
Apenas una tercera parte de lo que pagan los consumidores canarios por un producto agropecuario del país es lo que recibe el agricultor o el ganadero canario por su trabajo. Una distancia que ha aumentado en las últimas décadas, pues en los años ochenta era la mitad. Así lo constata la Coordinadora de Agricultores y Ganaderos de Canarias (COAG-Canarias), que, desde hace seis años, realiza esta estadística con carácter mensual, el llamado IPOD, las siglas de Índice de Precios Origen Destino.
Con esta estadística, esta asociación del sector primario pretende demostrar en todo momento cómo la carestía de algunos productos no es achacable a amplios márgenes de ganancia en el sector agropecuario, sino más bien todo lo contrario.
Así, desde que se elabora este índice, la media resultante da que el precio pagado por el consumidor casi multiplica por tres lo recibido por el agricultor o el ganadero local. En el año 2010, este índice fue de 2,94; en el ejercicio siguiente, 2011, de 2,82; en 2012 bajó hasta 2,52 -el dato más reducido de la serie estudiada-, en 2013 se disparó hasta el 3,04, el mayor diferencial registrado hasta ahora por la COAG-, en 2014 fue del 2,86 y en 2015, 2,64.
“Lo razonable es que, como mucho, este diferencial se multiplique por dos, que es lo que ocurría en los años ochenta del pasado siglo”, según explica el secretario técnico de COAG-Canarias, Manuel Redondo.
A su juicio, “el proceso de concentración en la distribución ha sido mucho mayor que el de los agricultores y ganaderos, a pesar de que también se han organizado mejor”. Según el criterio de este economista, el sector primario local tiene que adaptarse a las nuevas circunstancias buscando herramientas que le permitan comercializar su producción. De hecho, con la entrada de las grandes superficies, subraya, “el 60% de lo que se vende para el consumo lo comercializan solo cuatro entidades, que compran directamente a los productores”.
Subraya Redondo que, en estas condiciones de mercado, son los productores los que siempre se ven obligados a reducir sus márgenes de ganancia cuando bajan los precios, hasta el punto de que en ocasiones apenas cubren los costes de producción. “Hay un gran desequilibrio en el margen de negociación”, señala, “porque la configuración de los precios se hace de arriba abajo, no al revés, es decir, no se tienen en cuenta los costes de producción, de transporte para llegar luego a un acuerdo, sino que los distribuidores y los mediadores fijan el precio de mercado, sin bajar su margen, sino que lo tiene que hacer el agricultor o el ganadero canarios”.
Una de las herramientas por los que apuesta la COAG para afrontar esta situación es la de propiciar convenios con cadenas de distribución, como el que ya tienen con los supermercados Spar, o los que está negociando con cadenas hoteleras, en el marco de las mesas de trabajo creadas por el Gobierno canario dentro de su proyecto Crecer juntos para que el sector turístico y el primario vayan de la mano.
“La cadena distribuidora paga por encima del precio del mercado, y a cambio se posiciona como el vendedor del producto local, aunque para ello el dinero que pensaban destinar a promoción lo gasten en los agricultores, que, al asegurar el suministro, tienen un compromiso de compra”, expone el técnico de COAG .
Enfatiza Redondo que “antes de hacer el IPOD, la gente decía que los agricultores ganábamos mucho cuando los precios estaban altos, pero hemos logrado que no se vea así, pues hay otros agentes en la cadena”.
El secretario técnico de COAG sostiene que lo “preferible” sería que el sector primario pudiera desarrollarse sin subvenciones, pero advierte de que “lamentablemente, eso no es posible”, debido a que las producciones locales no pueden competir en igualdad de condiciones con las importadas de fuera de la UE, “porque no se les exigen las mismas condiciones medioambientales ni los estándares laborales” europeos, a lo que se une el mayor precio de los insumos y los costes de la insularidad y la lejanía. “Más que subvenciones, deben considerarse compensaciones”, apunta.