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lgnacio Rodríguez, la llama sindical que alumbró dos huelgas para la historia

Claro que no fue el único, pero el referente de IC resultó clave en la larga protesta de 1978, que propició el primer convenio colectivo cuando el turismo aún amanecía en Canarias (1979), y ha vuelto a impulsar el parón de esta Semana Santa, tras casi medio siglo
Rodríguez, junto al sindicalista Fran Baute y bandera de Intersindical Canaria en mano a sus 71 años, antes de la salida de la protesta del Viernes Santo desde la portuense Plaza del Charco. A. M.

Como los viejos rockeros, hay sindicalistas que nunca mueren y que, cuando dejen este mundo porque contra ese ineludible destino jamás puede ganar nadie, sus nombres quedarán en la historia y en el recuerdo de muchas personas como referente a seguir. Como ejemplo de lucha por los derechos de los trabajadores y de una sociedad simplemente más justa y equilibrada, aunque no siempre fuera bien visto por las patronales de turno. Al contrario.

En Canarias, sobre todo en el ámbito hostelero y turístico, hay un defensor de la clase obrera que, a sus 71, aún sigue en la brecha. Se llama Ignacio Rodríguez y siempre se ha comprometido con la izquierda (fue edil de UPC en La Orotava del 83 al 87 y de ICAN del 91 al 93 -se va por el ingreso en CC-, impulsó en el 95 la creación de IUC en la Villa, bregó por la unidad progresista a diversas escalas…). Es muy respetado por otros sindicalistas y, desde su labor en Intersindical Canaria (IC), sirve de inmejorable enlace de dos huelgas históricas en la hostelería de las Islas, más allá de los niveles de seguimiento: la de diciembre de 1978 y la del pasado Jueves y Viernes Santo en la provincia tinerfeña.

En ambas, Ignacio Rodríguez estuvo en las negociaciones previas y liderando unas protestas que, en el 78, se prolongaron una semana y propiciaron el primer convenio colectivo en el subsector. Las de ahora, por el contrario, quedan pendientes de la nueva mesa con las distintas patronales.

Por el medio, en estos 47 años, una larga y discutible “paz social” en la hostelería y la restauración porque, según recalca a DIARIO DE AVISOS, el movimiento sindical y la fuerza de los trabajadores “se ha debilitado mucho, sobre todo en los años 90”, lo que contrasta con aquellas asambleas multitudinarias y resolutivas en el parque San Francisco, del Puerto de la Cruz, a las que asistían hasta 5.000 empleados en el albur de la democracia, cuando aún no había ni alcaldes elegidos por sufragio universal.

Tanta fuerza tenían que, por ejemplo, la celebrada el 21 de diciembre de 1978, tras un anuncio de la UGT (con Antonio Martinón y Juan Sabater) de que se desconvocaba la huelga prevista, sirvió no sólo para reafirmar la protesta, sino para darle un impulso marcador, una duración de una semana (hasta el 27) y el contundente resultado del primer convenio colectivo (1979). Un acuerdo que, para Rodríguez, ya quisieran muchos trabajadores ahora porque, por el camino y ese debilitamiento sindical, de las reivindicaciones e implicación de los empleados, se han perdido cuestiones como los complementos por antigüedad o la cláusula de revisión salarial.

Rodríguez contextualiza mucho aquella primera protesta. Recuerda que, ya desde 1975, hubo huelgas en los astilleros de Nuvasa, en la empresa de construcción CESEA, la de Cespasa de 1977 (compañía de recogida de basura en Santa Cruz de Tenerife), “que duró 25 días”, en el transporte de Tenerife, en el tabaco y en el frío industrial del puerto santacrucero. Además, crecía la conflictividad social, se venía del asesinato del estudiante Bartolomé García Lorenzo en Somosierra en septiembre de 1976 y se convoca una huelga general para el 12 de diciembre de 1977 en Tenerife, en la que la Guardia Civil asesina a Javier Fernández Quesada en la ULL. “A la lucha por la democracia y las libertades se sumaba la de la clase trabajadora por incrementar los bajos salarios y las durísimas condiciones laborales”, dice.

Y es que conviene repasar cómo se trabajaba en la hostelería entonces: cuando el Puerto de la Cruz era el gran referente del turismo, antes de ese primer convenio de 1979, “el salario mensual de un camarero en un hotel de 4 estrellas era de 21.650 pesetas al mes (120 euros actuales, pero sin adaptar el coste de la vida) y el de una camarera de pisos, de 19.685 pesetas. El salario mínimo interprofesional se situaba en 18.000 pesetas. Además, la jornada era de 48 horas semanales distribuidas en seis días y, en los departamentos de cocina, bares y restaurante de los hoteles, la jornada partida comprendía hasta tres turnos, lo que obligaba a los trabajadores a estar disponibles 14 o 15 horas del día”.

