“La Isla me ganó el corazón; la Universidad de La Laguna fue mi casa”

María Fe Núñez Muñoz, doctora en Historia y Salesiana, hija de María Auxiliadora (FMA), se situó ante la tribuna para iniciar con su conferencia el programa de festejos que el Hogar Escuela viene celebrando a lo largo de este año con motivo de su 75 aniversario

Por Zenaido Hernández

Daniel y María, alumnos de Primaria, le ofrecieron su mano. Uno a cada lado la acompañan hasta el atril en el salón de actos de la Fundación CajaCanarias. María Fe Núñez Muñoz, doctora en Historia y Salesiana, hija de María Auxiliadora (FMA), se situó ante la tribuna para iniciar con su conferencia el programa de festejos que el Hogar Escuela viene celebrando a lo largo de este año con motivo de su 75 aniversario. “La Isla me ganó el corazón; la Universidad de La Laguna fue mi casa. El doctor Antonio Bethencourt Massieu me fichó para dar clases de Historia Contemporánea”, afirma a modo de resumen de sus vículos con Tenerife. El veterano colegio, ubicado en El Toscal, entre las calles de la Rosa y de San Juan Bautista, afronta con renovada esperanza los actuales retos educativos, aplicando el método salesiano que responde al ideario de Don Bosco: formar buenos cristianos y honrados ciudadanos. A sus aulas acuden cada día más de 800 alumnos en los diferentes niveles. Sus voces y entusiasmo renuevan la vida del inmueble que abrió sus puertas en 1942, como expresión señera de la Obra Social de la Caja General de Ahorros y Monte de Piedad, un espacio que se ha ido adaptando a los cambios sin perder su prestancia y arraigo. Por este motivo, el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife entregó al Hogar Escuela la Medalla de Oro de la ciudad, que recogió en solemne acto la superiora general del citado Instituto, madre Yvonne Reugoat. Hablamos con María Fe Núñez en el acceso del colegio, al que ha dedicado atención investigadora, contenida en un volumen que publicó con motivo del 50 aniversario del mismo. Lo hacemos en el inmueble que ha dado amplitud al proyectado por el arquitecto Domingo Pisaca, donde se estableció en 1973 la Escuela de Magisterio.

-¿El destino la trajo a Tenerife?

“En esta sala donde hablamos tuve mi despacho. Vine justamente cuando se estaba creando el Centro Universitario para impartir Magisterio. La Ley de 1970, la de Villar Palasí, exigía que tenía que contar entre el profesorado con dos doctores, y que el director o directora tenía forzosamente que ser doctor. Con este motivo, las superioras me pidieron que hiciera el doctorado para venir a Tenerife. Era sin duda una fuerte obediencia, que yo asumí serenamente a pesar de tener que dejar con el cambio el cometido que entonces me ocupaba: la dirección del colegio de las Hijas de María Auxiliadora de Cádiz”.

-¿La hicieron investigadora?

“Algo de eso fue lo que pasó. Recuerdo que la propuesta que me hizo la superiora me supuso casi un desafío de nivel cultural. Con todo eso rondando en mi mente, al regresar de Sevilla a Cádiz, después de recibir la obediencia, en la estación terminal de los autobuses, eran las diez de la noche y se me acercó un señor, que era el profesor que yo había tenido en Paleografía durante mi licenciatura: el doctor Antonio Sancho Corbacho. El encuentro me dio la ocasión de pedirle consejo acerca de la opción para la tesis en Historia Contemporánea. Tras mi pregunta, me indicó cómo podía ponerme en contacto con los profesores que había tenido en esa área, como don Julio González. El doctor Sancho Corbacho me dijo que en aquellos años don Julio estaba en la Complutense, así que allí mismo se acabaron mis dudas. Me sugirió que lo llamase por teléfono y en pocas horas todo se resolvió al darme cita en Madrid tras mi llamada. Pero al ser él en aquel entonces profesor de Medieval, me puso de inmediato en contacto con el catedrático de Historia Contemporánea de la Complutense el doctor don Vicente Palacio Atard”.

-¿Qué tema eligió?

