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La lucha por mantener los Finados en Canarias: las diferencias con la moda de Halloween

La ocasional moda del ‘jalogüin’ amenaza con apagar la riqueza de costumbres y tradiciones que los canarios hemos ido consolidando a lo largo de nuestra historia
Fotos: Andrés Gutiérrez

Las costumbres y tradiciones que se han ido consolidando al paso de los años en torno al inicio de noviembre, con la referencia expresa a los días de Todos los Santos y de los Fieles Difuntos, que en Canarias popularmente unimos bajo la referencia de Finados, no están al margen de los dictados que establece el nuevo tiempo.

El anglosajón divertimento del Halloween (jalogüin) ha irrumpido y tiene a su favor la suculenta bendición comercial. Brujas y monstruos, calabazas terroríficas y zombis nos asaltan en cualquier esquina a la voz de truco o trato.

Es casi heroico tratar de sustraerse a ese fenómeno, que los niños comienzan a percibir desde la guardería, y son recurrentes las fiestas que adelantándose al miércoles de Carnaval invitan a lucir el maquillaje y disfraz más disparatado.

Puede que en el fondo, consciente o inconsciente, se intente eludir el sentido mismo de esta celebración. El ruido, la mascarada, anula el tiempo de reflexión, el silencio y con ello la capacidad de afrontar la realidad para mirar de frente a la vida.

Noviembre, con el estrenado horario de invierno, descubre un conjunto de costumbres y tradiciones con las que nuestros antepasados trataron de dar respuesta a su tiempo. Muchas de ellas han perecido al paso de los años, otras prevalecen acomodándose a los dictados del presente.

En torno a los Finados se celebraron veladas que en la unidad vecinal trataban de dar respuesta a las inquietudes que prevalecen en el sentir de cada uno. En el alma del canario está arraigado el impulso de la trascendencia. Juan Bethencourt Alfonso, en Historia del Pueblo Guanche, considera que el hecho de momificar los cadáveres “da un testimonio concluyente de que los guanches consideraban la muerte como una suspensión temporal de la existencia, puesto que perseguían el fin de que las almas volvieran a animar sus respectivos cuerpos el día de la resurrección”.

El ritual de momificación no se suspende con el ubak-ga -guarek (vacagueré), de Beneharo, Bentor o Ichasagua. Con la colonización se irán sumando otras costumbres que darán paso a nuevas manifestaciones. El citado Bethencourt Alfonso, en Costumbres Populares Canarias de Nacimiento, Matrimonio y Muerte, recoge algunas manifestaciones que se daban el Día de Finados. Dice que en La Victoria ”llevan pequeños jarros de agua bendita a las casas, no sólo para beber algún buche sino para regar las habitaciones para que el enemigo no entre. De noche si se mira para atrás no conviene hacerlo sobre la mano izquierda, porque se ve el enemigo; debe hacerse sobre la derecha. Tampoco conviene mirar hacia atrás, sino para el pensamiento en Dios, y caminar sin volver la vista”. Referido a El Sauzal comenta lo que recoge la tradición: “salían algunas noches, de la iglesia, las ánimas benditas en procesión, al parecer con una vela en la mano, cada una, que parecía mujer.”

Añade que se dirigían al calvario y señala: “una vecina que portaba un niño en brazos se acercó a una de las ánimas para prender una luz. Cogió la vela y se encontró que no era tal vela, sino una canilla y entonces le dijo el ánima: Agradece tú, lo que traes en los brazos; que si no te convertirás en ánima ( o alma en pena) como nosotras. Solían salir desde las 12 del Día de Todos los Santos hasta las del día siguiente, estando de noche y día en procesión alrededor de la iglesia”.

