pregón de las fiestas de mayo 2018

Santa Cruz: la ciudad de los brazos abiertos

Señoras y señores; dignatarios, autoridades, representantes de los medios, chicharreros y visitantes. Muy buenas noches. Antes de comenzar con la lectura propia del pregón

Por María Rozman

Señoras y señores; dignatarios, autoridades, representantes de los medios, chicharreros y visitantes. Muy buenas noches. Antes de comenzar con la lectura propia del pregón, no puedo menos que agradecer un encargo de tal envergadura. Me han preguntado muchas veces cómo reaccioné cuando el ilustrísimo señor Alcalde de Santa Cruz, don José Manuel Bermúdez, me ofreció la oportunidad de desnudar mi corazón hoy ante todos ustedes, para dar inicio a estas fiestas que conmemoran la fundación de la ciudad. La reacción fue de emoción sin límite, como cualquiera de ustedes también habría sentido.

Los santacruceros vivimos enamorados eternamente del corazón de Tenerife, de nuestra ciudad y sus encantos, y antes de que la razón me advirtiera del tamaño de la encomienda, mis labios se adelantaron para aceptar con todo el amor del mundo ser pregonera de estas fiestas. Encargo en el que me han precedido muy ilustres pregoneros, con mayor mérito, por lo que me siento en enorme desventaja. Pero mujeres… creo ser la tercera, y acepto este honor humildemente, en nombre de todas las mujeres chicharreras que antes de yo nacer, ya habían hecho mucho más por esta tierra. Mujeres que lucharon codo a codo con nuestros valientes en las batallas que hoy nos definen. Mujeres de antes y de ahora: escritoras, artistas, genios de la música, mujeres que han luchado por los derechos de otras mujeres, de sus familias, que fueron injustamente castigadas durante nuestros años más oscuros, mujeres víctimas de la violencia de género, mujeres en la política, en las ciencias, periodistas, empresarias, madres, compañeras, amigas y mujeres de su casa. Por ello, le estaré siempre agradecida a nuestro alcalde, así como por su generosa introducción el día de hoy; al Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, a sus concejales; a la Comisión de Fiestas; a ustedes por estar aquí esta noche, y a mis chicharreros por preservar esta tradición histórica y cultural, y por permitirme hablar en nombre de todos.

Santa Cruz: la ciudad de los brazos abiertos he querido titular este pregón, porque Santa Cruz abre sus brazos a aquellos que vienen con ganas de participar y contribuir a su crecimiento y hacen de nuestra ciudad, un hogar.

El emplazamiento que actualmente ocupa nuestra capital se hallaba, previo a la Conquista, dentro de los límites territoriales del menceyato de Anaga, liderado por el mencey Beneharo. En el año 1494, con el desembarco en la playa de Añazo y el asentamiento de un campamento castellano como acuartelamiento base para campañas militares, inicia de forma oficial la conquista de la isla, que culminaría dos años después, dando lugar a la cuna de la que hoy es nuestra ciudad de los brazos abiertos.

Nuestra capital celebra hoy su historia, y la acoge con museos destinados a ponernos en la piel de nuestros antepasados; con cultura, con nuevas bibliotecas, auditorios, museos, festivales e importantes galas que premian la música y las artes. Santa Cruz se convierte en abanderada de la tecnología, la innovación y la energía renovable con sus ferias y convenciones que nos proyectan hacia el futuro. Sus rodajes de cine, representaciones teatrales y ópera, impulsan nuestra economía.

Nuestra ciudad abraza la igualdad, siendo el de Santa Cruz de Tenerife, el primer Ayuntamiento de Canarias en ondear la bandera gay celebrando la diversidad y la tolerancia. Y hoy, Santa Cruz les presenta una pregonera, afianzándose cada vez más en la meta de convertirse en una ciudad en la que la mujer ocupe el lugar que le corresponde en la sociedad. Es un camino que todavía tenemos que recorrer juntos. Aún faltan ver más nombres de calles en honor a sus mujeres, en los libros de texto, y gerentes de empresas, pero vamos en la dirección correcta. Y sobre todo hoy también quiero decir, que el corazón de Tenerife recibe con los brazos abiertos a sus hijos que se fueron y ahora regresan. No podemos olvidar cuántos canarios tuvieron que emigrar para poder proveer pan a sus familias, cuántos descendientes retornan hoy a la tierra de sus padres y abuelos, víctimas del hambre o el exilio político.

