Don Leoncio Afonso, 100 años mirando al futuro

No había tenido la suerte de reencontrarme con él desde la conmemoración del 150 Aniversario del Instituto Cabrera Pinto

Hace unos días, pero como si hubiesen sido 100 años, tuve la enorme fortuna, tan grande como la diosa latina, de mantener una charla de tú a tú con don Leoncio Afonso. No había tenido la suerte de reencontrarme con él desde la conmemoración del 150 Aniversario del Instituto Cabrera Pinto. En aquella ocasión, la del Cabrera, nos sirvió de vínculo de unión un buen compañero y amigo, David Pérez-Dionis; en esta última, ha sido don Manuel Chinea, director del Colegio Virgen del Mar. Sí, fue una tarde inolvidable, como lo es y ha sido todo momento compartido con este hombre sabio, don Leoncio Afonso, y no solo lo fue por aquello de tener el enorme privilegio de entrevistar a una eminencia -lo es, claro, pero eminencias hay muchas-. No, en el caso de don Leoncio ha sido un privilegio, porque en esta ocasión pude intercambiar un tú a tú para conocer a una eminencia que ante todo se autodefine, primero, persona.
Sobre eso, sobre la palabra con la que he terminado el párrafo anterior, es sobre lo que yo quiero escribir, sobre la persona de don Leoncio Afonso. Seguramente, estoy seguro, mi olfato periodístico, o el poco que me queda, me lo dice, saldrán, se publicarán, interesantes y profundas entrevistas. Yo he guardado la mía. Algún día la publicaré. Pero hoy quiero honrar, con una sencilla columna el nombre y la persona de don Leoncio Afonso. Ha sido así, con esta sencillez que les digo, encontrarme con don Leoncio, acércame a su casa, permitirme el que me reciba y charlar con él, ha sido algo que me dejó varias horas luego pensando, como no pudiendo regresar a la realidad, como si hubiese mantenido una conversación con el interior. Me quedé con una frase maravillosa y es que “siempre abres nuevos pasos, y lo pasos anteriores son historia”. Es así, es mejor, más coherente, más incluso, positivo -como lo llamaríamos hoy-, para qué mirar al pasado, haya sido bueno o malo, si tenemos que seguir construyendo el presente para contar con un futuro.

Don Leoncio Afonso me señaló que cuando le concedieron el Doctor Honoris Causa por la Universidad de La Laguna, una de las cosas que más le marcó fue el que se lo dieran con don Emilio Lledó, nuestro también querido pensador y lingüista. Como es obvio, a don Leoncio también, sobretodo, le marcó el hecho de haber recibido el mayor de los reconocimientos que puede hacer una Universidad, sin embargo a la persona de don Leoncio le quedó señalado el momento que compartió con Emilio Lledó. A mí, me ha llamado algo la atención, revisando los temas de don Leoncio, y es que siempre hemos visto a don Leoncio como geógrafo, pero si nos paramos a leer muchos de sus trabajos, y no me atrevo a decir todos ellos, en esos trabajos encontramos miles de reflexiones, de búsquedas interiores, propias de un gran pensador, que también lo es don Leoncio.

Esa tarde, en la que estuve con don Leoncio, me acordé también de otro sabio centenario, y así se lo dije a él. Me acordé de don Damián Iguacen, nuestro Obispo Emérito de la Diócesis de San Cristóbal de La Laguna, quien continúa mirando a la persona desde tierras peninsulares, y escribiendo sobre ella y el entorno de Jesús, pero sobre todo orando por ella, por la persona. Don Damián, como don Leoncio, mantiene viva su capacidad de reflexión, y lo hace, seguro, buscando el don de ofrecerse a los demás. Don Leoncio, durante la entrevista, me contó que desde niño, desde “jovencito”, cuando estudiaba en el Instituto de Santa Cruz de La Palma, soñaba con igualar a los sabios que lo venían a examinar desde el Cabrera Pinto, en Tenerife, como don Agustín Cabrera. Y me sentenció: “años después lo he podido ver hecho realidad, y tengo claro que ha sido porque he querido siempre entregar lo que sé a los demás, y seguirme preparando para ello, investigando”. Ese es el hombre sabio, el que piensa, reflexiona, escribe, no para él, sino para los demás, para entregar su sabiduría interior a los demás. Permítanme, aún más, ese es el hombre sabio cristiano. Igual que don Damián, la misma edad, ambos señalados, signados por la fe en Cristo, en el mismo Cristo de La Laguna, y ambos también entregados a darse a los demás.

Don Leoncio me explicó que a veces nos empeñamos en cosas difíciles, sí en lo complicado, teniendo cerca lo sencillo, y lo gratificante con poco esfuerzo. Sí, es muchas veces un mal del humano, o quizás un bien, pero don Leoncio ha demostrado que con la pasión, con el amor, con la cercanía y la reciprocidad siempre también hacia la familia, y los demás, te vas haciendo sabio, y quizás algún día, un sabio de 100 años. Otra lección de nuestro sempiterno profesor, don Leoncio.

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