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Escalones que se convierten en muros: Domingo vive ‘atrapado’ en el barrio de La Alegría

Domingo Negrín vive ‘atrapado’ en el barrio de La Alegría: enfermo y en silla de ruedas, desde Reyes solo sale de su casa para la diálisis
Domingo necesita de sus hijos para levantarse de la cama y también para salir de casa, una vivienda rodeada de escaleras que le impiden usar la silla eléctrica, que debe dejar en un cuarto que un vecino le presta y que coge cuando llega hasta la carretera. Fotos: FRAN PALLERO

Domingo Negrín y María Antonia Justo llevan media vida juntos, casi el mismo tiempo que residen en el santacrucero barrio de La Alegría. En la calle Pandora nacieron sus hijos, dieron sus primeros pasos, allí su nieta juguetea ahora en torno a los abuelos. Pero también allí, Domingo ha visto cómo su hogar se ha convertido en su cárcel. Las escaleras que durante años no fueron un impedimento para entrar y salir de casa, algo intrínseco al barrio de La Alegría, construido en las laderas de Anaga, se han convertido en un obstáculo insalvable para su silla de ruedas. Cuenta su mujer que, hace algo más de un año, a Domingo le amputaron las dos piernas. Dos años antes sus riñones fallaron y la diálisis, tres veces por semana, ha pasado a formar parte de su rutina diaria. En 2007 fue operado del corazón y una hernia discal fue la causante de los problemas de movilidad que finalmente terminaron provocándole la amputación de ambas piernas.

“Cuando va a diálisis los enfermeros de la ambulancia se encargan de llevarlo y traerlo. Entre los dos lo suben hasta la carretera y luego lo bajan de nuevo”, explica María. Sin embargo, cuando se trata de ir al médico, de salir a comprar o de, simplemente, “ir a distraernos un poco”, salir de casa se convierte en una odisea. Cuando DIARIO DE AVISOS habló con Domingo y María, hace una semana, llevaban sin salir de casa por motivos de ocio desde el día de Reyes. “Tenemos que esperar a que alguno de mis hijos venga a subir la silla por las escaleras hasta la carretera”. Allí esperan a la guagua o un taxi. “La mayoría de las veces tenemos que esperar varias guaguas porque las que mandan a La Alegría nunca les funciona la plataforma para subir la silla”. La última vez que eso pasó, los vecinos ayudaron a domingo subiéndolo a pulso a la guagua. Antes de eso, su hijo acude hasta el cuarto donde guardan la silla eléctrica. “Un vecino nos deja guardarla allí porque no podemos bajarla por las escaleras”, aclara su mujer.

Uno piensa, en una situación tan delicada, por qué no se cambian de casa. María lo aclara: “No quiero irme de mi casa; solo queremos pasar el tiempo que nos quede juntos en nuestro hogar, con nuestros hijos y los nietos cerca. Si no me queda más remedio supongo que lo tendré que hacer, pero es la última opción”. Frente a abandonar su casa, la otra solución es construir una rampa que llegue hasta la carretera. “Preguntamos en el Ayuntamiento y nos dijeron que teníamos que ir a Urbanismo para que nos explicaran qué teníamos que hacer, aunque nos adelantaron que en estos casos tendríamos que presentar un proyecto visado por un arquitecto, llevarlo a Urbanismo y que allí ya nos dirían si lo aprobaban o no”, explica María.

“Imagínate que me gasto un dinero que no tengo -Domingo cobra una pensión de 600 euros- y luego me dicen que no es posible”, lamenta uno de los hijos del matrimonio, Eliezer. El problema de esta solución, como remarca el hijo de Domingo, es que no se trata de hacer una rampa para su casa, “es por toda la calle. No entiendo que tengamos qué hacerla nosotros en un espacio que es público. Es como si pidieran que hiciéramos las aceras”.