Ser emigrante no es fácil, créanme. Yo me fui hace veinte años, cruzando el Atlántico, dejando atrás la cordillera de Anaga, las puestas de sol sobre las costas de Añaza, nuestro cielo tan plagado de estrellas que la noche brilla en su limpieza infinita. Dejé atrás las Ramblas con sus flores de temporada, sus esculturas que me parecían de niña, extrañas; calles estrechas con ventanales misteriosos que te observaban desde las alturas, iglesias y castillos, edificios bellísimos donde te ponían vacunas… Los parques, avenidas anchas, donde el sol pegaba en agosto y era imposible “subir a pata aquella pechada”… o esta misma Alameda del Duque de Santa Elena, que en aquel momento llamábamos Los Paragüitas… y no puede faltar…, por supuesto, las ventoleras de Las Teresitas.

El puerto capitalino

Vivir en el extranjero no es fácil, les decía, porque cuando dejamos las islas, cuando dejamos Santa Cruz, nos dejamos el alma. Somos afortunados, gozamos de un clima privilegiado, de ventajas que ni siquiera existen en la mayor parte del mundo, y vivir cerca del mar. Santa Cruz es nuestro puerto, es parte de nuestra naturaleza…Un puerto que no siempre fue lo que hoy es.
Aunque sus inicios fueron humildes -una villa de pescadores e incipientes muelles de carga- la meta inicial fue convertir el puerto de Santa Cruz en el más importante de la isla, sin embargo, la relevancia de los puertos de Garachico o de La Orotava mermaron su desarrollo. En el siglo XVIII esto cambia por completo. Santa Cruz se va posicionando y adquiriendo una mayor influencia comercial.
Este poder se consolida con el nombramiento de capital de la Provincia de Canarias en 1833, otorgando a la ciudad en el siglo XIX un esplendor reflejado en importantes logros políticos y económicos que cambiaron la huella urbana para siempre. El cambio de estatus propició la construcción de edificios públicos monumentales a la altura de una capital de provincia. Y nacen de este movimiento algunos de nuestras muestras más emblemáticas, como el viejo edificio del Mercado en 1851, el Teatro Guimerá, el más antiguo de Canarias, en el mismo año, y el Palacio de la Capitanía General en 1881, entre otros.
Nuestro moderno puerto hoy da la bienvenida a los turistas, con cruceros que sitúan a la ciudad en el mapa como destino no solo de sol y playa, sino de compras, arte y moda, y continúa teniendo ese sabor marinero que desde siempre ocupó un importante lugar en nuestros corazones por ser nuestro balcón al Atlántico, a un mundo que siempre compartimos con los que nos esperaban en la otra orilla, a ese mar que llevan dentro del alma los canarios.
Como diría mi tía, la poetisa Saruca Miranda de Navarro, y si me permiten recitar los últimos versos de su poema, Como el Mar, aquel isleño que vive lejos, cuantas veces no ha pensado:

Me es imposible borrar su recuerdo.

De la ola impetuosa soy el estruendo,

impreso para siempre en mi sentido.

Y como la ola, sin el mar yo me muero.

Al viento y a las tierras lo prefiero,

¡soy parte de su sentir embravecido!

Mi tía, como muchos canarios, murió lejos de aquí. ..

