El Telescopio Espacial James Webb ha vuelto a sorprender al mundo de la astronomía al captar una nueva vista del espacio profundo que ha revelado la existencia de seis posibles «mundos extraños«. Estos objetos espaciales, también conocidos como planetas errantes, ofrecen pistas fundamentales sobre el nacimiento de estrellas y la formación planetaria, desafiando las teorías establecidas.
La observación se centró en la nebulosa NGC1333, ubicada en la nube molecular de Perseo, a unos 960 años luz de distancia. Como ha ocurrido con anteriores descubrimientos de este telescopio, la impresionante resolución y sensibilidad del James Webb ha permitido una visión sin precedentes de este rincón del cosmos. Esta nueva imagen ha permitido identificar desde estrellas recién nacidas y enanas marrones, hasta objetos de masa planetaria que podrían ser los esquivos «mundos extraños».
Un equipo internacional de científicos, incluyendo investigadores de la Universidad de Michigan y la Universidad Johns Hopkins, ha estado a cargo del estudio de esta asombrosa vista. Los resultados han sido tan impactantes que han sido aceptados para su publicación en la prestigiosa revista «The Astronomical Journal».
Lo más destacado de este hallazgo es la identificación de seis posibles «mundos rebeldes» o planetas errantes dentro del cúmulo de formación estelar NGC1333. Estos cuerpos celestes son descritos como «objetos con masas similares a las de los planetas pero que no están sujetos a la gravedad de ninguna estrella». Entre estos se encuentran gigantes gaseosos de hasta 5 a 10 veces más grandes que Júpiter, un tamaño que destaca su singularidad.
Este descubrimiento tiene implicaciones profundas para los modelos de formación estelar y planetaria. La presencia de estos planetas errantes en un cúmulo tan joven y activo sugiere que los procesos de formación estelar podrían estar también involucrados en la creación de objetos de masa planetaria, desafiando así las teorías tradicionales.
Ray Jayawardhana, astrofísico y autor principal del estudio, afirmó: “Nuestras observaciones confirman que la naturaleza produce objetos de masa planetaria de al menos dos maneras diferentes: desde la contracción de una nube de gas y polvo, como se forman las estrellas, y en discos de gas y polvo alrededor de estrellas jóvenes, como lo hizo Júpiter en nuestro propio sistema solar”.
El objeto que más intrigó a los astrónomos fue el más ligero de estos planetas errantes, con una masa estimada en cinco veces la de Júpiter, equivalente a unas 1,600 Tierras. La observación de un disco de polvo alrededor de este planeta refuerza la idea de que podría haberse formado de manera similar a una estrella, lo que subraya la necesidad de revisar los actuales modelos de formación estelar y planetaria.