En España que es un país de pensión y jubilación, las amas de casa constituyen un grupo social frecuentemente invisibilizado, a pesar de que su trabajo representa una labor fundamental para el bienestar de la sociedad. Su dedicación al hogar y a la familia no solo implica una entrega total, sino que, en muchos casos, su esfuerzo supera al de cualquier trabajo remunerado.
Ellas son las responsables de criar a los más pequeños y de cuidar a los mayores, desempeñando un rol esencial que, sin embargo, a menudo queda sin reconocimiento formal ni remuneración económica. Durante años, las amas de casa no han contado con la posibilidad de acceder a una pensión al llegar a la edad de jubilación, dado que su trabajo, al no estar regulado por un contrato formal ni registrado en la Seguridad Social, quedaba al margen del sistema de protección social.
No obstante, en los últimos tiempos, esta situación ha comenzado a experimentar un leve cambio gracias a la introducción de una pensión no contributiva gestionada por el Instituto de Mayores y Servicios Sociales (Imserso). Este tipo de pensión representa una pequeña esperanza para aquellas mujeres que, habiendo dedicado toda su vida al cuidado de su familia y hogar, se encuentran en una situación de vulnerabilidad económica al alcanzar los 65 años.
Para acceder a esta pensión no contributiva, las amas de casa deben cumplir con una serie de requisitos específicos. En primer lugar, es necesario que la persona solicitante haya residido en España durante al menos 10 años, en el periodo comprendido entre los 16 años de edad y la fecha en que se hace efectiva la pensión.
De esos 10 años, al menos dos deben ser consecutivos e inmediatamente anteriores al momento de la solicitud. Además, se exige una carencia de ingresos personales, de manera que las rentas anuales no superen los 7.250,60 euros. Estas condiciones buscan garantizar que la pensión llegue a quienes realmente lo necesitan, aquellas personas que, tras toda una vida de trabajo no remunerado, se encuentran en situación de precariedad económica.
Con esta ayuda económica las amas de casa tendrán una pensión digna para su jubilación
En caso de que la persona que solicita la pensión conviva con familiares, también se establecen criterios específicos en cuanto a los ingresos totales del hogar. Por ejemplo, si conviven dos personas, los ingresos no deben superar los 12.326,02 euros anuales; si son tres, el límite es de 17.401,44 euros; y si son cuatro, no debe exceder los 22.476,86 euros anuales.
En hogares con más de cuatro miembros, se incrementa el límite en 5.075,42 euros por cada persona adicional. Esta consideración también se extiende a aquellos casos en los que se convive con familiares de primer grado, como padres o hijos, donde los umbrales de ingresos permitidos son más elevados.
Es importante destacar que esta pensión es incompatible con cualquier otra que pueda percibir el solicitante, ya sea una pensión de invalidez o asistencial. Por lo tanto, solo se puede optar a una de ellas, siempre y cuando se cumplan los requisitos establecidos para cada una. La cuantía máxima de esta pensión no contributiva del Imserso es de 517,90 euros mensuales, lo que equivale a 7.250,60 euros al año. Aunque esta cantidad no resulta suficiente para cubrir todas las necesidades básicas, representa un alivio económico para aquellas personas que, de otra manera, no tendrían acceso a ningún tipo de ingreso.
El reconocimiento de este derecho a una pensión no contributiva para las amas de casa supone un paso significativo en el camino hacia una mayor justicia social. Aunque las cantidades asignadas puedan parecer insuficientes, el hecho de que el Estado reconozca, aunque sea de manera simbólica, la valiosa contribución de estas mujeres al bienestar familiar y social, marca un hito importante.
Durante años, el trabajo de las amas de casa ha sido visto como una labor “natural” de las mujeres, desprovisto de valor económico y, por ende, sin reconocimiento en el sistema de pensiones. Este enfoque ha comenzado a cambiar, aunque de forma lenta y con muchas limitaciones.
Para muchas de estas mujeres, la posibilidad de acceder a una pensión no contributiva significa más que un simple ingreso económico. Es un reconocimiento tardío de una vida dedicada al cuidado de otros, un reconocimiento de que su labor es tan valiosa como cualquier otro trabajo remunerado. En un contexto en el que las desigualdades de género aún persisten de manera notable, esta pensión representa una modesta forma de compensación por tantos años de trabajo no remunerado.
Sin embargo, la batalla por una mayor justicia social y económica para las amas de casa está lejos de haber concluido. Existen voces que claman por una reforma más profunda del sistema de pensiones, que tenga en cuenta no solo el reconocimiento simbólico, sino también una remuneración justa que permita a estas mujeres vivir con dignidad al llegar a la tercera edad.
La realidad es que muchas amas de casa siguen enfrentándose a grandes dificultades económicas, incluso con la pensión no contributiva. La cuantía de esta pensión, en muchos casos, apenas alcanza para cubrir los gastos más básicos, lo que deja a muchas mujeres en situaciones de vulnerabilidad.
Es crucial continuar avanzando en la lucha por los derechos de las amas de casa, exigiendo reformas más inclusivas y equitativas en el sistema de pensiones. La creación de esta pensión no contributiva es solo un primer paso en una batalla mucho más amplia y compleja. Las amas de casa merecen más que un reconocimiento simbólico; merecen una compensación justa por toda una vida de trabajo, de entrega y de sacrificio por el bienestar de otros. Y esta compensación, sin duda, debe reflejarse en una pensión adecuada que garantice una vida digna en la vejez.