En julio de 2015 se le diagnosticó el síndrome de Guillain-Barré y desde entonces la vida de Braulia Mendoza Mendoza, una vecina de Agua Dulce, en Guía de Isora, es una tortura, como ella mismo califica, porque desde ese momento tiene que valerse de una silla de ruedas y de la ayuda que le presta su marido y su hija. Braulia tiene 61 años y recibe una pensión de 370 euros, lo que no le da para acudir a un centro privado, porque los médicos, entonces le diagnosticaron que la enfermedad que padece solo se cura con rehabilitación casi diaria.
En septiembre le mandaron a un centro concertado de Las Américas para rehabilitarse “pero allí “solo contaba garbanzos y movía los brazos”. Cuando le valoró de nuevo el médico en enero le mandó más rehabilitación, pero la citaron para dentro de 14 meses, y tras 10 reclamaciones “en junio me dijeron que tenía a 30 por delante y ahora tengo a 32. La lista de espera en vez de ir para adelante va para atrás”, afirma amargada.
Braulia Mendoza espera que dentro de dos meses le llegue su turno, pero hasta entonces no puede hacer vida normal porque “me tiemblan las piernas y no tengo musculatura en los brazos”.
Una vecina de Guía de Isora lleva más de un año esperando rehabilitación
“Las piernas me tiemblan, pierdo musculatura y la lista de espera en vez de ir para adelante va para atrás”, denuncia Braulia Mendoza