puerto de la cruz

El miedo a los derrumbes vuelve a Punta Brava

Los vecinos obligados a abandonar sus viviendas por las nuevas grietas en la calle Tegueste y riesgo de derrumbe, sacan a contrarreloj y con desesperación sus pertenencias
Desalojo en Puerto de la Cruz. / FRAN PALLERO

Cajas de cartón, de plástico, bolsas de distinto tamaño, maletas, carros de la compra, cualquier objeto servía ayer para transportar las pertenencias de los vecinos desalojados de la calle Tegueste, en el barrio portuense de Punta Brava, ante la aparición de nuevas grietas y por ende, riesgo de derrumbe.

Bajo un calor insoportable, y ayudados por sus familiares, iban poco a poco y a veces en fila por el estrecho pasillo de la vía llevando y trayendo objetos ya que se vencía el plazo dado el jueves por el Ayuntamiento y a las seis de la tarde, a más tardar, debían irse. “¿Cómo selecciono qué necesito? ¿Cómo sé lo que me va a hacer falta? Saqué mi ropa, pero no sé si me tengo que llevar los calderos, comida, aquí está toda mi vida y mis recuerdos”, se lamentaba una mujer.

Hubo quien empezó desde temprano, como Francisco Manuel Padilla, que nació allí hace 46 años, y quien de momento se va a casa de su hermana hasta el lunes que ya se muda a un piso que buscaron entre todos los hermanos. Estuvo despierto desde la madrugada y a las cinco empezó a empacar sus cosas, aunque en realidad lo viene haciendo desde el jueves, apenas le comunicaron que tenía que abandonar su domicilio. Asegura que él se lo tomó mejor que sus padres, a quienes la situación les ha afectado mucho, pero “uno es joven y tira pa’lante”, añade.

De momento, “han cogido solo lo esencial y ya se mirará si tenemos que comprar algo, porque todo ha sido de la noche a la mañana”, apunta Fátima.
Jesús Antonio Llanes Hernández también ha vivido toda su vida en el barrio y por eso tomó la noticia “malísimamente mal”, pero es consciente de que para evitar riesgos innecesarios se tiene que ir. En su caso, también empezó el jueves a vaciar su casa y ya tiene un piso alquilado para ir a vivir con su familia.

“Nos dicen que es por dos meses, pero sabiendo lo que pasó en anteriores ocasiones, nos tememos que esto vaya para largo y que al final, Punta Brava se quede vacía”, dice una vecina, madre de dos hijos, que entre sollozos y abrazos con sus conocidos, no quiere dar su nombre.

Los más mayores son reticentes a dejar una casa que construyeron poco a poco, ladrillo a ladrillo “cuando conseguíamos unas pesetas de más por trabajos extra y comprábamos una bolsa de cemento”, recuerda un vecino de edad. Otros, aunque no tan jóvenes, siguen pagando la hipoteca de una vivienda a la que no saben cuándo regresarán.

Cuando cumplió cinco años, Mariola Martín se fue a vivir en el número 31 de la calle Tegueste. Ahora solo siguen allí su madre y su hermana, “pero siguen siendo mi casa”, insiste.

Confiesa que desde que se produjo el derrumbe y el desalojo en la calle Pelinor, en noviembre de 2016, ya sospechaban que les podía pasar lo mismo y tenían miedo. “Es una mezcla de sensaciones, porque por un lado estoy tranquila pero por otro, tengo impotencia e incertidumbre. A mí me duele la situación, pero más me duele por mi madre, porque en esa vivienda están todos sus ahorros, sus recuerdos, sus pertenencias”, relata.

“Tenemos la esperanza de que no sea para tanto y tenemos fe porque el anterior derrumbe lo arreglaron, la calle está fortalecida y esperamos que esta vez tengamos la misma suerte”, apunta Mariola. Pero comprende el miedo y la preocupación que tienen muchos vecinos porque no saben adónde van a ir, ya que no todos están en la misma situación de su madre, de contar con un lugar donde quedarse este fin de semana.

En ese caso, el Ayuntamiento les facilita durante una semana una habitación en un hotel, para que mientras tanto puedan ir buscando un alquiler, que también se sufragará de las arcas municipales hasta que culminen las obras. Pero como dice el refrán, ‘cada caso es un mundo’ y cada familia tiene que ir a hablar con servicios sociales para analizar su situación.

Si hay algo que valoran los habitantes de la calle Tegueste es el trabajo que realizan los operarios, quienes además arriesgan sus vidas para buscar soluciones al problema y esperan “que no pase nada” y que ellos puedan volver a su casa lo antes posible. De momento, la fecha en que lo harán es incierta.

Se reduce el número de afectados

Inicialmente eran 18 viviendas y 36 vecinos los afectados, un número que se redujo a 11 y 28 respectivamente y finalmente a 9 casas y 19 personas, en la última visita realizada ayer a las 08.00 horas por los técnicos y el concejal de Urbanismo, Juan Carlos Marrero.

Al realizar las mediciones pertinentes en la casa de mayores dimensiones y en la que viven varias familias, y comprobar que tiene salida por la calle Bencomo, solo se les precintará el balcón y la primera parte del interior, pero pueden seguir viviendo allí porque el resto del inmueble está fuera del margen de seguridad. “Si la situación fuese la misma en todas las viviendas afectadas, no tendríamos que sacar a ninguna persona”, asevera el concejal.

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