Triste destino para los que amamos nuestra tierra. Como canaria siempre quise volver, y en cada oportunidad viviendo en el extranjero, llevé conmigo el nombre de las islas, orgullosa como todos de nuestras raíces, contando las bondades de Tenerife por doquier, ya sea hablando con el entonces presidente de los Estados Unidos Barack Obama, o con cualquiera que me preguntara de donde procedía nuestro cálido acento. Me consta que no soy ni mucho menos la única, que los canarios, en mi caso, santacrucera, dejamos en alto nuestra estirpe, siendo luchadores, trabajando con dignidad y ocupando puestos importantes a nivel internacional. Y cuando regresamos, lo hacemos cumpliendo el sueño de retornar con los nuestros, y las ganas de aportar con nuestra experiencia. Pero lo cierto, es que a veces hay que estar fuera, para apreciar lo que tenemos. Y mucho, mucho tenemos.

Tenemos una historia rica, de aventuras: piratas, como Amaro Pargo y la leyenda del tesoro escondido en los escarpados Roques de Anaga, fortuna jamás hallada; o la del temible pirata Cabeza de Perro, de Igueste de San Andrés, que da rienda suelta a la imaginación.… corsarios franceses que inquietaron las costas del archipiélago, como el legendario François Le Clerc, conocido como Pata de Palo, quien, azotando otras islas, nunca se atrevió con Santa Cruz; la flota holandesa empeñada en causar
desasosiego e historias de sobremesa.
También tenemos el recuerdo de épocas oscuras, pestes, langostas, volcanes, hambre y miseria. Y tiempos difíciles de posguerra, de dictadura, de cárceles infames… Pero Santa Cruz siempre supo mantenerse a la altura y no abandonó su carácter emprendedor y buen talante, aunque fuera con Fiestas de Invierno, cuando se prohibieron los Carnavales.
Veinte años después, al regresar, me encuentro con algunos edificios en vías de recuperación, y otros maravillosamente reformados en esta ciudad rodeada por su cordillera, que la convierte en un gigante escenario de una obra en la que todos somos partícipes. Me encuentro con una nueva plaza de España, y por las calles peatonales que suben hacia la Rambla de Santa Cruz se desborda la colorida zona comercial y se ubica el Parlamento de Canarias, donde hace muchos años recibí lecciones de solfeo y de piano, siendo en aquel entonces, la sede del Real Conservatorio de Música. Hacia la izquierda de la plaza de España, en la pequeña zona antigua de la capital, la pintoresca calle de la Noria, con todos sus nuevos bares y restaurantes, que también nos regalan sabores proliferando en el lado opuesto, junto a la iglesia de San Francisco…

