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La multitud indiana conquista la calle

La ciudad late bajo el gran empolve en el gran día del Carnaval palmero, donde cobran protagonismo el Desembarco y la Espera, con una pletórica y exhuberante Negra Tomasa
La celebración lleva a la calle a miles de personas de todas las edades para bailar al son de los ritmos caribeños. | JOSË AYUT

La multitud indiana abrazó de nuevo las calles de Santa Cruz de La Palma en la perfecta simbiosis entre la parodia y la tradición, cubriendo de blanco y beig, con linos y encajes, con sabor a ron de caña y a ritmos caribeños, una ciudad enfebrecida por la fiesta y la ironía. Ni la lluvia intermitente, ni el frío, pudieron hacer nada contra la voluntad del empolve.

Fieles a la fiesta indiana, año tras año, hasta que el cuerpo aguante. | JOSË AYUT

La gran polvacera volvió a dar la mayor cota de protagonismo a la Llegada, el número organizado por el Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma, con su centro neurálgico en la Plaza de España, saturada de blancos bordados, blondas , elegantes pamelas y modestos sombreros de paja, collares y sedas. La Espera, precedida por el Desembarco que colocó al Puerto capitalino como escenario destacado de Los Indianos durante el mediodía del largo y estruendoso día grande del carnaval palmero y canario, concentra cada vez mayor número de adeptos a la fiesta, madrugadores que pasean las calles en una ciudad que solo vive, el lunes de carnaval, por y para la fiesta.

El empolve, elemento imprescindible de una fiesta con nombre propio en el Carnaval de Canarias. | JOSË AYUT

 

Pletórica, la Negra Tomasa encarnada por el popular Sosó, no defraudó. Volvió a marcar el ritmo frenético de la gran polvacera. Sus ecos al ritmo del son cubano, retumbaron durante horas en los corazones de los palmeros, se colaron en los zapatos de miles de visitantes, de miles de turistas que se encuentran por primera vez con un espectáculo colectivo sin parangón, de familiares llegados de lejos, y en cada rendija de los reencuentros entre amigos desde la mañana hasta la noche.

Se olvidan las horas, los pesares o los inconvenientes cotidianos. Todo se confunde y luego se disgrega en el pesado pero embriagador aire indiano. La Calle Real tuvo de nuevo ayer respiración propia y en una Avenida Marítima que parece cimbrear hasta la Alameda, junto al Barco de la Virgen, al son de los ritmos caribeños.

La Negra Tomasa, encarnada por el infatigable Sosó, a su llegada al Puerto capitalino. | JOSË AYUT

Hermoso y dinámico trasiego de gentes, hombres y mujeres de toda condición y edad. La ciudad es indiana, y respira como indiana, baila como indiana y despierta agotada, como extasiada, al llegar la mañana. El reparto de miles de kilos de polvos de talco por parte del consistorio capitalino a las cinco de la tarde en la Avenida Los Indianos, a la entrada de la ciudad, no es ya el punto de arranque de este gran día, sino que la mañana se ha tornado como el espacio temporal en el que, cada vez más carnavaleros de dentro y de fuera de La Palma quieren ocupar con sus bailes, sus imitaciones socarronas y el ingenio que solo pueda dar el buen humor, representando a ricos y a menos afortunados emigrantes llegados desde Cuba a finales del siglo XIX y comienzos del XX.

“Yo vivo los indianos cada año mejor, con más pasión… esperamos todo esto -relata una vecina de Los Llanos de Aridane – 12 meses para empolvarnos, cruzando los dedos para que no llueva y para volver a lucir las mejores galas. Apenas amanece el martes de Carnaval, todavía con el cansancio en el cuerpo, comienza otro año de espera para otros Indianos. Es sin duda, la mejor fiesta del Carnaval”. Marisela celebraba Los Indianos con sus ya desaparecidos padres siendo niña, ahora como madre y como abuela. “Todos en casa, desde el más pequeño hasta el mayor están hoy (por ayer) en esta calle (la Calle Real)”·

El técnico del Servicio de Patrimonio Histórico del Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma, Víctor Hernández Correa, uno de los expertos que en mayor profundidad conoce la el encuentro indiano, explica que la diurnidad de la celebración “ha propiciado además el hecho de que prácticamente desde sus orígenes se haya convertido en una fiesta para celebrar en familia contando con todos los componentes, al margen de su diferencia generacional: padres y madres, hijos, abuelos, primos y tíos se reúnen como si de una Nochebuena o una víspera de la Cruz se tratara”.

Pilar Rey y Antonio Abdo, infatigables y fieles a la fiesta indiana. |JOSË AYUT

Asegura que “puede decirse que el Desembarco de los Indianos fue en su origen una manifestación festiva improvisada y espontánea” desde la década de 1990, “gracias a la fundación de La Espera por la Escuela Municipal de Teatro, a cargo de Pilar Rey Brito y Antonio Abdo Pérez”, cuando “la cita de Los Indianos entró en la media mañana y hoy está inscrita desde el amanecer, como demuestra el hecho de que muchos celebrantes acudan a su jornada laboral (que muchas empresas y organismos han reducido en algunas horas o que directamente han convertido el lunes de Carnaval en jornada no laborable) ataviados con la indumentaria indiana, preparados para incorporarse a la fiesta una vez hayan echado el cierre”.

A primera hora de la mañana Los Indianos iban adentrándose en la ciudad. | JOSË AYUT

Dice Hernández Correa, devoto de la fiesta y uno más del desfile indiano, que “la plaza de España se convierte de nuevo, por unas horas, en la plaza de La Habana, sobrecoge por un mar humano dominado por el blanco, inmerso en una intensa nube de polvos envolvente al son del Caribe”. La plaza «trazada al desgaire», como decía la escritora cubana Dulce María Loynaz y recuerda el técnico de Patrimonio, “se ve inundada por indianos llegados de todas las orillas, portadores de esa misma alegría con la que nuestros antepasados acudían en masa festiva a recibir a aquellos amigos y familiares que cumplieron con el sueño de hacer las Américas: «pa’ que digan las muchas: —Ahí viene el indiano nuevo», según reza la célebre copla popular”.

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