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Gran parte de los restos hallados en Belmaco están en Tenerife

Mientras el Cabildo de Tenerife reclama al Museo Nacional de Antropología, Etnografía y Ciencias Naturales, con sede en Madrid, una momia guanche para su conservación en el Museo de la Naturaleza y el Hombre, estas instalaciones poseen la mayor parte de los restos arqueológicos de la primera excavación que se llevó a cabo en la Cueva de Belmaco
Jorge Pais, en Belmaco, tras las escorrentías de 2013. | D. S.

Mientras el Cabildo de Tenerife reclama al Museo Nacional de Antropología, Etnografía y Ciencias Naturales, con sede en Madrid, una momia guanche que posee desde finales del siglo XVIII para su conservación en el Museo de la Naturaleza y el Hombre, estas instalaciones, que dependen de la institución insular, poseen, guardadas en cajas, la mayor parte de los restos arqueológicos de la primera excavación que se llevó a cabo en el emblemático yacimiento de la Cueva de Belmaco.

Se trata del material que halló el arqueólogo Luis Diego Cuscoy en las excavaciones realizadas en el caboco entre 1959 y 1961. Estas campañas aportaron una gran cantidad de restos arqueológicos, que están depositados en el citado museo tinerfeño. Así lo puso de manifiesto el arqueólogo e inspector del servicio de Patrimonio del Cabildo de La Palma, Jorge Pais, en la presentación del libro que ha escrito sobre este emblemático yacimiento y que ha publicado el Ayuntamiento de Mazo con la finalidad de divulgar y dar a conocer la riqueza patrimonial del Parque Arqueológico de Belmaco, que abrió sus puertas hace casi veinte años.

“Se rescataron 1627 fragmentos de cerámica de las diferentes fases que se conocen de la etapa prehispánica palmera, desde la más antigua a la más reciente, lo que indica que hubo una ocupación intensiva e ininterrumpida de la cueva desde el mismo momento de la arribada de los benahoaritas a la isla”. Entre los hallazgos en la cueva, también se localizaron varias vasijas de barro enteras, un fonil, 651 piezas líticas, más de 60 restos de óseos de fauna doméstica, 18 punzones de hueso, 729 restos malacológicos, cuentas de collar, etc. Si bien, “el hallazgo más interesante y enigmático consistió en la aparición del cadáver de un benahoarita adulto”.

Jorge Pais señala incluso que ni siquiera pudieron ver los restos de esas campañas. “La excusa era porque se estaban estudiando”, recuerda el investigador palmero, quien señala además que “solo pudimos acceder al diario de excavaciones que está en el Museo de Arqueología del Puerto de la Cruz”.

Excavaciones de Cuscoy en Belmaco. | DA

Pais indicó que en su momento se llegó a crear una comisión para abordar la situación de los restos arqueológicos de La Palma que se encuentran en Tenerife, si bien nunca se llegó a reunir. Lo cierto es que esta situación no tiene sentido en la actualidad, teniendo en cuenta que La Palma cuenta con su propio Museo Arqueológico. De hecho, la nueva Ley de Patrimonio, que esperan que se apruebe en esta legislatura, reconocerá que “los restos arqueológicos deben regresar a las islas de donde proceden”.

Y es que, como señala Pais, este es un problema que sufre no solo La Palma, sino el conjunto de las islas no capitalinas del Archipiélago, que tienen parte de su legado aborigen en los museos de las capitales de provincia. En cualquier caso, aseguró que el equipo actual del Museo de la Naturaleza y el Hombre de Tenerife es “mucho más receptivo y creo que se puede conseguir que regresen a La Palma”. “Son materiales nuestros, benahoaritas, y deben regresar a La Palma”, apostilló el arqueólogo, que sostiene que “si reclaman las momias guanches que están en otros sitos, hay que predicar con el ejemplo y devolver a las islas lo que les pertenece”.

Después de la excavación de Cuscoy, entre 1974 y 1979, el arqueólogo Mauro Hernández dirige también una serie de nuevas campañas que van aportando más información sobre este yacimiento, que fue el primero en Canarias del que se tienen noticias históricas, gracias a las referencias de Domingo Van de Walle y que ha estado en el centro de buena parte de la investigación científica sobre el pasado aborigen de las Islas, especialmente en lo que se refiere al poblamiento.

Jorge Pais y Miriam Cabrera, junto con el alcalde y concejales de Mazo, en la presentación del libro. | D. S.

En ese sentido han sido claves sus grabados rupestres, la gran joya de este yacimiento. “Los petroglifos de Belmaco, junto con los grabados rupestres de El Julan (El Hierro) y la Cueva Pintada de Gáldar (Gran Canaria), constituyen, sin ningún género de dudas, los tres yacimientos arqueológicos más emblemáticos y conocidos de la prehistoria canaria”, destaca Jorge Pais.

En total son cuatro paneles de grabados (dos de ellos se pusieron al descubierto durante las excavaciones de Cuscoy), con motivos geométricos -espirales, círculos, semicírculos concéntricos, meandriformes, etc-. Pais destaca además que la técnica de ejecución es la del picado. La interpretación que se realiza de estos grabados está relacionada con el universo mágico – religioso de los antiguos pobladores de La Palma. “Belmaco era una especie de santuario al que acudían los benahoaritas a pedir que lloviera”.

Esta gran cueva habitación, donde también se realizaban enterramientos, se cree por los relatos etnohistóricos que fue la casa de los jefes del cantón de Tigalate, que se corresponde en su demarcación con el actual municipio macense, Juguiro y Garehagua. El primero en hacer referencia a esta hipótesis es Viera y Clavijo. Un hecho sobre el que Pais no muestra dudas por algunos factores, como que esta cueva se encuentra en el pleno centro geográfico del cantón de Tigalate. Además, se localiza en la cota de 380 metros, que “para el tipo de economía pastoril de los benahoaritas era ideal, porque está muy cerca del mar también de los pastos de cumbre”. Además está el hecho de que la cueva de Belmaco presenta “magníficas” condiciones de habitabilidad en cuanto dimensiones, luminosidad, protección contra las inclemencias del tiempo.

Pero Belmaco todavía no ha dicho su última palabra para el estudio de la población aborigen de Canarias. Al menos así lo sostiene el arqueólogo Pais, que está convencido de que “se puede seguir excavando y seguramente dará muchas sorpresas” .

De hecho, las riadas de 2013 como consecuencia del incendio forestal del año anterior provocaron algunos destrozos en el yacimiento, que pusieron al descubierto nueva estratigrafía, lo que llevó a realizar estudios. “Lo que indican los resultados obtenidos es que la ocupación de la cueva es de entre el 300 hasta 1492. Pero seguramente hay restos más antiguos y fue ocupada desde el primer momento de llegada de los pobladores, que se baraja sobre el siglo II a.C”.

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