No es nada nuevo, pero no deja de llamar la atención porque siga pasando cuando estamos a las puertas de la tercera década del siglo XXI. Antaño resultaron memorables sucesos como los del túnel cercano al Hospital Universitario de Canarias, donde bastaban cuatro gotas para hacer impracticable el tramo para el tráfico rodado.
Felizmente, aunque a costa de los impuestos de los tinerfeños, que tuvieron que pagar dos veces por la misma obra, cuando llueve no se inunda ya ese túnel, pero la historia se sigue repitiendo, como se repitió ayer en algunas vías de la Isla, donde las lluvias resultantes de la cola de la borrasca Bárbara, que se dejó sentir especialmente en Tenerife y La Palma, ocasionaron charcos que obligaron a interrumpir el tráfico.
Hay que tener en cuenta que la lluvia provocada por este temporal no tuvo, ni de lejos, un volumen considerable (otra cosa fue el viento), pero en algunas vías no dio para más en tramos que, para colmo, son de lo más transitado.
El viento ayer se manifestó por momentos huracanado y causó indudables trastornos que, por suerte, no ocasionaron males mayores. La lluvia sí cabe calificarla de bienvenida y hasta bendita, en especial para territorios como La Palma, aquejada de una larga sequía. Tenerife también agradeció el agua caída y tomó buena cuenta de los talones de Aquiles que permanecen vigentes a la hora de afrontar un temporal, por benigno que haya sido el de ayer, en términos de balance de daños.
El fuerte viento en La Palma y El Hierro obligó a cancelar y desviar un buen número de vuelos. Lugares como Icod, Tacoronte, Puerto de la Cruz, La Orotava, Mazo, Breña Alta y Baja y Santa Cruz de La Palma soportaron la mayor incidencia del viento. Por su oparte, Arona, Adeje y, sobre todo, La Laguna resultaron los municipios con mayor número de sucesos por el agua.
En líneas generales, hubo menos lluvias de lo esperado, pero el espectáculo no dejó de resultar hasta sorprendente, tras un periodo veraniego de altas temperaturas.
Adversidades
Las inclemencias del tiempo son condiciones inexcusables para hacer diagnóstico de la capacidad de resistencia de un territorio siempre expuesto a adversidades meteorológicas de cierta gravedad, como por otra parte no dejan de augurar los expertos que sitúan al Archipiélago en el mapa de las tormentas importantes que puedan declararse en las próximas fechas.
Mientras altos volúmenes de precipitaciones son asumidas sin problemas por zonas cuya orografía está esculpida por la lluvia, como por ejemplo la comarca de Acentejo, no hay manera de que nuestras autoridades logren que el Sur (nada menos que el motor económico de la Isla, si la pandemia permite retornar a la actividad turística) parezca zona de guerra en cuanto llueve. Ayer mismo, tanto Arona como Adeje fueron, junto con La Laguna (donde más llovió de largo) los municipios desde donde se efectuaron más llamadas al Centro Coordinador de Emergencias y Seguridad (Cecoes) 1-1-2 de Canarias por incidencias relacionadas con una lluvia que, hay que insistir, no tuvo nada de particular para tratarse del primer temporal de otoño. Charcos en algunas autovías, aguas fecales en Parque La Reina… mucha factura para tan poca causa.
Lo de los semáforos de Santa Cruz, otra vergüenza
En la capital ni siquiera fue donde más llovió en un día sin grandes precipitaciones, pero da igual. Volvieron a caerse los semáforos en cruces con gran densidad de tráfico. Plaza de la Paz, avenida de Venezuela, Benito Pérez Armas… Por cuatro gotas aunque cayeran juntas. Que lo explique quien contrató y el que ejecutó.