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Parálisis del sueño, la explicación científicas a los viajes astrales

Aproximadamente el 50% de la población sufre a lo largo de su vida un episodio de parálisis del sueño durante el descanso nocturno
Parálisis de sueño

Aproximadamente el 50% de la población sufre a lo largo de su vida un episodio de parálisis del sueño durante el descanso nocturno. Esta experiencia provoca un estado de inmovilidad angustiosa que puede ir acompañada de alucinaciones como visiones de familiares fallecidos, seres extraterrestres y demoníacos, según épocas y culturas. Es un producto de nuestro cerebro, que echa mano de nuestro bagaje cultural para manifestarse. En el mundillo de los “misterios” aparecen con frecuencia relatos clásicos de parálisis del sueño, que al presentarse en un escenario ocultista –con una jerga y una cosmovisión particular- no suponen otra cosa que alimentar con gasolina el fuego de las visiones de un “más allá” que, en realidad, reside en la mente de quien padece este fenómeno. Desde el pasado siglo estas experiencias son interpretadas habitualmente como indicios de un mundo paralelo habitado por seres evolucionados que pueden comunicarse con los humanos en este “plano de existencia” para darle pistas sobre esas realidades trascendentes. El fenómeno interno es real; lo irreal es la interpretación que los divulgadores del “viaje astral” y de las abducciones por extraterrestres ofrecen al público consumidor. Esos divulgadores disponen de una batería de conceptos y clichés populares sobre contactos con alienígenas, experiencias sobre el “más allá” y capacidades de la mente adormecidas que pueden activarse como se activa la capacidad de realizar malabarismos con tres bolos si se practica lo suficiente. Yo prefiero referirme a “productos residuales” de la actividad neuronal de nuestro cerebro.

Entre quienes experimentan estos fenómenos es habitual un rasgo de personalidad bautizado por los psicólogos Cheryl Wilson y Theodore Barber en 1983 como personalidad con “tendencia a la fantasía”, que es la de quienes disfrutan -o padecen- de una poderosa imaginación y factores neurológicos que les llevan a tener dificultad para distinguir entre lo imaginado y lo real. A ninguno de los que intentan convencer al interesado, por ejemplo, de que las experiencias cercanas a la muerte son tales (no pueden ser posteriores porque, por definición, es imposible regresar) le escucharemos hablar de este rasgo psicológico. Alucinaciones, personalidades múltiples, sanadores con “energía”, memorias falsas, salida del “cuerpo astral”, experiencias psíquicas intensas, voces interiores, compañeros invisibles en la infancia, etc., son ejemplos de un perfil psicológico que es frecuente hallar entre artistas muy creativos y figuras religiosas carismáticas. La tradición cultural influye poderosamente en la interpretación de todo ello.

En general, la divulgación de estas materias se hace de forma acrítica y condescendiente, como dando por bueno que estamos ante un ámbito de la realidad distinto, extraño y misterioso, y no ante una fabricación cultural cuya raíz se halla en la actividad inconsciente de nuestro cerebro. Todo ello es fomentado por periodistas especializados en patrañas del más allá y en falsos enigmas congelados en el tiempo, como un negociete que no hay que retocar o actualizar porque se vende muy bien tal y como se presenta desde hace más de un siglo.

*Este artículo pertenece a la serie Enigma$ cuyo autor es Ricardo Campo

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