por qué no me callo

El ‘dédalo de Creta’ y don Dinero, poderoso caballero

La paz en Gaza recuerda el paso de un huracán. Un volantazo de Trump tiró por tierra los planes de Netanyahu. Y más de uno ha hecho el ridículo en España.

Ayer vimos a Sánchez -el que estaba desahuciado en política internacional según los voceros de Feijóo- asistiendo a la cumbre de la paz en Sharm el Sheij (Egipto), entre los selectos invitados. Vimos a Trump estrechándole la mano afectuosamente. Y vimos a los rehenes liberados. ¿Cuántas voces acallan tales imágenes en la España carpetovetónica?

Los cambios de vientos, las cizalladuras en política, hacen que las encuestas electorales den bandazos de un mes para otro. Líderes embriagados de euforia, de pronto, se caen del pedestal en Andalucía, Madrid… ¿Cómo se come que Feijóo y Abascal compitan por dejar plantado al rey? Ambos, siendo socios potenciales de un Gobierno como el israelí asilvestrado por la ultraderecha.

¿Puede Trump ser filántropo y pérfido, héroe y villano, a la vez? Puede. Estas últimas horas están siendo un máster impagable de pragmatismo neuropolítico sobre disciplinas tan poco cartesianas como la diplomacia. Con la paz se cae el castillo de naipes del asalto y vaciado de la población civil, que era la prioridad oficial de Trump y Netanyahu, decididos a tomar Ciudad de Gaza con elefantes engualdaprados como en la Biblia.

La pareja de promotores de la guerra inmobiliaria, de la Riviera de Oriente Próximo, parecía más unida que nunca. Ese desvarío turístico encandilaba al magnate de bienes raíces residenciales de la Casa Blanca. Y Netanyahu aplaudía con las orejas.

Lo que no podíamos sospechar, y ha sido la causa del fenomenal traspié protagonizado en España por toda una cohorte conservadora desinformada, es que el mismo Trump que decía una cosa y la contraria sobre la ONU en su accidentada intervención del martes 23 de septiembre, el que ninguneaba a quienes se compadecían de los palestinos, estaba fraguando en secreto un plan de paz que contradecía sus arengas más bélicas. Y ni Ayuso ni Aznar se lo olieron.

Han empezado a trascender los detalles. Trump no se fía de su secretario de Estado, Marco Rubio, sino de su amigo empresario reconvertido en diplomático Steve Witkoff y de su yernísimo, Jared Kushner, que ya se enriqueció en su primer mandato y ahora rellena las arcas donde más se le da, en Oriente Próximo. Ambos pergeñaron el dédalo de Creta, el fin de la guerra. Y Netanyahu, como Ícaro, se acercó tanto al sol que se quemó y se le derritieron las alas de cera provocando su caída.

Ahora se da la paradoja de que el invasor que ocasionó un genocidio en Gaza, tras el terrible ataque de Hamás, se queda con cara de derrotado sin haber terminado el trabajo, que Aznar espoleaba en su ignorancia. Israel recuperó ayer a la veintena de rehenes con vida, pero, a cambio, pone en libertad a unos 2.000 presos palestinos. Y se queda sin hacerse con el gobierno de la Franja.

Tras cinco meses de asedio y hambre de niños y adultos, no le queda otra a Netanyahu que abrir paso a los convoyes humanitarios, cuando antes disparaba a matar a los voluntarios del chef José Andrés. Hamás deberá desarmarse como ETA en España, pero el sueño de una limpieza étnica y una expulsión masiva como en la Nakba de 1948, tras la guerra árabe-israelí, que provocó la desintegración de la sociedad palestina, pasó a mejor vida a las dos de la madrugada del jueves en Egipto, cuando el tándem de ejecutores Kushner&Witkoff telefoneó a Trump, tras dos años y dos días de guerra, y le dio el parte: “Jefe, misión cumplida”.

Las escenas humillantes de Netanyahu han pasado a la historia estos días. Las imágenes del fotógrafo oficial de Trump en blanco y negro -para mayor realismo- eran premonitorias. El 9 de septiembre había cometido su gran error en esta guerra: bombardear Doha (Catar) para matar a unos cabecillas de Hamás, sin avisar a Trump. Pidió disculpas obligado al primer ministro catarí en el patibulario Despacho Oval y, al colgar el teléfono, escuchó al reverso de Trump leerle el contenido de los tres folios con 20 puntos de su victoriosa capitulación, con los últimos retoques de los países árabes, que ahora mean más que el israelí.

Los negocios son los negocios, según El arte de la negociación, el libro del presidente convertido en el manual intermediario de la primera potencia. El republicano multiplica su fortuna desde que llegó a la Casa Blanca, y la opulencia árabe, en la gira de mayo, lo conquistó, amén de tentadores contratos para los EE.UU. y para los Trump. No era el Nobel de la Paz. Era don Dinero. Poderoso caballero.

TE PUEDE INTERESAR