“Tampoco se reconocían ni pagaban -añade- las horas extras y, a pesar de trabajar los 14 días festivos anuales no recuperables, las vacaciones se limitaban a 30 días naturales. Y por si todo esto fuera poco, había un sistema de participación de los trabajadores en la facturación de las empresas, conocido como Porcentaje de Servicio, que solamente beneficiaba a un pequeño grupo de categorías profesionales, dada su distribución, escandalosamente discriminatoria. Además, el trato personal de los jefes de departamento y directores con los empleados, salvo excepciones, era autoritario y déspota”.

Ante este panorama, su entonces Federación Canaria de Sindicatos Unitarios (mayoritaria en el subsector, si bien ahora IC sólo tiene el 7,5% y prima Sindicalistas de Base) junto a otras centrales promueven una huelga que, pese a esa frustrada desconvocatoria desde la UGT, logra un rotundo éxito y deriva en un convenio en 1979 que “introduce la jornada de 44 horas y también la continuada en los hoteles y apartamentos, con la excepción de las empresas de menos de 20 trabajadores o 50 camas. También se consigue el 100% de salario base más la antigüedad en situación de incapacidad temporal (IT). El incremento salarial en tablas firmado fue del 26% para las clasificaciones profesionales 4ª y 5ª, y del 30% para las de 1ª, 2ª y 3ª”. Luego, con el acuerdo de 1980 (entonces eran anuales), “se baja a 40 horas, se consigue el descanso semanal rotativo de día y medio y se introduce una bolsa de vacaciones de 15.000 pesetas como compensación de nueve días de festivos anuales no recuperables. Además, las vacaciones del año pasan a ser 35 días naturales, el incremento salarial fue del 18% y se amplía la cobertura del 100% en situación de IT a los complementos extrasalariales”.

Para Rodríguez, esto sentó las bases de una paz social justificada durante años, pero que comenzó a debilitarse en los 90 por lo que llama “sindicalismo de concertación, con convenios por cuatro años que te atan y perdiendo cláusulas como la de revisión salarial o el complemento de antigüedad. Los sindicatos debemos reequilibrar la balanza; para eso existimos, no para ser meras comparsas del capital ni asumir sus postulados”, recalca.

LA ÚLTIMA HUELGA

Rodríguez hace un balance “positivo” del paro del Jueves y Viernes Santo. Entre el 10% de Ashotel y el 70% esgrimido por las centrales, calcula que fue seguido por “un 40, 50 y hasta el 55% en ciertos establecimiento, lo que creo una respuesta estimable dada la dureza y desproporción de los servicios mínimos fijados por la consejería de Empleo justo un día antes, cuando se sabía desde el martes que mediaría Clavijo. Esto refleja la bipolaridad de este Gobierno”, censura.

Por supuesto, reconoce la dificultad de los sindicatos para lograr que se sumen muchos trabajadores de la restauración, “salvo excepciones como las de las instalaciones del aeropuerto Norte, por la falta de comités de empresas y fuerza sindical en los restaurantes, pues nos es muy difícil llegar ahí”. Además, cree muy indicativo que “una parte importante de los que hicieron huelga fueran a las protestas” y considera que ha quedado demostrado “el hartazgo profundo” de muchos empleados con “los bajos sueldos pese a la gran bonanza económica en los últimos tres años, cuando las empresas hosteleras han ganado dinero a mansalva, y con unas condiciones laborales cada vez peores y con más cargas, aparte de que en el Sur casi ya no se puede vivir y muchos trabajadores usan furgonetas o campings”.

Por tanto, cree que, “pese al poco tiempo que tuvimos y a no trabajar bien la protesta en los centros de trabajo”, ha sido un éxito y “un aviso a navegantes” que achaca a la unidad sindical. A su juicio, y aunque entiende que algunos esperasen a más gente en la huelga, debe servir de punto de inflexión para alcanzar un acuerdo salarial para 2025 satisfactorio (insiste en el 6,2%), negando que la negociación “parta de cero ahora”, como sí sostiene Ashotel, “lo que creo que fue una reacción autojustificativa en caliente que van a tener que retirar: las posiciones están donde las dejamos”, advierte.

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