“El doctor Palacio era una gran autoridad, un gran investigador y miembro de la Real Academia de la Historia. Desde la primera entrevista me acogió amablemente, decidiendo sobre qué temas podría investigar que fueran novedosos, contando con la facilidad que tenía para desplazarme a Roma e investigar en el Archivo Vaticano. Decidí ocuparme de las relaciones Iglesia-Estado en el último cuarto del siglo XIX, en el periodo que abarca la restauración de Cánovas hasta Alfonso XIII. Me lancé a la investigación y en 18 meses, consultando archivos tanto en España como en Roma, sobre todo en el Archivo Vaticano, hice la tesis que defendí en la Complutense. Posteriormente, ya catedrática por oposición, don Vicente Palacio me propuso para que formara parte de la Academia de Historia, de la que soy correspondiente, al no residir en Madrid. En Jerez, mi municipio natal, también soy miembro de la Academia de Arte, Ciencia y Letras de San Dionisio”.

-Y con esas, a Tenerife.

“A Tenerife vine con el título de doctora, que resultó insuficiente al volver a cambiar las leyes y exigir, para ser director de la Escuela de Magisterio con carácter universitario, no solo ser doctor, sino pertenecer al cuerpo de universidades. Se tuvo, por ello, que contratar para la Escuela a un profesor de la Facultad de Pedagogía de la Universidad de La Laguna (ULL) y yo pasé a desempeñar la secretaría. Poco tiempo después de comenzar las clases, me puse a averiguar cómo podría acceder a la Universidad. Puesta en contacto con el catedrático de Contemporánea de la ULL, comencé a ir al seminario de Historia, coincidiendo con la publicación de mi tesis que hizo la Caja de Ahorros. Transcurrido un cierto tiempo, se convocaron plazas para adjuntía de Universidad a nivel estatal, examen que me preparé. Éramos 57 aspirantes para seis plazas, de los que tres éramos mujeres, y pude obtener una de las plazas y cumplir con el requisito exigido por la ley. Obtenida la plaza, tuve que dejar de compatibilizar las clases de Magisterio con las de la Universidad. Posteriormente, se convocaron también plazas de cátedra, obteniendo asimismo la de La Laguna”.

-¿Vestía de monja?

“Por supuesto que no; fui la primera hija de María Auxiliadora en España que tuvo dispensa de la superiora general para vestir de seglar; luego esa autorización, con el correr de los años, se fue extendiendo a otras hermanas que iban a campamentos y a las que tenían actividades sociales”.

-Años de tránsito.

“La Universidad vivía momentos muy especiales; no olvide que estábamos en un periodo intenso de cambios. El 23F lo pasé dando clase en el pabellón antiguo, en el salón del balcón central; no puedo olvidarlo. Esa tarde los alumnos exponían el tema y entró un estudiante de un curso superior y muy respetuosamente nos hizo saber lo que estaba pasando en Madrid. Autoricé que salieran de forma escalonada y siguieran para sus domicilios. Nunca tuve problemas y en todo momento las clases se desarrollaron con respeto y tolerancia. Guardo de todos un recuerdo inolvidable. La Isla me ganó el corazón y la Universidad también. Siendo rectora la doctora Marisa Tejedor, me encargaron que hiciera la Historia de la Universidad, coincidiendo con el 200 aniversario. Historia que está publicada en cinco tomos”.

-¿Sigue investigando?

“No podría dejarlo. En 2000, ya jubilada, regresé a Sevilla y pasé a presidir durante un sexenio la Asociación Internacional de Historiadores Salesianos (Acssa). He tenido que recorrer muchos países, participando en congresos y exponiendo ponencias. En la actualidad, estoy montando el archivo histórico de nuestra Inspectoria de Sevilla, un poco estilo siglo XXI, trabajo que completo con la redacción de la historia de la presencia de las Hijas de María Auxiliadora en España, desde 1886, que espero pueda publicarse pronto. Además, diariamente traduzco al español y envío la Palabra del Día, comentario del evangelio que hace la comunidad de Hijas de María Auxiliadora de una Casa de Espiritualidad situada en Subiaco, a 85 kilómetros de Roma, llamada Casa di Preghiera San Biagio. Dicha traducción la reciben diariamente miles de personas de los cinco continentes”.

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