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Las burras sacan su arte

El acto más singular del Carnaval de Güímar no defraudó, con una puesta en escena del aquelarre plena de color y fuego
Las Burras volvieron a ser una demostración de colorido, fuego y maquillaje, envuelta en brujería. Andrés Gutiérrez. / Andrés Gutiérrez

Desde 1992, Las Burras es el acto más destacado, y casi único, del Carnaval de Güímar, y anoche se volvió a representar con todo el arte que, nadie diría, está protagonizado por un centenar de figurantes aficionados, ante unas 2.000 personas.

El espectáculo comenzó en San Pedro Arriba pasadas las nueve y media de la noche, cuando el Entierro de la Sardina, acompañado por un gran número de viudas y campesinos, inició el camino hasta la plaza de San Pedro, siendo increpados por unos seres con forma de burra. Esto les causó extrañeza, por lo que decidieron abalanzarse sobre ellas y pincharles con sus cuchillos, comprobando en ese momento que son brujas y no burras. Posteriormente, ellas invocan al demonio y comienzan un inquietante aquelarre.

Las brujas, mujeres desnudas, despampanantes y ordinarias, invocaron al diablo con los órganos y la sangre de sus víctimas. Luego apareció el demonio, acompañado por un montón de diablillos y por Baulén, antigua aristócrata. Poco después, llegó la Santa Inquisición acompañada del obispo y sus frailes. El obispo llamó al Arcángel San Miguel, que descendió alzando su espada, con la que acaba con el demonio tras una dura lucha.

Una vez muerto este, las brujas fueron quemadas en la hoguera junto a la sardina, con la que concluyó un espectáculo -este año algo más modesto y con un final menos espectacular- del que se siente orgulloso un municipio tan apegado a los costumbres y a las leyendas, y que terminó celebrando el éxito de la representación con una gran verbena. En ella, en plan jocoso, se pudo ver a algunas y algunos con bandas de Miss Cachonda o Miss Estrecha, títulos que se entregarán en la cena erótica de la comisión de fiestas de Fátima, auténtica comidilla estos días, y anoche también, en un pueblo que vive como nadie sus contradicciones, haciendo honor al dicho de que Güímar florece y nunca grana que le persigue en siglos.

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