Los mapas de cultivos muestran que hay superficie agrícola para rato

El Archipiélago avanza hacia la mayor modernización de las estructuras agrarias; el futuro lo determina la disponibilidad de tierras y aguas, junto a la formación e incorporación de jóvenes
AGRICULTURA
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El abandono agrícola es reversible. Las Islas disponen de un banco de suelo susceptible de entrar en producción, si bien la escasez de agua es uno de los mayores obstáculos.

POR ANASTASIO CABRERA

Canarias ha asumido entre sus prioridades de mayor urgencia la tarea de avanzar hacia el imprescindible conocimiento de sus recursos. En e l sector primario, la mejor referencia la aportan los mapas de cultivos de cada una de las islas, documentos que desde la Consejería de Agricultura, Ganadería, Pesca y Aguas viene desarrollando el Servicio de Planificación de Obras y Desarrollo Rural, con la coordinación técnica de Gustavo Pestana y Juan Antonio Évora, junto a un amplio equipo de especialistas.

Entre las conclusiones del trabajo, los ingenieros agrónomos José Manuel Hernández Abreu y Bernardo de la Rosa Vilar señalan: “La desagregación a nivel de parcela y su georreferenciación permite analizar la distribución de los terrenos agrícolas cultivados y no cultivados en base a múltiples variables como cota, clima, orientación, pendiente, tamaño de parcela, riego, etc. Y, además, interrelacionarlo con otras capas cartográficas, como infraestructuras, planeamiento, asentamiento residencial… Así pues, la innovación tecnológica que ha supuesto el Mapa de Cultivos permite conocer la realidad de la superficie cultivable del Archipiélago a un nivel de detalle impensable hace tan solo 15 años”.

Es cierto que un Mapa de Cultivos es una foto fija que presenta la situación de los mismos en un momento determinado, reflejo de las múltiples circunstancias que los condicionan; pero mediante las sucesivas renovaciones del Mapa de Cultivos podemos ver la evolución de cada parcela a través del tiempo, información que permite cuantificar por primera vez la complejidad de la ocupación del suelo agrícola de las islas, lo que constituye el objetivo de este libro.

Hasta ahora, ni los balances absolutos de los cultivos ni siquiera la apreciación subjetiva hacían sospechar el alto grado de modificación que se produce, no solo dentro del subsistema cultivo, sino también, en ambos sentidos, entre el subsistema cultivo y la superficie de cultivo abandonada. Este análisis ha demostrado que el abandono agrícola es reversible, lo cual modifica la percepción que tenemos de estos terrenos. Interesantes las reflexiones que se hacen sobre esta cuestión en el capítulo dedicado a la isla de Tenerife.

Este nuevo enfoque nos muestra un sector dinámico, lejos de la realidad percibida por buena parte de la sociedad canaria, visión a la que sin duda se ha contribuido desde los propios Mapas de Cultivo, con la asignación del código “abandono”. Ello ha coadyuvado, entre otros factores, a que en el planeamiento se haya sido poco riguroso al recalificar suelos agrícolas de extraordinario potencial agronómico apoyados en su condición de “abandonados”, otorgando a dicha categoría un carácter de definitivamente irrecuperables para la actividad agraria. Creemos que en las próximas actualizaciones de los Mapas de Cultivos se debería sustituir el código “abandono” por el de “sin cultivo”, que se ajusta mas a la realidad, dejando únicamente como abandonados aquellos terrenos cuyo potencial agrícola es escaso.

Otro ejemplo muy interesante de las posibilidades que aporta el Mapa de Cultivo lo podemos ver en el capítulo dedicado a Gran Canaria y es la respuesta a la pregunta: ¿Qué ha pasado con las 1.517 hectáreas de tomates que han desaparecido en el periodo 2002-2013?

Dada la variabilidad que hay entre la agricultura de las diferentes islas, y entre las diferentes zonas dentro de cada una de ellas, para definir estrategias acertadas, quizás haya que descender a nivel local y, para esto, el Mapa de Cultivos, junto con la disponibilidad, cada vez mayor, de otra información georreferenciada, permite el estudio minucioso de zonas concretas. En este sentido, algunos autores reclaman una mayor desagregación de los datos estadísticos oficiales.

En el capítulo dedicado al regadío se pone de manifiesto su importancia en la sostenibilidad de la agricultura y el escaso abandono que se registra en las parcelas regadas. No cabe duda de que una parte de la dinámica agrícola está influenciada por la pluviometría, y que se produce fundamentalmente en los cultivos estacionales de las zonas de secano. Por tanto, hay que tener en cuenta esta circunstancia en el análisis comparativo para estos cultivos entre un mapa realizado en año seco y otro realizado en un año húmedo.

Principalmente, en estas zonas de secano aparecen parcelas a las que se le asigna en el mapa la categoría de “huerta limpia”. Esta categoría corresponde a aquellas parcelas que en la visita de campo se muestran preparadas para ser cultivadas o acaban de ser recolectadas, pero que en realidad no hay certeza de que vayan a ser plantadas, o en su caso, qué cultivo se va a plantar.
Este efecto se minimiza mediante una segunda visita cuando está muy generalizado por retraso o exceso en las lluvias y mediante contraste con las ayudas concedidas en esa campaña.

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