María no quiere dejar pasar la oportunidad para denunciar la falta de accesibilidad, no solo en La Alegría, sino en todo Santa Cruz. “No solo hablamos de salir de casa, es que aquí ni siquiera hay aceras. No hay rebajes en los centros médicos, las raíces de los árboles invaden las aceras y ya no te cuento el transporte. Cuando no funcionan las guaguas tenemos que coger un taxi y solo hay dos adaptados en todo Santa Cruz. Tenemos que coger cita para que nos recojan a la hora que ellos puedan y para volver la misma historia”, cuenta María Antonia, casi de un tirón.

Luchadores

La vida de Domingo y María no ha sido fácil. Él, mecánico de profesión, fue, durante casi 50 años un personaje reconocible en la Rambla, al frente del puesto de castañas de la Plaza de Toros. Hace ahora 16 años, pasó por uno de esos trances que te cambian la vida. “Cuando la riada del 31 de marzo -cuenta su hijo- mi padre y yo fuimos a ayudar a las monjas que están aquí por debajo. El agua les había entrado por todas partes y una de ellas se había quedado dentro”. “Logramos sacarla pero a mi padre le dio un infarto”. Cuenta Eliezer cómo un bombero cogió a su padre, lo cargó sobre sus hombros y partió a correr ladera abajo hasta el camión, lo subió y salió para el hospital. “A la altura de Almeyda, las Ramblas estaban bloqueadas así que el mismo bombero se lo volvió a cargar a la espalda y lo llevó hasta Hospiten. Le salvó la vida”, cuenta su hijo. La familia intentó identificar a aquel hombre pero nunca dieron con él y aprovechan para agradecer una vez más lo que hizo por Domingo.

La amputación de sus piernas no deja de ser a su vez una historia de terror. “Debido a su corazón y a una hernia discal, tenía problemas de circulación, casi no caminaba y se le fueron haciendo llagas”, cuenta su mujer. “Esperé cuatro meses por un diagnóstico; no me hacían caso. Tuve que hacerle una foto a las piernas y enseñárselas a la supervisora”. Entre que decidían qué hacer, fue tarde. Le amputaron las dos piernas.

“Antes de operarlo querían que lo metiera en un centro, que lo dejara allí para morir. Dos años después, aquí seguimos”, concluye una María dispuesta, incluso, a comprar un silla que le han dicho que, a lo mejor, puede salvar escaleras. “Habrá que probar a ver, comenta resignada.

El Ayuntamiento valora si se puede hacer una acción integral

El edil de Accesibilidad de Santa Cruz, Carlos Correa (PP), está al tanto de la situación de Domingo y ya se ha puesto manos a la obra para buscar una solución. “Tenemos previsto que la técnico de accesibilidad del Ayuntamiento, acompañada de su homóloga en Sinpromi, acuda hasta la calle en cuestión para analizar el conjunto y ver qué se puede hacer y solventar el tema haciendo que el paso público sea accesible”. Sin embargo, aclara Correa, “nosotros no podemos hacer la rampa para una casa privada. Lo que los técnicos van a valorar es si haciendo una acción integral se puede mejorar la accesibilidad de toda la zona y evidentemente mejorar la de esta familia en particular”.

Correa señala que “el problema es que el barrio tiene un grave problema de accesibilidad” y recordó que ya el avance del Plan Especial de La Alegría, tenía previsto la instalación de escaleras mecánicas aunque matiza que “esto no solventa el problema de accesibilidad porque por ejemplo hay personas que seguirían sin poder usarlas”.

El edil es partidario de analizar las peculiaridades de cada casa. “Lo que sí dice la normativa es que si tu demuestras que técnicamente no puedes ejecutar la accesibilidad dentro de tu casa sí puedes ocupar espacio público con una rampa o un elevador”.

En caso de que no hubiera viabilidad técnica, Carlos Correa apunta a conseguir una vivienda en alquiler en otro lugar.

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