Historia y modernidad

Me reencuentro con la plaza Weyler, con su bella fuente genovesa de mármol de Carrara en el centro, y la plaza del Príncipe, donde tantas veces escuché a Los Fregolinos, renovada y todavía centro de gran actividad. No olvidemos la plaza de los Patos, con sus azulejos antiguos hasta en sus bancos que pronto podremos volver a disfrutar. O el Parque García Sanabria, con su reloj de flores, y donde jugué más de una vez a un ajedrez gigante, que no sé si todavía está.
Hoy Santa Cruz luce esplendorosa con sus construcciones futurísticas como el TEA, el Auditorio Adán Martín, rascacielos como las Torres… ¡Y tranvía! Los santacruceros ahora son más variados, nuevas familias que han llegado, y los de siempre, que siempre han estado, desde aquel 3 de mayo de 1494. Santa Cruz continuó creciendo a lo largo de los siglos y hoy en día supera los 206 mil habitantes, entre los que yo tengo el honor de contarme. Mi madre, sin ir más lejos, es de El Toscal. Mi padre creció en la calle de El Sol. Yo nací en Tío Pino y vivo ahora en Cabo Llanos…
Recordemos que Santa Cruz tiene su centro, y Santa Cruz tiene sus barrios, y da igual de donde procedas, el chicharro es el chicharro. Y en este ambiente de expansión, Santa Cruz busca hoy regresar al mar, con proyectos de nuevas playas, paseos y restaurantes donde se pueda respirar el salitre y escuchar el arrorró de las olas.
Un lugar idílico para recibir con los brazos abiertos a quienes vienen en son de paz. Y yo puedo dar fe, así como mis hijos, y mi marido, de que hemos sido recibidos por familiares, viejos amigos y nuevos amigos con todo el cariño que el pueblo chicharrero tiene para dar y regalar. Nuestra gente es gente buena, generosa y alegre. Compasiva y apasionada, con un amor inconmensurable hacia lo nuestro, y por lo tanto decidida a protegerlo hasta el final.
Nada ha cambiado en ese sentido, desde los intentos del inglés Robert Blake en 1657, cuyas intenciones de desembarcar y tomar la plaza resultaron un fracaso. A las 8.00 de la mañana de aquel 30 de abril llegaba el británico con 13 fragatas. El bando español perdió 300 hombres y su flota fue destruida, pero los de Blake no llegaron a cumplir su cometido ni a apoderarse del botín que venían buscando los ingleses, procedente de la flota de Indias.
Meses después de la erupción que destruyó el puerto de Garachico en 1706, la escuadra azul del almirante John Jennings vino a poner nuevamente a prueba la lealtad de Santa Cruz. Su intento de desembarco, aproximándose a la costa bajo insignia francesa, antes de enarbolar sus verdaderos colores, fue truncado por el fuego certero de la artillería. El Castillo de San Cristóbal los recibió a cañonazos a las 8 de la mañana prevenidos como estaban del engaño, contagiando con su fuego a las baterías de cortina y hasta el fuerte de San Juan. El Intento de Jennings quedó frustrado.
Y no puede faltar mención al desafío del Almirante Horacio Nelson, quien quiso someter al archipiélago canario al mandato de la Corona Británica, siendo vencido por las fuerzas de defensa de la ciudad, las Milicias Canarias, bajo el mando del general Antonio Gutiérrez de Otero en 1797 con la ayuda del famoso Cañón Tigre, que arrancó con un rugido el brazo del lord inglés. Nuestra ciudad es la noble, muy leal, invicta, porque siempre se supo defender como lo demuestran las tres cabezas de león de su escudo. Y la benéfica porque se supo valer y, en consonancia, las Fiestas de Mayo de 1894 tuvieron un carácter único. El momento culminante de estas fiestas fue la entrega al Ayuntamiento de Santa Cruz de la Cruz de Primera Clase de la Orden Civil de Beneficencia, por el excepcional comportamiento de sus habitantes durante la epidemia de cólera de 1893. Hoy anunciamos una nueva edición de una tradición que se remonta a 1890.
La primera vez que Santa Cruz celebró sus Fiestas de Mayo lo hizo con una misa de campaña en la plaza de San Telmo, en conmemoración de la primera misa que se dijo en el mismo sitio y ante la misma Cruz que había sido testigo siglos antes. En las fiestas de 1892, la añeja Cruz Fundacional que se había plantado en su día a la intemperie, estrenó un relicario de madera y níquel, en cuya parte posterior destacaba el escudo de Santa Cruz y una inscripción que rezaba: “Aquí se encierra la Cruz colocada por el conquistador de Tenerife don Alonso Fernández de Lugo, en el altar ante el cual se celebró por primera vez el Santo Sacrifico de la Misa en las playas de Añaza, el 3 de mayo de 1494”.
Sin más preámbulo, doy inicio a nuestro pregón, que, contando con su bondad, me atrevo a recitar con mis propios versos. Santacruceros y santacruceras, se hace saber:
¡Que salga el sol y se llene la ciudad de flores,
Que llegue mayo con su colorido,
Santa Cruz que luzca sus galas,
su gastronomía de aroma a tomillo!

Azul de mar y espuma de plata,
es nuestra bandera de Tenerife,
la de Santa Cruz de Santiago, blanca,
escudo dorado, cruz y verdes matices…

Que junto al repique de las campanas
de la iglesia de la Concepción
símbolo de la ciudad guardiana,
ondeen y llenen el aire de arrebatos felices.

Santa Cruz se llena de encanto
tradición y floridas cruces…
Con sus atuendos típicos,
¡Salgan a bailar los magos,
romerías, actos, y luces!

Y ahora y con el permiso
de sus señorías y el “pueblo llano”
inauguramos con alegría,
en estos 524 años de historia,
la presente edición
de nuestras Fiestas de Mayo.

TE PUEDE INTERESAR