la laguna

La historia de los canarios que sirvieron en la Corte

Tras casi 20 años de investigación, el autor y expolítico Alfonso Soriano recoge en dos volúmenes la vida de 136 personajes de las Islas que formaron parte del entramado sociopolítico de las monarquías españolas

Tras casi 20 de investigación entre miles de documentos, tanto en la Península como en las Islas, buscando la huella de los canarios, y personas vinculadas directamente con el Archipiélago, que formaron parte de las Cortes de los diferentes reinados españoles, Alfonso Soriano Benítez de Lugo (primer presidente de la Junta de Canarias, diputado del Congreso y que acabó su vida política en 2011 como concejal santacrucero de Patrimonio) ha sacado a la luz un total de 136 personajes que vivieron en estos importantísimos entramados políticos y sociales de la Corona.

Alfonso Soriano ha recogido la historia, linaje e importancia, así como multitud de retratos y fotografías, de estas personalidades en dos volúmenes, de 600 páginas cada uno y bajo el título de Corte y Sociedad. Canarios al servicio de la Corona. Los libros fueron recientemente presentados en Madrid por parte de la Viceconsejería de Cultura y la Delegación del Gobierno de Canarias en la capital.

“La historia de este libro empieza cuando tuve la curiosidad de saber quiénes eran los canarios que habían sido nombrados por Alfonso XIII Gentilhombres de Cámara de la Corte del Rey con motivo de su visita a Canarias en 1906. Tenía noticia de tres y me encontré con que había nombrado a 12 personajes de prácticamente todas las islas. Entonces, ya me entró curiosidad de ir para atrás para ver a quiénes habían dado cargos en la Corte de los Reyes de España, e investigando llegué hasta los Reyes Católicos”, relata Alfonso Soriano. Un total de 136 personajes históricos que van desde los Reyes Católicos hasta el 14 de abril de 1931, cuando llegó la República y se acabó la monarquía y con ella la Corte, y que no se recuperó con la vuelta del rey Juan Carlos I de España.

La Corte de los Reyes es una institución que introdujo en España el emperador Carlos V, “porque era la etiqueta de la casa de los Borgoña, que era entonces el protocolo más refinado de Europa. Y Carlos V, cuando heredó por su madre la corona de España, introdujo este protocolo -explica Alfonso Soriano-. Era un entramado y un enjambre de gente impresionante, con cargos de todo tipo. El nivel del Rey se medía en función de la envergadura de la Corte y en las épocas de Carlos V y Felipe II llegaron a tener miles de personas”, y todas las familias más influyentes del país luchaban por tener a alguno de sus miembros en la Corte.

Este nombramiento obligaba en los primeros tiempos de los Austria a trasladarse a Madrid y vivir en Palacio, aunque también recibían una remuneración, por lo que solo las familias más pudientes podían hacerlo. A partir de la reina Isabel II, estos cargos se fueron convirtiendo, paulatinamente, en cargos honoríficos y pocos tenían ya que vivir en Madrid. Con Alfonso XIII, todos los nombramientos pasaron a ser honoríficos.

Foto cedida de las llaves que acompañaban a los nombramiento. F. P.
Foto cedida de las llaves que acompañaban a los nombramientos. F. P.

La lejanía geográfica de Canarias con la Península hizo que fuera de las regiones con menos miembros en la Corte, especialmente en las primeras monarquías. El primer personaje de la historia de Canarias en la Corte que destaca Alfonso Soriano fue el conquistador Hernando del Hoyo, “que era mozo de espuelas de Fernando el Católico, en consecuencia, estaba al lado del Rey permanentemente, y le salvó la vida en Barcelona cuando trataron de atentar contra él. Hernando del Hoyo se interpuso y evitó que lo mataran y el Rey se lo agradeció elevándolo a ayuda de Cámara. Vino a la conquista de Canarias y aquí se quedó y su descendencia ha llegado hasta nuestros días”. El autor descubrió, además, el documento que acredita su nombramiento como Caballero de la Espuela Dorada, la máxima orden de caballería de la época, y que algunos historiadores habían negado en el pasado.

