona a la que todo el mundo quiere sacar a bailar tiene sus ventajas, y eso lo han visto los países africanos: están jugando sus cartas, reclamando también una mayor y consolidada presencia en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, y recordando que la diversidad de socios no solo es siempre positiva, sino también necesaria.
Y en mi opinión, en toda esta situación hay una tendencia muy interesante a observar: el incremento de presencia africana en los países BRICS+, por ejemplo, no debe ser interpretado como un gesto hostil hacia Europa, sino que, al contrario, puede ayudarnos a suavizar la posición de rusos y chinos en las intenciones a largo plazo de este gran bloque geopolítico.
Y escribo esto en los días en que, en Las Palmas de Gran Canaria, desde Casa África hemos colaborado con la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE) y el Gobierno de Canarias en la celebración de IBAFCAN, el Foro Empresarial Ibero Africano, en el que Canarias quiere mostrarse como un espacio neutral y estratégico para unir a empresarios europeos (empezando por España y Portugal), africanos y latinoamericanos. Un pasito práctico más para visualizar aquello de hacer del Archipiélago un verdadero puente tricontinental.
Este foro llega en el momento preciso, en el que también el sector privado mira de forma más audaz hacia el continente y entiende que, más allá de los estereotipos lamentablemente exagerados alrededor del fenómeno migratorio, hay realmente en los países vecinos un mercado de un potencial inmenso, con unas perspectivas demográficas únicas en el planeta y con un sinfín de recursos.
Personalmente, aproveché la invitación a inaugurar este foro recordando precisamente todas las oportunidades que a los canarios puede abrirnos el Global Gateway de la Unión Europea, y adelanté a los participantes que en pocos meses traeremos a especialistas responsables de la Comisión Europea para explicarnos cómo podemos ser partícipes de este ambicioso plan de desarrollo del continente africano.
Es fundamental que este tipo de encuentros permitan configurar el espacio en el que nuestro empresariado vaya viendo y entendiendo lo que en el ámbito geopolítico se lleva cociendo hace ya algunos años: que África está en el centro de todo, y que es el espacio en el que todo el mundo quiere y debe estar. Lo que también es importante es que esta mirada sea sincera y honesta, pensada para el beneficio mutuo y muy consciente del daño que le ha hecho a los africanos y las africanas tanta historia de colonialismo y extracción de recursos sin mejorar las condiciones de vida de sus habitantes.
Leo con esperanza en los medios de comunicación, a raíz de este encuentro del IBAFCAN, que los empresarios españoles esperan incrementar en tres o cuatro años el número de empresas españolas presentes en el continente africano. Ojalá esta vez se hagan realidad tales expectativas. Desde las instituciones nos corresponde el papel de facilitarlo y establecer foros e iniciativas como éstas, donde la gente se conozca, establezca redes, genere confianza y apueste por fin por el continente.
*Director General de Casa África