tribuna

El godo y la ‘colonia’ de los cayucos

Hemos entrado ya claramente en una dimensión política de baja estofa, como si esa moda fuera a imponerse y los anticuados fuéramos nosotros, los incrédulos. El debate infructuoso sobre los menores migrantes en Canarias está en esa clave de política denigrativa consistente en una pérdida flagrante de tiempo.

Si esa práctica soez de marear la perdiz se generalizara, la política en España sería un diálogo de besugos y la oposición pasaría a ser un interlocutor inválido. El Partido Popular de Núñez Feijóo tiene el honor de estar impulsando esta no-política, la versión de un subgénero fútil de ganarse la vida fingiendo hacer política útil.

Su polémica incapacidad en la no-negociación con el Gobierno socialista (y Canarias y Ceuta) sobre la acogida nacional de los niños africanos llegados en cayucos, con claro desprecio a los derechos de la infancia, coincide con el escándalo del desastre en la DANA valenciana, uno de los feudos y estandartes del PP de Feijóo. Son dos ejemplos de ineficacia y pasividad del partido de la oposición, que le están lastrando como alternativa de poder. En unos meses, en total medio año 2024 (¡qué balance de incompetencia para un inventario de ejercicio!), diríase que el PP ha arruinado su mejor bagaje tras las elecciones del 23 de julio de 2023.

Consciente de ello, Vox le pisa los talones -y los callos, de paso- generando obstáculos que impidan que la derecha española de toda la vida, llamada a alternarse con el PSOE en la Moncloa, progrese en tal sentido. En Valencia, la ultraderecha no duda en desestabilizar al presidente, Carlos Mazón, por su fracaso en la DANA en lo que más duele al PP, la mala gestión (el canon de la ineficacia), y en el caso de los menores migrantes no acompañados que permanecen en Canarias amenaza con tumbarle los presupuestos en seis autonomías con tal de que no llegue a un acuerdo con el Gobierno y recobre su condición de partido de Estado.

Solo un error de estrategia en la dirección popular está impidiéndole ver las trampas que le tiende su competidor por la derecha y los riesgos que ya corre al no desembarazarse a tiempo de su mala influencia. Pero el PP necesita urgentemente un tiempo muerto, pararse a analizar la situación global del supuesto problema llamado África. Todas las acciones del partido de Feijóo, a este respecto, revelan que es un barco desorientado, sin rumbo, en medio del mar. Mientras otros han encontrado la brújula que hace falta para moverse en esas aguas.

El jueves, en vísperas del Día de la Constitución, en la sede de la Delegación del Gobierno canario en Madrid, el portavoz popular, Miguel Tellado, espetaba a la cara a los ministros Torres y Sira Rego, al presidente canario, Fernando Clavijo, y al presidente ceutí, Juan Jesús Vivas, que, una vez más, nones o requetenones a la idea de apoyar en el Congreso la reforma del artículo 35 de la Ley de Extranjería. Y ese mismo día, el presidente Sánchez y los ministros Albares (Exteriores) y Elma Saiz (Migración) presentaban en la Moncloa el Plan África a presidentes, ministros y dirigentes de las más altas instituciones de ese continente.

Es tan sencillo como comprender que, dentro de 25 años, la cuarta parte de la población mundial residirá en África, que es una mina de oro para el mundo que viene y su potencial ya atrae la atención de las máximas potencias, Europa incluida. En España y en el seno de la UE, solo los partidos que no quieren ver son los peores ciegos. La recolecta de votos a cuenta de la xenofobia es pan para hoy y hambre para mañana. Negarles el derecho a convivir en Europa a los migrantes de África (ya no digamos a los niños de África, como es el caso que nos ocupa) refleja una cortedad de miras si pensamos en sus consecuencias a medio plazo, cuando la necesidad se dé la vuelta y seamos nosotros, y con nosotros, los señoritos europeos de derecha y ultraderecha, quienes toquemos en la puerta de África para llegar a acuerdos.

Tellado, en presencia de Manuel Domínguez, presidente del PP canario y vicepresidente del Gobierno autónomo, se regodeó (nunca mejor dicho) en el no a las islas y a los niños de África, con una o ninguna nueva excusa, qué más da. En definitiva, venía a decirles a sus interlocutores que los menas (el acrónimo que tanto le encanta) es un asunto de Canarias y Ceuta, esa España africana situada en casa el carajo. El subconsciente del godo, no del español: del godo. En esta crisis, ni Tellado ni Feijóo parecen gallegos, un pueblo que sabe tanto como el canario de migración a América. Porque hubo un tiempo que España fue la mejor interlocutora de Europa con la otra orilla. Habla con América la misma lengua, como habla con África la misma geografía.

La vulgaridad política de ampararse en las infamias de Aldama contra los objetivos políticos de la oposición, alegando que el Gobierno trata de “normalizar la actividad” del ministro Torres con esta clase de reuniones, desnuda algo más que las vergüenzas sobre el boicot inhumano a la reubicación de los 6.000 menores hacinados en nuestra tierra. Señala algunas componendas, la sombra de las maquinaciones, propio de esta nueva política de bajos fondos de la que hablábamos al principio.

Este baile, este sí pero no, que se traen en Génova con los menores migrantes y que dura ya seis meses, con el desagrado de Clavijo y la incapacidad de Domínguez para imponer criterios en su partido, se debe al chantaje de los de Abascal, que horas antes amenazaron con no apoyar una ristra de presupuestos autonómicos del PP. Lo que ya no deja lugar a dudas sobre las prioridades de Feijóo. Sacrifica a Canarias y pone a los suyos a los pies de los caballos en esta recepción colonial de los cayucos, y, a cambio, salva las cuentas de su media naranja: la media docena de comunidades que dependen de Vox.

TE PUEDE INTERESAR