Fotos: Andrés Gutiérrez

Los relatos que recoge el citado autor de sus informantes resume la pátina mágica de las creencias populares, que de seguro cobraban vida en la Noches de Finados, en el ámbito doméstico. En referencia a Tenerife dice: “Es costumbre encender las familias en sus casas tantas luces como individuos o personas queridas se han muerto, en la Noche de Finados. Para esto ponen dentro de una bandeja con aceite el número de mariposas o mechas, cada una de estas mariposas la dedican a un finado; algunas persona conocen el estado de las almas de los muertos por las particularidades que ofrecen las luces; las que se apagan indican que el alma a quien está dedicada descansa en la gloria; las luces tristes y moribundas revelan su estancia en el Purgatorio; las muy encendidas y brillantes piden muchas oraciones y mucho aceite para llegar un día al reino de Dios; y las que estallan y chisporrotean prueban hasta la evidencia de que aquella alma arde en los infiernos. En el Día de Difuntos, en muchos pueblos, sostienen todo el día encendidas en su casa estas luces, así como en la iglesia”.

Las familias solían reunirse en la noche de Finados, previa al Día de Difuntos, que celebramos hoy. En muchos lugares, a lo largo de la jornada los niños recorrían las casas, talega al hombro. Tocaban y preguntaban ¿hay santos? Recogían el preciado manjar de las almendras, nueces, castañas, higos pasados… En las casas se preparaba algún postre especial: frangollo, pelotas de gofio, queso de almendras, y junto al vino se tenían igualmente a mano los licores y mistelas para compartir con los que llegaran.

Las Cofradías de las Animas Benditas del Purgatorio habían preparado su repertorio, de romances, coplas, cantos lastimeros y percusivos, que se han mantenido con Los Ranchos en Gran Canaria, Lanzarote y Fuerteventura (Medalla de Oro de Canarias en 2006) y que, como recuerda Octavio Rodríguez en su trabajo “La centenaria tradición folclórica en Barranco Hondo de Candelaria”, prevalecieron en el citado pueblo hasta hace unas décadas. “La Cofradía de las Ánimas contaba con un conjunto de tocadores y cantaores (solo hombres) a modo de Rancho de Animas, el cual presidido por el mayordomo de las Ánimas salía a recoger las limosnas para celebrar la Novena de Ánimas, recorriendo todo el pueblo de casa en casa durante la noche del Día de Todos los Santos y todo el Día de Finados.

Los vecinos contribuían a los gastos originaros por dicha Novena, con dinero o con productos del campo (higos pasados, vino, trigo, castañas, etc.), que recogían en unas alforjas y luego llevaban a vender a la Laguna.” Cita que La Novena de Ánimas se celebra en el Día de Finados por la noche, “en el centro de la iglesia se colocaba un catafalco o túmulo (tumbo de Ánimas) para la gente del pueblo, con gran cantidad de luces, y el culto era presidido por un cuadro de Ánimas que aún se conserva en el templo parroquial”.

Fotos: Andrés Gutiérrez

Los Ranchos de Ánimas entonaban coplas, al dictado de los seres queridos: “Su padre y su madre/ les viene a decir/ que en el Purgatorio/ es malo vivir”, o “su padre, señora/ me mando decir/ que con una misa/ espera salir”.

Las tradiciones no se han perdido definitivamente. San Juan de La Rambla alienta cada año a la participación de los niños con Los Santitos y el Pan por Dios. En el municipio se ha representado la obra “Una Noche de Finados”, de Domingo Pérez Navarro.

No se ha perdido el aceptado guiño a la fecha, con Don Juan Tenorio de Zorrilla, que un año más llevó al Leal Timaginas Teatro, y en especial el esfuerzo de muchos grupos de amigos y familiares que han compartido el sentido de estas fechas, en la intimidad del dialogo, afrontando la realidad. Sin llegar al escueto saludo de los monjes cartujos: Hermano, morir habemus.-Hermano, ya lo sabemos, coincidimos con Jorge Manrique al evocar que nuestras vidas son los ríos /que van a dar en la mar.

A los crisantemos se les relaciona con Finados, al florecer en noviembre

Los crisantemos, planta de días cortos, florecen en este tiempo, y por ello tradicionalmente lo hemos relacionado con Finados. Es símbolo de sabiduría en China y flor imperial en Japón. Los primeros cultivos en Canarias los implantó Bruno Beese en su finca de El Monturrio.

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