la laguna

El Jardín de Nava o la ‘Citerea lacunensis’

Había una vez un jardín en la lagunera calle Anchieta, esquina con Tabares de Cala

Por Carlos Silva

Había una vez un jardín en la lagunera calle Anchieta, esquina con Tabares de Cala. Un vergel que ha pasado a la historia por el rebumbio de haber sido el recinto donde se reunió en 1808 la Junta Suprema de Canarias ad maiorem gloriam Ferdinandi VII. La historia, maquillada con afeites patrióticos, tuvo aquí su exaltación del rey felón, a pesar de los intensos debates de las élites tinerfeñas para decidir qué era mejor para sus faltriqueras: incorporarse a Francia, ser protectorado inglés o parte de alguna de las antiguas colonias americanas. El jardín ya no existe… Solo queda su recuerdo con fogosos sesgos de glorias históricas y una placa marmórea posterior desvanecida con los años, que ha venido a ser complementada por otra de broncíneas y reales refulgencias. Pero el jardín fue mucho más que eso…

La propiedad, adquirida por Tomás de Nava en 1765 (en la época de la Tertulia), fue transformada por su hijo, Alonso de Nava y Grimón (1757-1832), VI marqués de Villanueva del Prado, en torno a 1820, en un célebre lupanar. No obstante, su recuerdo se ha esfumado de los grandes fastos lacunenses. Es, sin duda, nuestra Citerea insular, donde el libertinaje podía dar rienda suelta a sus desbordantes fantasías, lugar de grandes orgías y pingües bacanales. ¡Vicio y fornicio a la romana! Sí… ¡En La Laguna tuvimos también a nuestro marqués de Sade! Entre aromas de inciensos y pachulí, mixtura de petit palais parisién y diván otomano, que deleitaba a Nava, las fluidas conversaciones de caballeros con hermosas meretrices, empolvadas al uso de la época, se combinaban con el uso de fustas y otros juguetes, que intensificaban la libido de los desenfrenados concurrentes. Las pupilas de Venus, como en un cuadro de Watteau, complacían los apetitos carnales de los lugareños y foráneos, en un jardín a la francesa diseñado a la sazón por Louis Le Gros, unos años antes, según figura en el dibujo de Prebendado Pacheco de 1809. Peces de todos los tamaños pululaban en su estanque central con fondo de ladrillos de flamantes colores; embriagantes flores con largos y tiesos pistilos adornaban los parterres del jardín, con estructuras geométricas que transmitían todo tipo de lúbricas ensoñaciones, entre pequeños paseos de enhiestos árboles. En el interior de la casa de dos pisos, con galerías de orden jónico y un recreativo billar, se apostaban fastuosas mesalinas, solazadas en juegos eróticos de diversa índole.

José de Olivera describe con estas primorosas palabras a aquellas daifas que dieron cobijo a insignes laguneros y extranjeros, a la vez que suponían una “entradita” a Alonso de Nava, endeudado hasta las cejas por su alto tren de vida: “En él tuvo sus sesiones y oficinas la Junta Central del año de 1808. Después se formó de él una casa privada de recreo, con juego de billar, etc. Luego se convirtió en una logia de orgías; los forasteros se refugiaban a él, donde se alojaban y se reunían, para pasar días de solaz y, sobre todo, fue templo de la diosa del Placer, de la Venus popular, en cuyas aras iban a celebrar sus sacrificios no pocas personas de alto tono, sin que pueda exceptuarme de haber sido atraído allí muchas veces por algunas cistóforas de la deidad”.

A finales de los años 20 del siglo XIX la mancebía de Nava entraba en decadencia. Entre 1829 y 1835 se transformó en academia de Música. El sucesor del marqués, Tomás de Nava y de las Cuevas, hombre de pocas luces y abandonado de la muy placentera Euterpe, musa melódica, decide demoler la casa para hacer un plantío de papas. El condumio antes que esas incompresibles veleidades del espíritu… A finales de 1967 se derribó lo que quedaba del recinto y se erigió el actual edificio moderno. El olvido… La casa de lenocinio, el divino Marqués… Todo borrado… A la placa de bronce que hoy reluce, harto decorativa, habría que añadir una apostilla: Hic Citarea lacunensis fuit.

El tres en la prostitución. Es el número de años que faltan para que se cumplan doscientos de los gastos financieros del ambiente “ilustrado”. Es el lugar en el mundo que ocupa España como país en “consumo” de prostitución, después de Tailandia y Brasil.

Si consideramos cuatro posibles jinetes del apocalipsis, en los tres donde se mueve más dinero, comparándolo con los gastos públicos de los países organizados, son: la prostitución, las drogas y la industria del armamento. Madre e hija de los anteriores, “el hambre” se conforma como el cuarto jinete.

La prostitución disminuirá cuando los “puteros” dejen de consumir los “servicios” y se alejen de este modelo “machista”. ¿Utopía? sí; y es uno de los puntos de partida ineludible para reducir esta esclavitud.

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