Venezuela, huérfana de líderes que aglutinen a la oposición contra el Gobierno de Nicolás Maduro, en unos casos por estar en la cárcel, otros por encontrarse fuera del país debido a un exilio forzoso o por mero desgaste, se ha agarrado como un clavo ardiendo a un joven político, que en 48 horas se ha convertido en el referente del antichavismo, en el momento justo en que el presidente del país inicia un nuevo mandato de seis años.
Juan Guaidó también sale al rescate de una oposición rota y que había perdido el pulso a la sociedad, encarnando una trayectoria política fulgurante, al pasar de ser un diputado anónimo al otro presidente de un día para otro. Es cierto que todo o casi todo está por andar, pero ya ha captado la atención de la opinión pública, reivindicándose como el presidente de los que no reconocen la legitimidad de las elecciones que dieron la victoria a Maduro y que no se sienten representados en la Asamblea Constituyente, es decir, de todos aquellos que claman por un cambio en el Estado después de veinte años de chavismo, y que pretende timonear desde el órgano que representa al pueblo venezolano y preside, la Asamblea Nacional.
Natural de La Guaira, capital del Estado de Vargas, cuyo nombre recuerda la terrible tragedia que se cobró la vida de miles de personas debido a los corrimientos de tierra y del que este año se cumplen 20 años, este ingeniero industrial de 35 años de edad está casado y tiene una hija. Su trayectoria política activa se inicia en la etapa universitaria, como uno de los líderes de los movimientos estudiantiles. En 2009 participó en la fundación de Voluntad Popular, partido que lidera Leopoldo López.
El pasado cinco de enero fue nombrado presidente de la Asamblea Nacional. Pero no será hasta el 10 de enero, el día que Nicolás Maduro oficializa el inicio de su segunda presidencia, cuando el nombre de Guaidó retumba en la prensa internacional al anunciar que estaba legitimado para presidir Venezuela por la Constitución y que estaría dispuesto a asumir esta responsabilidad para iniciar un proceso de transición.
Este efecto se elevó poco después, cuando fue detenido por miembros del Servicio Bolivariano de Inteligencia, en una operación que duró media hora pero que despertó una ola de condena internacional, que terminó por catapultar la imagen del que todo apunta que será el nuevo icono de la oposición venezolana. Este incendio no lo apagó ni siquiera la desautorización inmediata del Gobierno de la operación ni la expulsión del cuerpo de los agentes que realizaron la detención.
Los apoyos hacia el nuevo líder de la oposición, que surge del seno del partido que representa uno de los rostros más carismáticos en Venezuela como Leopoldo López, son muchos. Desde el presidente de la OEA hasta expresidentes de distintos países iberoamericanos han expresado públicamente su respaldo a Guaidó como el presidente interino, que estaría encargado de dirigir un proceso de transición.
Desde el Gobierno, al menos hasta ahora, la estrategia está siendo la de vincular estos movimientos con la presión de países extranjeros y visibilizar el aparente respaldo de las Fuerzas Armadas, un elemento clave para el mantenimiento en el poder del chavismo.
El presidente de la Asamblea Nacional ha convocado una movilización en las calles para el próximo 23 de enero en protesta contra el Gobierno “usurpador” de Maduro. Será, sin duda, un buen termómetro para conocer el alcance que ha tenido en la sociedad venezolana este golpe de efecto que ha dado la oposición, con la figura de un nuevo liderazgo.