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Cuando se ‘mamaron’ el auténtico Chicharro

Santa Cruz de Tenerife ya vivió con asombro en 2000 la desaparición de la escultura original, donada por los Liqui Liquis, que acabó apareciendo desguazada en una chatarra de Valencia
La escultura original fue repuesta en 2003 en su emplazamiento original de la calle San José. DA

“Era algo difícil de entender”. Es el que fuera alcalde de Santa Cruz de Tenerife Miguel Zerolo quien resumía ayer a DIARIO DE AVISOS lo que era el sentir de la inmensa mayoría de los vecinos cuando, a finales de noviembre del año 2000, se enteraron por la prensa de que habían robado de un depósito municipal la escultura El Chicharro, que la Agrupación Cultural Venezolana Los Liqui Liquis regaló a la capital en 1979.

“Estaba colocada en la calle San José”, recuerda el entonces concejal de Servicios Municipales, Norberto Plasencia, “pero desapareció de un depósito existente en el barrio Buenos Aires, porque la retiramos hasta que terminasen las obras del Plan Urban”. A Plasencia le pasó lo mismo que a Zerolo, quien recuerda el motivo de su sorpresa: “¿Para qué iban a robar semejante escultura [pesaba 200 kilos], si difícilmente iban a sacar dinero por ella?”, razona el exalcalde”.

Por su parte, Plasencia insiste en que “aquel depósito era para guardar útiles y poco más. Si se hubieran llevado un palé con material para la construcción, lo hubiera entendido, pero lo de la escultura no tenía sentido”. Cuando ambos supieron que la mayor parte de la escultura había aparecido en una chatarra de Valencia, “todavía nos quedamos más perplejos aún”, rememoran.

Fue el instinto de un especialista de la Brigada Judicial de la Policía Nacional santacrucera lo que le llevó a rastrear la pista por las chatarrerías peninsulares y, por ende, a esclarecer el caso. Aunque se habló de que habían roto una cerradura y forzado una ventana, lo cierto es que la valla de acceso al depósito estaba rota, y los autores del robo buscaban sacar rédito con el cobre que recubría la escultura.

Un testigo llamado Jonathan (del que el abogado defensor en aquel juicio, José Pérez Ventura, aún se pregunta por qué no fue encausado) dijo a los investigadores que se encontró un “pescado” en un solar del barrio de Buenos Aires el 18 de noviembre (la sustracción tuvo lugar entre el 3 y el 14 del mismo mes) y que, en compañía de otro chatarrero, intentó venderlo a dos empresas santacruceras, pero ninguna lo quiso comprar al reconocer que se trataba de la famosa escultura.

Tirado en un solar

El posteriormente juzgado por presunta receptación (y finalmente absuelto en segunda instancia) era un varón llamado Carlos Alberto, quien dijo a su vez que halló dos piezas grandes de metal en un solar de Ofra donde Jonathan lo había abandonado seis días antes, y que lo vendió a una chatarrera del suroeste. Como la escultura había sido mutilada (y quemada parcialmente), ya no era reconocible para los chatarreros, que a su vez la revendieron a una empresa de Valencia, donde finalmente sí que la identificaron gracias a la descripción del atinado investigador policial.

La cuestión de si era reconocible no es baladí, por cuanto de ello dependió la suerte judicial de Carlos Alberto, a quien el fiscal pedía un año de cárcel por un delito de receptación que, en primera instancia, se tradujo en una condena de seis meses de prisión, finalmente anulada por la Audiencia Provincial gracias al buen hacer de Pérez Ventura, quien recordaba ayer a DIARIO DE AVISOS los pormenores de un proceso que, “con diferencia, es de los más extraños y sorprendentes de mi carrera profesional”.

A este recuerdo de cuando Se mamaron el Chicharro (como tituló entonces la extinta La Gaceta de Canarias) le resta añadir que, en cierto modo, se repitió esta semana (aunque ya apareció el Chicharrito de los espejos, sustraído por un arrepentido joven anónimo que aseguró en una nota haber actuado bajo los efectos del alcohol) y que la cola del Chicharro, que se le rompió a Jonathan cuando lo llevaban para el solar de Ofra, apareció en Los Campitos.

Condenado por un homicidio y vinculado a otro

El varón que fue juzgado por la desaparición de la escultura del Chicharro original (y absuelto posteriormente por la Audiencia Provincial) se llamaba Carlos Alberto, pero este caso no fue, precisamente, su principal problema con la Justicia, dado que a la vista oral, celebrada en 2003 (tres años después del robo de la estatua), acudió cuando ya había sido encarcelado provisionalmente por el homicidio de un excompañero de celda suyo, cuyo cadáver fue encontrado en El Sobradillo en 2002.

Finalmente, a Carlos Alberto se le condenó a una pena de 12 años de prisión por dicho homicidio, pero la Policía Nacional también llegó a acusarle inicialmente de ser el responsable de la muerte de Isabel, una mujer de 29 años novia del aludido excompañero de celda, a la que unos obreros hallaron bajo colchones, ya momificada, en un piso de Finca La Multa. El mal estado del cadáver frenó la investigación y nunca se llegaron a presentar cargos por esta causa.

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