La lejanía física hizo que, en los primeros reinados de la historia, en la Corte hubiese obispos y capitanes generales que residían en las Islas pero que no eran canarios de nacimiento. “Los primeros canarios que empezaron a ir fue en el reinado de Carlos II, y eso se explica porque ya era la quinta o sexta generación tras la conquista, y ya se habían repartido los terrenos y, sobre todo, porque fue la época del vino malvasía, que se vendió en toda Europa y que dio mucho dinero en las Islas”, lo que permitió a miembros de las familias canarias más poderosas trasladarse a la Corte de Madrid, la mayoría de los cuales no volvieron al Achipiélago.

Así, el primer canario del reinado de Carlos II fue “don Pedro de Ayala y Rojas, hijo del conde de La Gomera, que fue nombrado Gentilhombre de Boca, que era el que servía la comida al Rey. Y luego estuvieron los hermanos Ponte, don Diego de Ponte y Llerena, que fue también Gentilhombre de Boca, y su hermano don Pedro de Ponte y Llerena, que Carlos II lo nombró Gentilhombre de Cámara, que es el que tenía acceso a las habitaciones personales del Rey”. El cargo de Gentilhombre solía venir acompañado de una simbólica llave.

Pero hubo otros muchos personajes importantes, como don Tomás de Nava y Grimón, “hijo del marqués de Villanueva del Prado, que fue nombrado, primero, menino de la Reina, que era gente joven que atendía a la Reina, y luego Gentilhombre de Cámara”. De hecho, a lo largo de la historia, y de las diferentes monarquías, hubo varios miembros de la familia Nava y Grimón en las Cortes.

Domingo de Nava y Grimón Porlier
Foto cedida del retrato de Domingo Nava y Grimón, del siglo XVIII. F.P.

También hubo mujeres, aunque mucho menos, como la marquesa de Adeje y condesa de La Gomera, la Camarera Mayor de Palacio en la época de Carlos III, “que fue un personaje importante porque era la jefa de todo el personal femenino de Palacio, con una influencia tremenda”.

El autor destaca también, dentro del clero, la figura del obispo don Cristóbal Bencomo, “que fue confesor del rey Fernando VII, y que tenía una influencia impresionante. A este señor lagunero le debe Tenerife la Universidad de La Laguna y su catedral. Luego murió en Sevilla y su cuerpo fue trasladado a la catedral de La Laguna, donde está enterrado”.

Cristóbal Bencomo, arzobispo de Heraclea
Foto cedida del retrato del obispo Cristóbal Bencomo. F. P.

El último

¿Pero quién fue el último canario con cargo dentro de la Corte de Alfonso XIII antes de que se instaurara la República? “Se llamaba Wenceslao Benítez Inglott, director de la Academia Naval de San Fernando, donde estudiaba el infante don Juan. El Rey, para agradecerle las atenciones que tuvo con su hijo, lo nombró Gentilhombre de Cámara, y posiblemente fue el último de toda España que prestó juramento en el Palacio Real”, ya que pocos días después se proclamó la República.

La vuelta de la monarquía con don Juan Carlos I de España no supuso el regreso de la Corte, testimonio de una época clasista y elitista poco acorde con la sociedad actual, que la rechazaría de pleno.

Los dos volúmenes han sido editados por Gaviño de Frachy, con fotografías en su mayoría de Efraín Pinto, e impresos por Litografía Drago, donde puede contactar quien quiera adquirir alguno de los ejemplares que quedan en existencia.

“Santa Cruz se ha olvidado de Leopoldo O’Donnell”

Alfonso Soriano afirma que el Ayuntamiento de Santa Cruz “ha olvidado a Leopoldo O’Donnell”, nombrado Gentilhombre de Cámara por la reina Isabel II en 1844. “Fue el único tinerfeño que ha sido presidente del Gobierno -destaca el autor-, nada menos que en tres ocasiones y un personaje excepcional del que nadie se acuerda en Tenerife.

Se acaban de cumplir 150 años de su fallecimiento y en Madrid hubo actos importantes en la Real Academia de la Historia, en el mausoleo donde está enterrado, con asistencia de muchísima gente, pero no estuvo presente ninguna institución de Tenerife, y en la Isla la fecha pasó desapercibida, y es un ilustre canario del que aquí se han olvidado”, critica el autor. Alfonso Soriano recordó que, a principios del siglo XX, el Ayuntamiento realizó un proyecto para hacer un gran monumento que nunca llegó a construirse.

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